París. Tal y como pronosticaban todas las encuestas los días previos a la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, el candidato socialista, François Hollande, se impuso ayer al actual presidente, el conservador Nicolas Sarkozy, que se enfrenta ahora a la ardua tarea de remontar en la segunda vuelta del 6 de mayo, en la que ambos candidatos deberán repartirse el alrededor del 46% del electorado que ayer votó por los otros ocho políticos. El presidente galo, de la Unión por el Movimiento Popular (UMP), consiguió el 26,9% de los votos, dos puntos porcentuales menos que su rival socialista, candidato del PS, quien logró el 28%. En tercer lugar quedó la ultraderechista del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, con un histórico 19%, seguida del izquierdista Jean-Luc Mélenchon, que se quedó con apenas el 11,7% de los votos, y el centrista François Bayrou, con el 8,7%.
Cinco años después de su llegada al Palacio del Elíseo, Sarkozy se ha convertido en el primer presidente que pierde en primera vuelta de las presidenciales durante la V República francesa y encara ahora el reto del "más difícil todavía". Un desafío que afronta desde una perspectiva bien distinta Hollande, que al poco de conocerse su victoria se presentó públicamente como "el candidato de los que quieren pasar página" y el artífice de "la unión por el cambio".
Cambio de rumbo en Europa "Sé que se me mira más allá de nuestras fronteras", añadió el aspirante socialista, que en su primera comparecencia pública tras el cierre de los colegios electorales renovó su intención de "reorientar Europa" para volver a colocarla en la senda del crecimiento y del empleo. Hollande dijo que tiene ante sí la responsabilidad de lograr una alternancia que dé a los franceses confianza en la acción política. "Agradezco calurosamente a los votantes que me han colocado en esta posición", señaló el candidato socialista, quien interpretó ese apoyo como un "acto de confianza". Por su parte, Sarkozy dijo comprender "los temores" de sus compatriotas y les pidió apoyo para la segunda vuelta. "Conozco los deberes", manifestó el candidato conservador, quien mencionó entre esos "temores" el respeto a las fronteras, el control de la inmigración y la preservación del modo de vida de los franceses. "Los dos candidatos designados para la segunda ronda tienen ante sí el deber de la verdad y de la valentía. Ha llegado el momento crucial, el de la confrontación de proyectos", manifestó el todavía jefe del Estado, que propuso la celebración de tres debates antes de la vuelta del 6 de mayo.
Más allá de la pugna Hollande-Sarkozy, la gran sorpresa de la noche la protagonizó la candidata del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, quien se mostró exultante con los resultados electorales. El vigor demostrado en las urnas por el partido de Le Pen daría la razón a quienes consideraron que la aproximación de Sarkozy al campo de la ultraderecha, sobre todo en la recta final de la campaña, no le proporcionó réditos suficientes.
La segunda vuelta La segunda vuelta se presenta a priori más fácil para el aspirante socialista, toda vez que los votantes de izquierdas en Francia le darán su apoyo, en muchos casos no tanto por su poder de convicción como para ahuyentar cualquier presagio de un segundo mandato de Sarkozy. Tanto la candidata ecologista, Eva Joly, como el del Frente de Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, ya han hecho llamamientos al voto de la izquierda para sacar a Sarkozy del Elíseo. La votación de ayer ya ha sido interpretada como una reacción contra el presidente-candidato, con niveles de popularidad en mínimos históricos para un inquilino del Elíseo, pero también como un respaldo al aspirante concebido como un mal menor.
La confirmación de la cuarta plaza para el líder del Frente de la Izquierda, Jean-Luc Mélenchon, estrella ascendente a lo largo de las últimas semanas, deja sin respaldo en la urnas una subida de popularidad que no ha convencido tanto a los electores a la hora de votar. La victoria de Hollande pone fin a una campaña dominada por los temas esencialmente franceses, por la crisis económica, por la pérdida de la máxima consideración de Francia por parte de las agencias de calificación de riesgo y por la ausencia en el debate de los asuntos de política exterior. Durante las próximas dos semanas los dos rivales tienen ante sí la posibilidad de perfilar sus opciones y de jugar sus últimas cartas, con la mano a favor Hollande y sin poder ahorrar ni una sola baza Sakozy.