washington. El presidente estadounidense Barack Obama aplica una estrategia ambigua ante la espiral de violencia en Oriente Medio: públicamente condenó el ataque con cohetes de Hamás contra Israel, pero al mismo tiempo pidió al jefe de Estado egipcio, Mohamed Mursi, que utilice su influencia en la región. El portavoz gubernamental Jay Carney calificó de "cobardes" los ataques del movimiento radical islámico Hamás. Sin embargo, de las ofensivas aéreas israelíes sobre la Franja de Gaza no dijo una palabra. Algo diferentes sonaron, en cambio, las declaraciones del portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner. "Pedimos a Egipto que utilice su influencia en la región para frenar la escalada", señaló.

Inmediatamente después del último estallido de violencia, Obama tomó el teléfono y llamó a El Cairo. El problema es que actualmente Estados Unidos tiene pocas posibilidades de influencia en la zona. Las revueltas de la primavera árabe modificaron por completo sus relaciones con la región y los socios tradicionales fueron expulsados.

"Las opciones de Estados Unidos son pocas", consideró el experto Aaron David Miller, quien asesoró a media docena de gobiernos en Washington. "Estados Unidos debe confiar en sus socios tradicionales: Israel, Egipto y Arabia Saudí". Mientras Washington evita criticar la actuación de Israel, los periódicos de EE.UU. no se quedan callados y rechazan claramente los ataques contra la Franja de Gaza por parte del Gobierno Netanyahu. >dpa