Copenhague. Esos objetivos ya los había nombrado en los interrogatorios policiales realizados tras su detención y filtrados por varios periódicos noruegos hace nueve meses.

Su plan inicial era colocar tres coches bomba en Oslo: dos con una tonelada de explosivos cada uno en el complejo gubernamental y la sede del Partido Laborista, y el otro -con la mitad de potencia- en el Ayuntamiento, el Parlamento o el Palacio Real.

El ataque contra la isla de Utya, escenario del campamento de las Juventudes Laboristas y donde cometió una masacre, era una posibilidad que manejaba en caso de no poder realizar los tres atentados con coche bomba, según admitió.

El hipotético atentado contra el palacio se produciría en ausencia de la familia real, ya que herirles "sería inaceptable", pues Breivik dijo hoy ser "seguidor de la monarquía", según la transcripción de su declaración difundida por medios digitales noruegos.

En el caso de salir con vida, su idea era conducir en motocicleta desde palacio hasta Blitzhus, un centro okupa de Oslo, "ejecutar a tantos okupas como fuera posible", y a continuación seguir hasta la sede del periódico "Dagsavisen" y hacer lo mismo.

"Era mucho más difícil de lo que yo pensaba fabricar una bomba, surgieron problemas, no tenía materia prima para hacer suficientes", dijo Breivik, quien reconoció que a finales de junio se dio cuenta de que no le daría tiempo a fabricar otro artefacto explosivo, también por falta de dinero.

El extremista noruego, de 33 años, reveló que manejaba otros planes alternativos, como usar bombas de 50 kilos en combinación con un potente coche bomba, y que otros objetivos eran las sedes de los diarios "Aftenposten" y "VG" y de la televisión pública NRK, además de una conferencia anual de periodistas noruegos.

En varios casos, descartó algunos objetivos porque podía haber muchas víctimas civiles, aseguró.

Breivik hizo estallar una furgoneta bomba el 22 de julio en el complejo gubernamental de Oslo, causando la muerte a 8 personas, en una acción a la que según dijo hoy no esperaba sobrevivir.

A continuación, se trasladó a Utya, a 45 kilómetros al oeste de Oslo, donde perpetró una matanza en la que murieron 69 personas, casi todos menores de 20 años que asistían al campamento de las Juventudes Laboristas.

Su objetivo era castigar a los laboristas, que han dominado la política noruega en las últimas décadas, por su defensa del "marxismo cultural" y su permisividad con la "invasión" islámica que amenaza con "destruir" la población originaria de Noruega y por extensión de toda Europa.