El alemán Joseph Aloisius Ratzinger, que llegó al Papado con fama de "duro" y como guardián de la ortodoxia de la Iglesia, se va rompiendo moldes y haciendo algo muy poco habitual entre sus predecesores: renunciar al Pontificado. Benedicto XVI, el pontífice número 265 de la Iglesia Católica, obispo de Roma y séptimo Jefe del Estado Vaticano, acabará previsiblemente sus días en un monasterio donde llevará una vida de retiro y meditación, sin cumplir su expresado deseo de regresar a su Baviera natal.
Nacido en la localidad bávara de Marktl am Inn el 16 de abril de 1927, 78 años más tarde -el 19 de abril de 2005-, Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI, nombre elegido en honor de San Benedicto, el fundador del ascetismo europeo. Es el octavo alemán en convertirse en Papa en los 2.000 años de historia de la Iglesia y el segundo Pontífice no italiano en casi 500 años. Elegido en el primer cónclave del siglo XXI, tras la muerte de Juan Pablo II, durante 24 años había sido la mano derecha del Papa polaco y había llevado las riendas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio. En el cónclave era visto como el gran favorito, el único capacitado para suceder a Karol Wojtyla, lo que no fue impedimento para que él mismo pidiera a los cardenales que se fijaran en otro más fuerte para guiar a la Iglesia en este principio de tercer milenio.
Benedicto XVI se considera a si mismo un "simple y humilde trabajador de la viña del Señor", y así fue como se presentó ante los fieles cuando fue elegido Papa. Desde entonces no ha dudado en pedir que se rezara por él para ser un pastor "dócil y firme", para que "no huyera ante los lobos y dejara solo el redil".
Desde el inicio de su Pontificado, Benedicto XVI ha sido visto por la mayor parte de la opinión pública simplemente como un acérrimo defensor de la ortodoxia de la Iglesia. Pero en realidad, el Pontífice es una persona compleja, un incisivo pensador cuyas reservas por la cultura contemporánea y su pasión por la música clásica, y especialmente por el compositor vienés Wolfgang Amadeus Mozart, no lo apartaron de su principal preocupación en la vida: la persecución de la verdad. Hombre humilde, teólogo consumado y líder severo, Joseph Ratzinger ofreció continuidad a una Iglesia huérfana de uno de sus más carismáticos y longevos líderes, Juan Pablo II.
Joseph Aloisius Ratzinger era el tercero y más joven hijo de Joseph Ratzinger, un funcionario de la policía, y su mujer María. Pese a que su padre rechazaba el nazismo, Ratzinger fue obligado a unirse a las Juventudes Hitlerianas como alumno del seminario y durante la guerra fue reclutado para prestar sus servicios en una batería antiaérea.
Según su hermano mayor, Georg, también sacerdote, Joseph tenía sólo 5 años cuando anunció por primera vez su intención de convertirse en cardenal. Después de la guerra, estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Múnich y fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951. En 1953, se doctoró en teología con una tesis sobre San Agustín y se convirtió en profesor de la Universidad de Freising en 1958 y de la de Bonn un año después. Sólo tenía 30 años cuando formó parte como asesor en el Concilio Vaticano Segundo entre 1962 y 1965 y acababa de cumplir 50 cuando fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising el 28 de mayo de 1977.
Menos de un mes después fue proclamado cardenal por el papa Pablo VI. En 1981, Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un puesto que le convirtió en el líder protector de la fe y que desempeñó durante casi un cuarto de siglo.