Damasco. La guerra en Siria ha transformado un férreo estado policial en el escenario diario de secuestros y robos, que han pasado de ser inusuales a convertirse en algo cotidiano para las familias, víctimas de una inseguridad rampante. Hasta marzo de 2011, en Siria este tipo de delitos eran casi inexistentes, pero la realidad social, más allá de los devastadores efectos de la guerra, ha dado un vuelco.

Desde entonces, la gente que ha sufrido ese tipo de experiencias cuentan historias espeluznantes sobre sus secuestros y el trato que recibieron durante su cautividad. Generalmente, el blanco de los secuestradores son familias pudientes que viven en barrios acomodados o las que tienen funcionarios entre sus miembros, ya que se les suele considerar "colaboradores del régimen".

Afortunada es la persona que sale viva, aunque sea con heridas leves, de un rapto perpetrado por bandas armadas desconocidas, que suelen pedir elevados rescates. Una de ellas es el joven Mayd, un estudiante de 17 años de Damasco que tuvo la suerte de haber sobrevivido a un secuestro para poder contarlo. El mes pasado, cuando salía de su escuela en el centro de Damasco, una desconocida de unos veinte años de edad se le acercó para preguntarle cómo llegar a una calle, según relataron a Efe miembros de su familia.

Cuando Mayd le estaba señalando con el dedo el camino que debía tomar, un hombre se precipitó sobre él y le forzó a entrar en un coche aparcado en las proximidades. Este era el comienzo de un secuestro perpetrado por una banda criminal que más tarde llevaría a cabo una serie de negociaciones con su familia para sacar partido de su liberación. Horas después del rapto, uno de los secuestradores realizó una llamada telefónica aterradora a sus parientes: "Si queréis ver a vuestro hijo tenéis que pagar siete millones de libras sirias (casi 100.000 dólares)". Moneda común en otros países, pero una práctica totalmente ajena a la sociedad siria, el calvario de la familia se convirtió en horas eternas junto al teléfono, con la esperanza de una llamada que les dijera que el joven seguía vivo.

Solo en escasas ocasiones, los raptores permitieron a su madre o a su padre hablar con Mayd. Finalmente, el episodio se saldó con el pago de un rescate de un millón de libras sirias (unos 25.000 dólares).

No hay lugar seguro Mayd tuvo suerte porque en otros casos, que se cuentan por cientos a lo largo y ancho del país, no ha habido un final feliz y la víctima del secuestro ha aparecido muerta en alguna zona remota. Y es que la historia de Mayd es tan solo una de tantas que ocurren todos los días en Siria, escenario de un conflicto que comenzó hace más de un año y medio y que se complica cada vez más con el paso del tiempo.

Por ello, las perspectivas de futuro en el país en cuanto al restablecimiento de la seguridad y la disminución de los delitos no son muy halagüeñas, con un régimen completamente volcado en la lucha contra los rebeldes. En la situación actual, ningún lugar es seguro en territorio sirio, ya que los comisarías de Policía suelen ser objetivo de los ataques de los combatientes del Ejército Libre Sirio (ELS), lo que disuade a muchos ciudadanos de a pie de acudir a ellas para denunciar los secuestros o robos.

El panorama es desesperanzador para los ciudadanos sirios, que aparte de sufrir las consecuencias de un conflicto armado están desamparados ante la delincuencia en las calles de sus ciudades y pueblos. Los sirios no han podido ni siquiera disfrutar en paz de la festividad musulmana del Sacrificio, ya que la anunciada tregua entre el régimen de Bashar al Asad y los diferentes grupos armados no se ha respetado en ningún momento. Ayer, tecer día de la supuesta tregua, murieron 52 personas y la oposición ataques aéreos en las afueras de Damasco.