Washington. Con los nuevos indicios de los servicios secretos estadounidenses sobre el uso de armas químicas en Siria, en Washington son cada vez más las voces que piden una intervención más allá del envío de ayuda humanitaria a los insurgentes. Se ha cruzado "la línea roja", manifestó ayer el senador republicano John McCain. La Casa Blanca, sin embargo, es extremadamente cautelosa. Aunque Obama siempre aseguró que un ataque con armas químicas es la "línea roja" y amenazó al régimen de Bashar al Asad con atenerse a las consecuencias, ahora, el presidente se encuentra ante una disyuntiva, analiza Kenneth Pollack del Brookings Institute. Obama no quiere precipitarse. Antes de tomar una decisión se precisan pruebas firmes, ha dicho la Casa Blanca. En una carta a McCain, el gobierno de Washington recordó los peligros de informaciones de los servicios secretos no confirmadas que se han vivido en la historia reciente del país. Y con ello se referían claramente al caso de Colin Powell: cuando el ex secretario de Estado presentó las presuntas pruebas ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2003 en las que se aseguraba que Irak tenía armas de destrucción masiva. Aquel argumento fue la justificación de la invasión del país. Años más tarde se supo que carecían de fundamento. Ahora, las devastadoras consecuencias de la guerra de Irak ensombrecen las decisiones estadounidenses a la hora de intervenir militarmente en el polvorín de Oriente Próximo.
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