LA batalla por Alepo continúa y los rebeldes sirios aseguran haberse apoderado de un tercio de la segunda ciudad y motor económico del país. El incremento de la eficacia del Ejército Libre de Siria (ELS) y el creciente número de deserciones hacen pensar que el punto de inflexión en este conflicto se ha empezado a cruzar. Los propios aliados de Siria han comenzado a replantearse sus alianzas y estrategias regionales; pero, al otro lado, la coalición contra Al Asad es un mosaico de intereses en muchos casos irreconciliables que emborrona las posibilidades de un final pacífico del conflicto. Kofi Annan denunciaba esta "destructiva competición" como uno de los motivos para dimitir de su misión en el país: "Siria aún puede ser salvada si la comunidad internacional muestra el coraje necesario de dejar a un lado sus intereses particulares por el bien de los sirios."

En contra A estas alturas es un secreto a voces que la oposición al régimen no podría haber llegado tan lejos sin una campaña regional respaldada por EEUU, Turquía, Catar, Arabia Saudí y algunos países europeos. Todos ellos desean la caída de Al Asad y la restitución de un poder suní en Damasco que quiebre la línea de poder chií de Irán hasta el Mediterráneo. Pero la forma y el fondo es completamente diferente para cada uno: Turquía impulsará a los Hermanos Musulmanes para crear en Siria una situación parecida a la de su país, con un gobierno islamista pero democrático.

El objetivo de Arabia Saudí y Catar es justamente evitar el ascenso de los Hermanos Musulmanes y convertir Siria en un país islámico, para lo cual han enviado a sus luchadores salafistas (la rama suní más radical) a aportar su experiencia y repartir sus armas entre los rebeldes, muchos de los cuales, ante la superioridad del Ejército sirio, los han aceptado. Occidente, en su objetivo de contener a Irán, desea sobre todo que no se desate el caos y apuesta por una transición controlada. No ven con buenos ojos a los salafistas, aunque de momento se sirven de ellos. EEUU, posee, además, un interés particular: mermar la influencia de Rusia, su histórico competidor, en Oriente Medio.

A favor Una larga lista de prósperos tratados comerciales con Irán y el deseo de impedir el avance de la influencia occidental en Oriente Medio llevan a China a vetar todas las resoluciones de la ONU contra Siria. A Irán, principal aliado de Siria, le apremia mantener su línea de poder hasta el Mediterráneo; sin embargo, empieza a ver que las tornas se vuelven contra él y que se podría quedar aislado; y sus aliados se han dado cuenta.

Hamás, cuyo líder político en el exilio, Jaled Meshal, poseía su oficina en Damasco, se ha mudado a Catar y declara ahora abiertamente su apoyo a los rebeldes. Y Hezbolá, su aliado más próximo en Líbano, ha mostrado signos de restricción y se mantiene silencioso, quizá ahora prefiriendo mantenerse en el mero rol de movimiento de resistencia libanesa.

Rusia, el país más poderoso en el lado de Al Asad, se ha convertido en el pie de la balanza. No ha dejado de apoyar al régimen, pero se declara abierto a escuchar alternativas. Con Siria como aliada, Rusia puede acceder al Mediterráneo a través de su base naval en Tartus; además, Siria es el séptimo mayor cliente mundial de la industria militar rusa. Pero, sobre todo, Moscú no está dispuesto a perder una influencia histórica en esta área que ha obligado en muchas ocasiones a Estados Unidos a depender de él para tratar los asuntos de la región.

Transición Rusia es el país que posee más contactos entre las fuerzas de seguridad e inteligencia sirias, lo cual lo convierte en el único capaz de encarrilar la transición moderada y controlada que Occidente desea. En las últimas semanas, desde el presidente estadounidense, Barack Obama, hasta el primer ministro turco Tayip Erdogan, pasando por el mandatario francés, François Hollande, han consultado con Vladimir Putin sobre la situación en Siria.

La transición moderada era defendida también por el mediador de las Naciones Unidas y la Liga Árabe, Kofi Annan, y Occidente, temeroso de que la situación siria derive en casos similares a los de Irak o Libia, se muestra dispuesto a mantener ciertas piezas del régimen para evitar el vacío de poder y el caos. La administración estadounidense hacía explícita está intención la semana pasada, avisando públicamente al ELS de que "no se debe disolver todo el aparato de gobierno y de seguridad si Al Asad sale del poder, porque estas instituciones serán necesarias para una transición política". El conocimiento de este hecho por parte de algunos sectores del régimen podría propiciar mayores deserciones y golpes de poder en el interior del mismo régimen sirio, y este movimiento es algo que incluso los aliados de Siria, Rusia y China, podrían apoyar con tal de mantener su influencia; algo que, a su vez, protegería a Irán del aislamiento.

Arabia Saudí, por su parte, solo se contentaría con un estado islámico suní sirio que igualase y aislase completamente al estado islámico chií de Irán, y que le devolviese su posición de liderazgo en la región. Sus guerreros salafistas luchan por ello en territorio sirio. Dadas las dificultades para conocer los detalles de la situación en el interior de Siria, es difícil saber la opinión de los sirios que luchan contra Al Asad o subsisten como pueden bajo los bombardeos del régimen respecto a las dilucidaciones de los poderes mundiales. Sin embargo, ya no cabe duda de que será difícil que el próximo gobierno o régimen constituya para muchos de los implicados el final de la lucha.