Vitoria. EL odio chino hacia Japón no ha nacido entre unos minúsculos islotes en medio de ninguna parte ha sido cocinado durante más de un siglo. La actual crisis estalla sobre el polvorín de una larga y profunda enemistad. En 1931, concretamente el 18 de septiembre de ese año, el Ejército japonés dinamita un tren para acusar a China y, de esta forma, iniciar la toma de Manchuria. Este acto, conocido como el incidente Mukden se conmemoró el pasado día 18 en medio del conflicto por los islotes del Mar de China, dando lugar a manifestaciones y actos antijaponeses por todo el país. Este incidente ha sido comparado con el incendio del Reichstag (Parlamento alemán) por los nazis del que culparon a los comunistas propiciando una oleada de detenciones masivas por toda Alemania e instaurando el terror entre todo aquel que no militara en el partido nazi.

hiroito, el imperio del terror Pero no es esa la única similitud entre el nazismo y el régimen del emperador Hiroito. Durante la ocupación de China, los japoneses acabaron con la vida de 35 millones de personas. Asesinatos, violaciones, la utilización de miles de mujeres chinas como esclavas sexuales y de parte de la población del país en experimentos químicos y bacteriológicos, explican la presencia de enormes cicatrices en las relaciones entre ambos países. En 1937, tras la caída de la ciudad china de Nanjing, los soldados japoneses entraron en la ciudad, mataron a 300.000 personas y violaron a 20.000 mujeres. Y al finalizar la II Guerra Mundial la retirada del Ejército nipón dejó esparcidas por China unas 700.000 armas químicas, construidas tras los experimentos realizados con la población civil.

Durante la guerra, la temida Unidad 731 habría matado a unos 3.000 chinos directamente en sus experimentos y otros 200.000 habrían muerto afectados por dichos ensayos. Incluso en esos experimentos, los científicos los japoneses llegaron a diseccionar a personas vivas. Una vez finalizada la guerra, una serie de incidentes menores han venido recordando a los chinos todo aquel horror. En 2003 saltó a la luz que un grupo de 400 turistas japoneses celebraron la ocupación japonesa de China en una orgía con 500 prostitutas chinas.

Dos años más tarde, un tribunal japonés negaba la indemnización a 10 chinos supervivientes de los experimentos de armas biológicas en seres humanos. Ese mismo año el primer ministro japonés Junichiro Koizumi se veía obligado a pedir perdón, aunque sin pronunciar la palabra China, por los abusos cometidos durante la II Guerra Mundial. El presidente pronunció esas palabras durante la cumbre Asia-África de Yakarta para tratar de detener una oleada de protestas antijaponesas en China por otra medida adoptada por Tokio que hería la sensibilidad de los chinos. Y es que los libros escolares japoneses iban a minimizar las atrocidades cometidas por Japón durante la ocupación de China.

el nuevo imperio económico Durante la posguerra, de la mano de EEUU, Japón volvía a convertirse en imperio, esta vez económico, continuando con su influencia en la zona, pero las sucesivas crisis del capitalismo han dejado seriamente tocada a la economía nipona, mientras que China se levanta como un gigante en el comercio mundial. Las necesidades exportadoras japonesas encajan en el inmenso mercado chino y al revés..., hasta que han vuelto a estallar las hostilidades. Japón es un país dependiente energéticamente, con un apagón nuclear a la vuelta de la esquina, y la posibilidad de la presencia de hidrocarburos bajo unos pequeños y abandonados islotes ha obligado a Tokio a dar el paso. La compra de esas islas abandonadas ha enfurecido a Pekín y sembrado la ira en la población china, ya habituada a levantarse contra las decisiones de Tokio que les afectan, tanto de manera económica como sentimental. La oposición es casi visceral, tan irracional como profunda. Y es que, como ocurre con el pueblo judío y el Holocausto, los chinos se niegan a olvidar todo aquel sufrimiento.