MANILA. El estado de calamidad ha sido declarado en las provincias del Valle de Compostela, Davao Oriental y Surigao del Sur, en la sureña isla de Mindanao, debido a la extensión de los daños causados por el tifón que entró en el país el martes y salió el jueves.
Entre el Valle de Compostela y Davao Oriental ha habido 416 muertos, de una lista donde solo se han identificado 73 cadáveres hasta el momento.
El presidente de Filipinas, Benigno Aquino, visitó hoy estas dos provincias acompañado de una comitiva nutrida de ministros (Interior, Defensa, Sanidad, Transporte, Bienestar Social, Energía, Comunicaciones y Medio Ambiente) que iban anotando las instrucciones del jefe del Estado.
"Tenemos que conseguir que no se produzcan muertes cada vez que sucede un desastre (...) Este no es el momento de discutir. Este es el momento de trabajar", señaló Aquino en un momento de su recorrido, según la televisión ABS-CBN.
El mandatario primero visitó en helicóptero la población de Nuevo Bataan, de unos 48.000 habitantes y en el Valle de Compostela, considerada una de las "zona cero" de esta catástrofe por el estado en que ha quedado el lugar y los 110 cadáveres que se ha recogido en ese área.
Mientras repartía paquetes de comida a las alrededor de 2.000 personas que viven apiñadas en el gimnasio de la localidad desde el martes, Aquino prometía a los damnificados ayuda estatal y que iba a hallar la forma de evitar que se volviese a repetir la catástrofe.
"Por favor, colaborad con nosotros y mejoraremos vuestra situación lo antes posible", decía el dignatario.
Ecologistas y especialistas han atribuido parte de la tragedia sucedida en el Valle de Compostela a la tala y las minas ilegales que socavan sin control las montaña de esa provincia.
Además de la orogénesis, la provincia cuenta con una red fluvial que se desbordó con las copiosas lluvias que acompañaban a "Pablo", el nombre local que le dieron los filipinos al tifón.
Muchos supervivientes han declarado que el martes bajó una riada de agua de las montañas que barrió sus casas, algunos dicen que les llegaba por los hombros y otros que era tan alta como un cocotero.
La aldea de Andap, en Nuevo Bataan, forma un cauce natural y allí perdieron la vida cerca de 80 civiles y soldados en una riada que se llevó por delante el cuartel y viviendas.
El gobernador del Valle de Compostela, Arturo Uy, mantiene que la cantidad de agua descargada por "Bopha" superó todas las previsiones y fue la causa de la actual tragedia.
Las personas acogidas en los centros de evacuación necesitan comida, ropa y otras necesidades básicas; algunos pasados dos días han optado por irse con familiares o intentan regresar a sus hogares, a lo que queda de ellos.
El tifón, en su recorrido por Filipinas, ha destruido 17.585 casas, muchas de ellas chamizos, y ha dañado otras 11.002, según los datos del Consejo Nacional de Prevención y Respuesta a los Desastres.
En la población de Lingig, en Surigao del Sur, todavía no tenían luz hoy y las condiciones del centro de evacuados era "bastante malas", declaró a Efe por teléfono la madrileña Sofía Giménez, de Acción Contra el Hambre, quien ha visto a los afectados "bastante desorientados y alicaídos".
"Necesitan comida, agua, no tienen acceso a agua potable, para ir al baño tienen que ir a casa de los vecinos", indicó Giménez sobre los damnificados en Lingig, pero también ha visitado con un equipo las otras zonas más afectadas en Surigao del Sur.
Con la cooperación de las Fuerzas Armadas, unos equipos buscan cadáveres entre los escombros, otros atiende a los damnificados o se encargan de restablecer el servicio eléctrico o de reabrir carreteras cortadas o de buscar soluciones temporales a los puentes que colapsaron.
La ONU, Australia, Canadá, Estados Unidos y otros países y organizaciones han ofrecido asistencia a las víctimas, parte de las cual será canalizada a través de la Cruz Roja.
"Bopha" ha resultado ser el peor tifón que ha visitado Filipinas este año y cierra una temporada que empieza por lo general en junio y concluye en noviembre.
El año pasado ocurrió algo parecido con "Washi", que visitó inesperadamente al archipiélago filipino una semana antes de Navidad y mató a unas 1.200 personas.