Beirut. La llaman "calle de Siria". La zona, en la ciudad libanesa de Trípoli, es el lugar donde a pequeña escala se está reproduciendo el conflicto del país vecino. En los últimos enfrentamientos, iniciados el pasado lunes, han perdido la vida diez personas y más de un centenar han resultado heridas, según fuentes médicas. Las batallas callejeras entre los suníes del barrio Bab al Tabbaneh, que apoyan a los rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS), y sus rivales alauíes de Yabal Mohsen no son nuevas y se han reavivado en varias ocasiones durante los 17 meses que dura el conflicto sirio.
La "calle Siria", que discurre por una empobrecida zona de la segunda ciudad más grande de Líbano, está considerada como la línea de demarcación entre las zonas rivales. Nadie se siente seguro allí. Las fachadas de las casas han sido alcanzadas por disparos y las granadas han dejado huellas en las calles abandonadas. Los francotiradores y las milicias armadas están a la orden del día.
Mucha gente ha huido y quienes se han quedado se ocultan en las calles posteriores del barrio. Desde una montaña cercana disparan los seguidores del régimen sirio de Bashar al Asad y quienes apoyan a los opositores responden a esos ataques. "Ahora vivimos una breve tregua pero no durará. Ambas partes siguen alerta", opina Hanadi Abi Samra, una de las habitantes del lugar. En los enfrentamientos de comienzos de semana, el salón de su casa se vio afectado por el fuego cruzado casi sin pausa, así que tuvo que permanecer hasta doce horas escondida en el baño junto a su marido y sus dos hijos. "Estoy cansada. Me mudo hoy mismo", manifestaba ayer.
Tensión sectaria Las batallas de esta semana han sido las peores vividas por los vecinos del barrio Bab al Tabbaneh desde el inicio del conflicto en el país vecino, y la presencia del Ejército libanés no parece causar efecto. "Estamos sobre aviso, los alauíes siguen disparando sobre nosotros", explica el suní Abu Abed, apuntado con su ametralladora a sus adversarios de la montaña. "No pararemos hasta que depongan sus armas y dejen de matarnos", asegura el Abed, vestido con sombrero de cowboy y camiseta sin mangas.
"Se han dispuesto cañones, lo que significa que ambas partes se están armando y se preparan para nuevos enfrentamientos", señala el vendedor Abu Mohammed. Entretanto, el primer ministro libanés, Nahib Mikati, suní procedente de esta ciudad, ha llamado a ambas partes a poner fin a los enfrentamientos. "Llamamos a todos los habitantes de Trípoli a no permitir que les involucren en las luchas que sólo acarrean muerte y destrucción", pidió Mikati. El destino de Al Asad determinará también el futuro de Líbano y de la "calle Siria", pues la política de ambos países está profundamente interrelacionada. "Nadie sabe qué pasará. Al final los ciudadanos pagaremos las consecuencias", explica Rami al Sheish, comerciante de Yabal Mohsen. Para él, no es una opción abandonar su barrio. Por miedo, pero también por incertidumbre.
La revuelta en Siria ha agravado las tensiones sectarias en el Líbano, que vivió 30 años bajo hegemonía siria, y el país se mantiene dividido entre adversarios y partidarios de Al Asad, aunque las autoridades han evitado tomar posiciones en ese conflicto. Mikati se ha mostrado inquieto por "las tentativas, cada vez mayores, de arrastrar al Líbano al conflicto sirio". Frente a esta situación, la ONU ha instado a la comunidad internacional a apoyar más al Líbano frente a los riesgos de desestabilización vinculados al conflicto sirio.
"Mientras la crisis en Siria continúa deteriorándose, la situación en el Líbano es cada vez más precaria y el apoyo internacional al Gobierno y a las Fuerzas Armadas libanesas es cada vez más importante", dijo el miércoles el subsecretario general de la ONU para Asuntos Políticos, Jeffrey Feltman, ante el Consejo de Seguridad.