Vitoria. Que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) ha traicionado los ideales de la revolución del 25 de enero es una certeza extendida tanto al interior de Egipto como fuera. Así lo llevan denunciando miles de egipcios en la plaza de Tahrir desde hace casi una semana en la mayor movilización desde la caída del régimen de Hosni Mubarak. El malestar, en cambio, lleva gestándose casi desde que el mariscal Mohamed Husein Tantaui tomara las riendas del país el pasado febrero. Y es que, a ojos de activistas, blogueros y opositores, no hay ninguna diferencia entre el régimen del depuesto presidente y el del mariscal.
A la intención de los militares de perpetuarse en el poder a través de la imposición de 22 artículos supraconstitucionales, se suman las viejas prácticas de represión extendidas durante la era Mubarak que continúan siendo habituales en el Egipto posrevolucionario. No solo eso, el SCAF está llevando a cabo métodos de tortura que no tenían lugar durante el régimen anterior. "El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas ha seguido la tradición de gobernar represivamente de la que tanto lucharon por librarse los manifestantes del 25 de enero", señaló ayer Philip Luther, director del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de Amnistía Internacional (AI), durante la presentación del informe Promesas rotas: las autoridades militares egipcias socavan los derechos humanos. Se trata de un documento demoledor que documenta cada violación de derechos humanos con casos reales.
El informe demuestra que la falta de libertad de expresión y asociación, así como la persecución de activistas, periodistas y blogueros sigue siendo habitual. "El balance del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en el ámbito de los derechos humanos muestra que, tras nueve meses en el poder en Egipto, los objetivos y aspiraciones de la revolución del 25 de enero han sido aplastadas. La brutal y severa respuesta a las protestas de los últimos días tiene todas las características de la época de Mubarak", manifestó Luther. Según el informe, en algunos casos, los abusos son mayores que los del régimen anterior.
Detenciones y tortura En nombre de la seguridad, el régimen militar ha llevado a cabo miles de detenciones de manifestantes, activistas, blogueros, periodistas y trabajadores en huelga, muchos de los cuales han sido torturados. El pasado agosto, las autoridades reconocieron que 12.000 civiles habían sido sometidos a juicios militares desde enero, la mayoría por criticar a la junta militar o por participar en manifestaciones. Asimismo, una treintena de ONG está siendo objeto de hostigamiento por parte de la junta militar, que las acusa de recibir financiamiento ilícito del exterior. Además, se han criminalizado las huelgas de trabajadores con el argumento de que debilitan la recuperación económica del país, después de las pérdidas sufridas tras la revolución, principalmente en el sector turístico.
Las detenciones comenzaron inmediatamente después de que los militares fueran desplegados en El Cairo, Suez y Alejandría el 28 de enero, tres días después de la forzada dimisión de Mubarak, según AI. Muchos de los detenidos, a los que la junta militar ha acusado de participar en saqueos o dañar la propiedad privada, fueron golpeados brutalmente o sometidos a descargas eléctricas durante el tiempo de detención. Es más, algunas mujeres, además de estas torturas, fueron sometidas a "test de virginidad", una práctica que no se conocía durante el régimen de Mubarak. Durante la revolución de la plaza de Tahrir el pasado enero, miles de mujeres pidieron también igualdad y mayores derechos de los que gozaban durante el régimen de Mubarak. Sin embargo, lejos de cumplirse estas promesas, ha habido un claro retroceso en esta materia. La junta militar ha eliminado la cuota de presencia femenina en el Parlamento que estableció el depuesto presidente egipcio, y ahora únicamente se exige a los partidos que lleven a una mujer en sus listas, sin que tenga que estar entre los primeros puestos, lo que reduce sus posibilidades de entrar finalmente en el legislativo. Asimismo, todas las esferas del poder están en manos exclusivamente de hombres, desde los sindicatos al grupo de juristas que reformó varios artículos de la Constitución, entre los que no se encontraba ninguna mujer, por no hablar de la cúpula militar. Tampoco la situación de la minoría copta ha mejorado -de hecho, la represión contra sus miembros ha aumentado-, ni tampoco la de los inmigrantes y solicitantes de asilo que tratan de ingresar en Israel por el desierto del Sinaí, que son frecuentemente reprimidos y, algunos, asesinados por las fuerzas del orden egipcias.
DATOS
l Tortura. Mostafa Gouda Abdel Aal, de 28 años, fue torturadoen el Museo Egipcio de Antigüedades el 9 de marzo después de serdetenido en la plaza de Tahrir. Aal manifestó a Amnistía Internacionalque fue golpeado y llevado arrastras unos 250m por los militares,quienes le preguntaban quién le había dado dinero para viajar desdeAlejandría a El Cairo. Empapado de agua, le fueron aplicadas descargaseléctricas, mientras que uno de los militares le golpeaba brutalmentecon un palo de madera. En ese momento, había en el museo otrosdetenidos, en las mismas condiciones que él. Todos ellos fueron llevadoa una furgoneta, en la que pasaron la noche. Por la mañana fueronpresentados ante un tribunal militar, en el que declararon con heridasy llenos de sangre. Fueron enviados a prisión y liberados dos mesesdespués.
l "Test de virginidad". Después de la represión de unaprotesta en la plaza de Tahrir el pasado 9 de marzo, 18 mujeres fueronenviadas a un centro de detención militar cerca del Museo de El Cairo.Fueron golpeadas, sometidas a descargas eléctricas en el pecho ypiernas e insultadas. Una de ellas, la periodista Rasha Azb, fueliberada horas después, pero las otras 17 fueron desnudadas yregistradas ante la atenta mirada de varios militares. Se les practicóun "test de virginidad", y quienes no superaron la prueba fueronacusadas de prostitución. También fueron acusadas de desorden público,de destrozar la propiedad privada y pública, obstrucción al tráfico yde llevar armas.