AL comienzo de la operación Pilar Defensivo, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, dijo: "No pararemos hasta que Hamás se ponga de rodillas y nos suplique una tregua", y el Gobierno hebreo amenazó con una incursión por tierra como la de Plomo Fundido de hace cuatro años, que dejó 1.400 palestinos muertos. Poco después, Hamás hacía sonar las alarmas antiaéreas de Tel Aviv y Jerusalén por primera vez en 20 años y una explosión en un autobús de línea en la capital israelí dejaba 17 heridos graves. Cuando todo indicaba que Israel respondería contundentemente, en vez de ello, firmó el alto el fuego, dejando a muchos con la sensación del trabajo sin terminar.

El jefe del ejecutivo israelí, Benjamin Netanyahu, anunciaba una dudosa victoria basada en la supuesta destrucción del arsenal de Hamás, a pesar de que sus misiles Fajr-5 de largo alcance fueron utilizados por las facciones gazauis hasta el día antes de la tregua.

Pero la coalición de derecha gobernante en Israel tenía que medir sus pasos porque las elecciones están a la vuelta de la esquina. Si este consigue la total paralización del lanzamiento de cohetes desde Gaza y la tranquilidad de las ciudades del sur hasta las elecciones gracias a la tregua alcanzada, el Gobierno podría traducir su expedición bélica en una nueva victoria electoral. Y si la tregua no funciona, Israel se ha guardado la carta de la invasión por tierra para cuando cuente con el apoyo internacional.

El viceprimer ministro, Dan Meridor, resumía así la estrategia ante los medios: "Si Hamás no ha aprendido la lección, tenemos todas las opciones en nuestras manos, ahora ya con la legitimidad de que lo hemos intentando". Y si, además, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, le promete apoyo en caso de que Hamás rompa la tregua y una notable colaboración económica a la ampliación de la Cúpula de Hierro defensiva, Netanyahu se deja convencer.

Sin embargo, y por el momento, es Hamás es el que más alto puede cantar victoria. Hasta ahora, la facción tenía mucho poder dentro de los límites de Gaza, pero muy poca influencia en la escena internacional. Pero desde que comenzó la escalada de violencia, en todas las deliberaciones diplomáticas, su Gobierno ha sido tratado como el de un estado de facto con voz propia, y multitud de líderes políticos del mundo árabe, incluidos el emir de Catar -dueño de Al Jazeera- y el primer ministro egipcio, Hisham Kandil, han peregrinado hasta la franja palestina.

Militarmente, la Gaza bajo bloqueo ha conseguido hacer frente a uno de los ejércitos más poderosos del mundo demostrando que su radio de acción, mediante sus cohetes de largo alcance comprados a Irán, excede con mucho los límites amurallados de la franja y puede sembrar el miedo en el mismo corazón de Israel. La gran perdedora de esta guerra es la Autoridad Nacional Palestina. Obligada a observar la muerte de 164 de sus ciudadanos desde un rincón sin poder actuar ni aportar una voz de peso a las negociaciones de cara a la tregua, su imagen es ahora, a los ojos de los palestinos, la de una autoridad sumisa e impotente. En cambio, Hamás, que hasta hace poco también comenzaba a ser objeto del escepticismo y el hartazgo de su población, es visto ahora por muchos (aunque sea por ahora) como el valiente, el orgulloso, el íntegro.

La ANP continúa con su estrategia y el pasado 30 de noviembre logró un triunfo histórico con el reconocimiento por parte de la Asamblea General de la ONU del estatus de estado observador para Palestina, una iniciativa que tanto EEUU como Israel hicieron todo lo posible por frenar. Occidente quiere que el presidente de la ANP, Mahmud Abbas, siga siendo el representante palestino, pero si sus ciudadanos comprueban que el Gobierno de Hamás tiene voz, voto y capacidad de reacción frente a Israel mientras que la ANP se ve boicoteada una y otra vez por Estados Unidos, se estará echando piedras sobre su propio tejado.

El alto el fuego entre Gaza e Israel es aún frágil. Si la tregua se rompe e Israel lleva a cabo la anunciada incursión por tierra en la franja, los portavoces de Breaking the Silence (soldados que cuentan su experiencia) advierten de que esta podría ser incluso más demoledora que la de la operación Plomo Fundido. El fundador de la organización, Yehuda Shaul, señala que "todo cambió tras la guerra de Líbano en 2006, que se entendió como una derrota tras la muerte de 116 soldados y 41 civiles y las continuas manifestaciones de los familiares de los reservistas para que el Gobierno devolviese a los soldados a casa". De cara a la operación Plomo Fundido, "la prioridad pasó a ser el mínimo número de bajas posibles".

La estrategia bélica pasó a ser organizada de la siguiente forma: "Primero hubo un ataque aéreo, luego una incursión por tierra liderada por reclutas y finalmente entraron los reservistas, los menos entrenados". Otras de las normas no escritas, que fue la que elevó rápidamente el número de víctimas en Gaza, fue "la de usar el fuego de cobertura para evitar todo daño a las tropas israelíes". Según Shaul, "para facilitar el camino de los soldados, o se bombardeaba o se disparaba con artillería pesada que, además, tenía un margen de error demasiado grande para áreas pobladas".

"Durante la Segunda Intifada, en Gaza, era necesaria la aprobación del jefe de la división para realizar un disparo de artillería; en la operación Plomo Fundido, un operador de tanque de 19 años disparaba 50 veces en dos días", afirma. Las instrucciones que los soldados recibían de sus superiores "eran tan asombrosas que a mí, que llevo escuchando declaraciones de los soldados desde 2004, me costaba creerlas", afirma Shaul.

"El oficial al cargo de un batallón le dijo a un soldado antes de entrar: Tenemos el mejor traductor árabe de todos, un lanzagranadas". Entre los reservistas que esperaban para entrar en Gaza, varios rabinos radicales repartían folletos en los que se recordaba a los soldados los sitios del cuerpo a los que disparar y en los que se podía leer: "Tenemos cuatro enemigos: Irán, Hamás, la ANP y los palestinos en Israel". Estos testimonios cobran relevancia si se tiene en cuenta que la incursión por tierra no está descartada por Israel.