BOSTON. La calle Boylston permanece cortada a la altura de la biblioteca presidencial JFK, donde poco antes de las tres de la tarde del lunes, cuatro horas después de iniciada la carrera, dos artefactos explosivos caseros detonaron causando el pánico entre la multitud.
"Yo crucé la meta cinco minutos antes de la explosión. Lo primero que pensé fue en mi mujer y mis hijos que estaban detrás, pero estaban bien", declaró a Efe el venezolano Iván Gómez, al recordar los estruendo secos y el posterior eco de las dos explosiones.
"Era impresionante ver las caras de pánico, estaban tan fuera de sí que no conseguían saltar los parterres de la acera para escapar", añadió Gómez, quien ha decidido abandonar la ciudad junto a su familia.
La zona del parque de Copley Square está congelada en el tiempo, acordonada de cintas amarillas, con vallas grandes rotas y cajas de fruta y barritas energéticas abiertas, listas para avituallar a los miles de corredores que aún no habían llegado a la meta.
Agentes federales, miembros de la guardia nacional fuertemente armados, tanquetas blindadas y unidades antiexplosivos supervisan una zona con las banderas a media asta.
Los corredores, con las sudaderas azules y amarillas que regalaba la organización de la maratón, caminan con la mirada perdida y otean desde el cordón policial unas gradas en las que más de 170 personas resultaron heridas, 17 de ellas de extrema gravedad.
Friedman Palmer llegó a la zona donde se aglomeraban las mochilas que la organización tenía preparadas para los que terminaban la prueba.
Dos organizadores entregan la medalla que certifica la participación en el maratón a una emocionada Palmer: "Estaba muy cerca de la meta y me emociona mucho que me hayan entregado la medalla", reconoció a Efe.
Todd Brown ha corrido cada año la maratón de Boston desde 1995, y recordó que oyó las dos explosiones cuando miraba a los participantes desde la ventana de su hotel.
"La zona de la línea final estaba llena de gente, miles de personas animando a los participantes cuando la explosión ocurrió", explicó.
La mayor preocupación de Brown era contactar con los 40 deportistas que él había traído desde Connecticut para participar en la maratón.
Todos ellos estaban bien, aunque "una persona recibió un golpe de la metralla, pero sin heridas", afirmó.
Martin, un vecino de Boston que trabajaba en la zona pese a que era festivo en la ciudad, declaró que tras las detonaciones la calle se convirtió en un caos de carreras, policías confusos y gritos.
Rápidamente, le ordenaron no moverse del edificio. Fuera, la ciudad se deshacía en un gran caos y confusión, con varias amenazas de bomba que resultaron ser falsas.
El atentado ha sido reconocido por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como "un acto de terror".
En uno de los hospitales a los que fueron llevados los heridos más graves, el Brigham Hospital, los médicos declararon en rueda de prensa que entre las amputaciones y heridas encuentran un patrón: metralla muy similar.
Según el doctor Ron Walls, los objetos extraídos son "claramente diseñados para convertirse en proyectiles", como en el caso de bolas o clavos.
Al menos uno de los dos artefactos explosivos parece haber estado colocado en una olla a presión metálica, y las autoridades ven "probable" que se usara un temporizador en lugar de un teléfono móvil para detonar la explosión, según informaron fuentes de las fuerzas de seguridad a varias cadenas de televisión.
La ciudad de Boston recupera la normalidad a medio gas, con muchas tiendas cerradas, un alto nivel de seguridad y presencia militar, y el total desconocimiento sobre quién pudo cometer semejante acto.