Oslo. El asesino confeso de 77 personas en Noruega, Anders Behring Breivik, está dispuesto a apelar si es declarado enfermo mental y, por tanto, no imputable. "Esta convencido de que si es declarado imputable no apelará, pero si es declarado legalmente enfermo mental apelará", explicó el abogado de Breivik, Geir Lippestad, tras reunirse con él en la prisión de Ila, cerca de Oslo. Breivik se enfrenta a una pena máxima de 21 años de cárcel si es declarado imputable, una condena que podría prorrogarse si es considerado un peligro para la sociedad. En caso de ser declarado no imputable, será recluido en un centro psiquiátrico. Lippestad informó a Breivik de las declaraciones que podrá hacer tras la lectura de la sentencia, en las que solo podrá mencionar sus razones para apelar, pero no podrá comentar el fallo ni hablar de su ideología.
El estado mental de Breivik, de 33 años, ha generado un debate sin precedentes, centrado en torno a los dos exámenes psiquiátricos que se le han practicado y que concluyen con diagnósticos opuestos. Para el primer grupo de expertos que lo examinó, se trata de un enfermo mental víctima de sus delirios de grandeza y que se cree que puede salvar al mundo y decidir quién debe morir, a partir de su pertenencia a una red de Caballeros Templarios presuntamente surgida de su imaginación.
Los otros psiquiatras no observaron, en cambio, síntomas de esquizofrenia paranoide, al igual que el personal de la cárcel donde permanece encerrado, ni de que se encontrara en estado psicótico, aunque sí le diagnosticaron un trastorno disocial. Sus ideas sobre la cruzada contra el Islam y el multiculturalismo que están "destruyendo" Noruega y Europa se enmarcan en un contexto de ultraderecha y ahí adquieren sentido, sostienen esos expertos, opinión compartida por la defensa del acusado.
Durante los dos meses del juicio, Breivik luchó por presentarse como un militante nacionalista, acusando a la Fiscalía y al primer equipo de psiquiatras de ridiculizarlo para que parezca un loco. Aparte de algún arrebato de ira contra los fiscales, Breivik se ha mostrado comedido y ha logrado desarrollar un discurso más o menos razonado, aunque extremista, reconocido por expertos y militantes de ultraderecha que han declarado ante el tribunal. Pero no ha conseguido eliminar las dudas que sobre su estado mental plantean detalles como la existencia de esa red europea, sus contactos en Liberia y en Londres con otros correligionarios o su afición, por momentos abusiva, a los juegos de rol bélicos.
Lo que sí ha evidenciado Breivik es una frialdad extrema ante las declaraciones de supervivientes o la reconstrucción de los ataques, en especial la matanza cometida en la isla de Utoya, donde murieron 69 personas en el campamento de las Juventudes Laboristas. Breivik, que atribuye su falta de emociones a técnicas de meditación japonesas, solo se emocionó en la primera vista, cuando se proyectó un vídeo propagandístico elaborado por él mismo. Tampoco se ha mostrado arrepentido, todo lo contrario, ya que se reafirmó en lo hecho y lamentó no haber matado al medio millar de jóvenes que había en Utoya.