londres. Con pompa y mucha tradición se celebró ayer el funeral de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher en la catedral de San Pablo, en Londres, en una ceremonia a la que asistieron la reina Isabel II y más de 2.000 invitados.
En un día plomizo y fresco en Londres, la Dama de Hierro, fallecida el día 8 a los 87 años, fue despedida con honores militares, en un acto que guardó similitud con el funeral que recibió el exjefe de Gobierno Winston Churchill en 1965. Más de 700 militares de las tres fuerzas armadas y miembros de la Guardia Real se sumaron en un silencio colectivo por las calles de Londres, cortado solo por aplausos, cuando acompañaron a pie el ataúd de Thatcher, transportado en un armón de artillería desde la iglesia de Saint Clement de la Real Fuerza Aérea, en la avenida de Strand, hasta San Pablo.
Entre los regimientos estaban algunos de los que participaron en la guerra contra Argentina por las Malvinas en 1982, uno de los acontecimientos más importantes de la gestión de la conservadora Margaret Thatcher. Durante la procesión, el reloj de la Torre del Big Ben enmudeció y el estandarte nacional permaneció a media asta en el Palacio de Westminster, sede del Parlamento, y el 10 de Downing Street, residencia oficial del primer ministro británico, David Cameron.
La procesión fúnebre transcurrió con puntualidad británica y sin que se produjeran forcejeos en la calle entre las fuerzas del orden, con 4.000 agentes desplegados, y los que se acercaron para protestar contra Thatcher.
Pese a las críticas de muchos diputados por el coste del funeral, casi 12 millones de euros, la primera mujer en llegar al puesto más alto del poder político fue despedida por amigos y viejos enemigos políticos con la solemnidad que marca el protocolo.
La reina y su esposo, el duque de Edimburgo, de luto riguroso, se sumaron a las exequias, la primera vez que lo hacen con un antiguo primer ministro británico desde el funeral del también conservador Churchill.
En el templo, el obispo de Londres, Richard Chartres, pidió dejar de lado la controversia que ha rodeado la vida política de Thatcher para concentrarse en la persona "sujeta al destino común del ser humano". "Después de la tormenta de una vida rodeada por la controversia política, hay una gran calma", admitió el obispo, y recordó que el debate sobre sus políticas debe ser en el Parlamento porque "hoy y aquí, no es ni el momento ni el lugar" para hacerlo.
Pero los detractores de Margaret Thatcher salieron a la calle en varios puntos del Reino Unido para mostrar el rechazo a su legado y celebrar con gritos de júbilo la muerte de una primera ministra que dividió al país.
"¡Maggie, Maggie, Maggie, muerta, muerta, muerta!", fue el cántico repetido por una generación de británicos que sufrió en propia carne el thatcherismo y la implantación del neoliberalismo en Gran Bretaña.
Cientos de personas se congregaron en Londres para dar la espalda al ataúd de Thatcher a su paso hacia la catedral de San Pablo, donde se ofició un funeral casi de Estado cuyo coste millonario ha indignado a parte de la población.