Su llegada al poder supuso una completa transformación del Reino Unido. Su lema: poner al individuo por encima del Estado. "No hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres, y hay familias", señaló en 1987. Su receta: privatizar y recortar el gasto público. En su primer mandato impulsó una reforma que debilitó, hasta casi su destrucción, el poder de los sindicatos, privatizó las compañías estatales de telefonía, gas, agua y electricidad, la línea aérea British Airways y la firma Rolls-Royce, redujo los impuestos y el gasto público con importantes recortes en salud y educación, y flexibilizó el mercado laboral. Sus medidas tuvieron un fuerte impacto en la sociedad, con el aumento del número de parados -en 1986, la cifra era de tres millones-.
Un año antes de someterse de nuevo a las urnas, el 2 de abril de 1982, militares argentinos desembarcaron en las islas Malvinas y reivindicaron el territorio, a lo que Thatcher respondió con una intervención militar que dejó casi un millar de muertos -649 militares argentinos, 255 británicos y tres civiles isleños-. El triunfo británico impulsó la popularidad de la primera ministra, que logró la reelección de forma abrumadora en 1983. Su segundo mandato estuvo protagonizado por el conflicto con los mineros. Thatcher cerró minas estatales de carbón y siderúrgicas: comenzó en 1984 con 20 de las 174 minas propiedad del estado, que supuso el despido de 20.000 trabajadores; en 1992 la cifra ascendía ya a 97, mientras que las que permanecieron abiertas fueron privatizadas en 1994. La huelga de los mineros se desarrolló entre 1984 y 1985, y fue duramente reprimida por el Gobierno de Thatcher. La primera ministra se negó a cumplir las demandas y comparó la huelga con el conflicto de las Malvinas. "Tuvimos que luchar con el enemigo en el exterior en las Malvinas. Siempre tenemos que estar alerta del enemigo interno, el cual es más difícil de combatir y más peligroso para la libertad", señaló. Thatcher volvió a salir victoriosa de este contencioso.