Damasco. Hay cadáveres en las mezquitas, en las calles, en los campos. Son testigos silenciosos de la batalla en la pequeña localidad de Dariya, una lucha en la que no hubo compasión, ni para los civiles inocentes ni para los presos. Con las imágenes grabadas en vídeo y las informaciones que salen a la luz un día después del fin de la ofensiva militar en esta localidad de la periferia de Damasco se puede reconstruir más o menos lo que allí ocurrió. Según los Comités de Coordinación Local (CCL), se trata de la mayor masacre desde el inicio de la rebelión hace 17 meses. En este sentido, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con sede en Londres, denunció el hallazgo de al menos 329 cuerpos desde el sábado -la mayoría de las víctimas parecen haber muerto los días previos a esa fecha-. Según los opositores, muchos de los cuerpos tenían signos de haber sido "ejecutados" por el Ejército.

El régimen de Al Asad comenzó una gran ofensiva contra el cinturón meridional de Damasco, donde residen numerosos focos rebeldes. Después de que la cifra de insurgentes armados aumentase en esta región al sur de la capital, el Ejército abrió fuego con artillería. Dariya se encuentra en la línea de suministro de los insurgentes en la capital siria. Los helicópteros salieron para atacar a los adversarios del régimen. Los revolucionarios sirios, pobremente armados tuvieron que ceder, tras lo cual las tropas del presidente Bashar al Asad avanzaron por la ciudad y dispararon a decenas de hombres, sobre todo jóvenes.

No se descarta tampoco que algunos de los muertos fuesen presuntos simpatizantes del régimen, que fueron abatidos por las brigadas revolucionarias. Y es que el conflicto ha hecho fermentar entre los insurgentes una cultura de venganza. A diferencia de los desertores, que se han unido al Ejército Libre de Siria (ELS), muchos combatientes luchan bajo el estandarte del islam suní y ven como enemigos a la minoría alauí, a la que pertenece principalmente la cúpula del poder en Siria y su milicia. Han secuestrado y matado también suníes, si a su consideración eran cómplices del régimen de Al Asad.

Tras las denuncias de esta nueva masacre, Al Asad dijo que el complot de "las fuerzas externas" contra Siria va dirigido contra toda la región y que su país no permitirá que este plan tenga éxito "sea cual sea el precio". "El pueblo sirio no va a permitir que este plan cumpla con sus objetivos sea cual sea el precio", aseguró el presidente durante una reunión en Damasco con el presidente de la Comisión de Seguridad Nacional y Política Exterior del Parlamento iraní, Alaedin Bruyerdi. Por su parte, el Consejo Nacional Sirio (CNS), organismo que intenta agrupar a la oposición al régimen, pidió en Estambul una intervención militar a cargo de la comunidad internacional. Abdelbaset Sieda, presidente del CNS, denunció la masacre ocurrida el sábado en Daraya y urgió a imponer una prohibición de vuelos militares en Siria, aunque advirtió de que ya no bastaría con esa medida pues considera necesaria una intervención militar directa.

Bombardeos Y mientras, las fuerzas de Al Asad centraron ayer sus ataques en la periferia de Damasco y en la provincia de Deraa (sur). La población más afectada fue la de Basra el Sham, en Deraa, donde los bombardeos efectuados desde helicópteros causaron una treintena de muertos, la mayoría en los barrios occidentales. El activista Qaysar Habib, representante de la red Sham en Deraa, explicó que por el momento han identificado a 34 fallecidos y que son necesarios médicos para atender a los numerosos heridos, una cifra confirmada por los opositores CCL.

"La mayoría de los fallecidos son mujeres y menores. Los bombardeos no distinguen entre los civiles, el Ejército Sirio Libre y la población leal al régimen", denunció el activista, quien agregó que la ofensiva afectó también a las casas de la minoría alauí. Los bombardeos aéreos también castigaron la ciudad de Deraa y algunas localidades cercanas. Mientras, las tropas del régimen emplearon tanques y helicópteros para bombardear las localidades de Al Sabina, Al Abada, Zabadani y Zamalka, en los alrededores de la capital siria.