Seúl. Corea del Norte se declaró ayer en "estado de guerra" con su vecino del Sur, un anuncio que Seúl y Washington consideran un episodio más de su campaña retórica de amenazas, aunque extreman la vigilancia ante la posibilidad de un ataque. "Desde este momento, las relaciones Norte-Sur entrarán en estado de guerra, y todas las cuestiones entre el Norte y el Sur se tratarán de acuerdo a la regulación de tiempos de guerra", expuso el régimen de Kim Jong-un en un comunicado difundido ayer sábado por la agencia estatal de noticias KCNA.
El Gobierno de Pyongyang también declaró "finalizado" el "estado de la península coreana en el que no hay paz ni guerra", en referencia a la situación que se mantiene entre el Norte y el Sur desde la Guerra de Corea (1950-53), concluida con un armisticio que, al no haber sido reemplazado por un tratado de paz, sitúa a ambos lados como enemigos técnicos.
La nueva advertencia norcoreana se produce un día después de que el joven líder ordenara al Ejército Popular del país, uno de los más numerosos del mundo con 1,1 millones de efectivos, disponer sus misiles estratégicos para atacar "en cualquier momento" intereses de Estados Unidos y Corea del Sur.
Pocas horas después, un portavoz norcoreano lanzó la advertencia al Gobierno de Corea del Sur de cerrar el complejo industrial de Kaesong, único proyecto de cooperación entre ambos países, si Seúl sigue "insultando seriamente la dignidad" de su vecino, según un comunicado divulgado por la agencia de noticias estatal KCNA. Mientras, Corea del Sur calificó la ofensiva retórica norcoreana como una serie de "amenazas inaceptables" que "perjudican la paz y la estabilidad" y reiteró su compromiso de responder con dureza a un hipotético ataque del vecino.
Una ofensiva verbal Por su parte, el Ministerio de Unificación, encargado de las relaciones con el Norte, restó valor al último anuncio de Pyongyang, y en línea con la postura de Washington, lo enmarcó en la ya habitual ofensiva verbal del régimen comunista de Corea del Norte.
Ante la situación de tensión imperante en las últimas semanas, China llamó a la calma a las partes implicadas en el conflicto. Tradicional aliado y principal valedor del régimen comunista de Kim Jong-un, Pekín confirmó el pasado día 7 su reciente distanciamiento con Corea del Norte al apoyar las sanciones económicas y comerciales que le impuso la ONU tras su tercera prueba nuclear. La comunidad internacional también invocó a la contención, instó a Pyongyang a no "jugar con fuego" y le pidió que "evite errores de cálculo" que puedan conducir a una escalada de la violencia. "Confiamos en que todas las partes actuarán con la máxima responsabilidad y en que nadie cruzará el punto de no retorno", declaró el embajador para misiones especiales del ministerio ruso de Asuntos Exteriores, Grigori Lógvinov.
temor a "un error de cálculo" En la misma línea se pronunció la Unión Europea, que instó a la calma "para evitar cualquier error de cálculo", sobre todo en un momento en el que tienen lugar maniobras militares en la región, dijeron fuentes comunitarias.
Más contundente fue el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle, en el popular diario Bild, al calificar esta maniobra de "irresponsable juego de Corea del Norte".
El Reino Unido opinó que las advertencias "amenazadoras" norcoreanas solo lograrán un "mayor aislamiento" al tiempo que Francia pidió al régimen de Pyongyang que se abstenga de "toda nueva provocación".
Mientras, en la capital surcoreana así como en sus alrededores, donde más de 20 millones de ciudadanos residen a escasas decenas de kilómetros de la frontera con Corea del Norte, la situación es de absoluta normalidad a pesar del anuncio del país vecino, considerado por la mayoría de expertos locales una estrategia de doble vía.
Dada la precaria situación económica del país, "Corea del Norte usa la tensión para fortalecer el control de la población y del Ejército" además de presionar a Seúl y Washington para lograr ayudas y concesiones, explicó el investigador surcoreano Chang Yong-seok, desde la prestigiosa Universidad Nacional de Seúl.
La tensión entre Norte y Sur, que se mantiene en niveles especialmente elevados desde 2010, ha sido la tónica habitual en sus relaciones durante las últimas seis décadas, en las que ambos países han vivido diversas crisis e incluso confrontaciones militares aisladas.