Buenos Aires. La victoria de Fernández, que se daba por descontada desde el aplastante triunfo que cosechó en las primarias del pasado mes de agosto, evita la segunda vuelta y abre la puerta a la mayoría absoluta del oficialismo en el Congreso argentino.

La ventaja de la mandataria, anunciada con el 15,5 por ciento del escrutinio, podría acrecentarse en las próximas horas, a medida que se contabilicen los votos de la provincia de Buenos Aires, la más poblada del país y principal bastión peronista.

Alrededor del 76 por ciento del padrón electoral -28,6 millones de argentinos- acudió a votar en una jornada que transcurrió con absoluta normalidad.

Fernández se ha impuesto en todo el país salvo en la pequeña provincia de San Luis -cuna del candidato presidencial Alberto Rodríguez Saá- y ha batido récords históricos en las zonas más empobrecidas.

La moderación y los llamamientos a la unidad que han marcado el último año de gobierno, desde que enviudó del expresidente Néstor Kirchner, han sido, según analistas locales, decisivos para remontar el desgaste que había acumulado en la primera etapa de la gestión que estrenó en 2007.

Además, Fernández ha mantenido la política de derechos humanos iniciada por su esposo, con los juicios a los represores de la dictadura militar (1976-1983), ha mejorado significativamente pensiones y salario mínimo y ha profundizado en estrategias populistas de subsidios, como la asignación universal por hijo.

Políticas que, en conjunto, han permitido ampliar sus apoyos a parte de la clase media urbana como demuestra su triunfo, sin precedentes, en la ciudad de Buenos Aires, gobernada por el conservador Mauricio Macri.

Miles de personas se lanzaron a las calles de Buenos Aires tras el cierre de las urnas para participar en una fiesta popular en la Plaza de Mayo y celebrar el triunfo de su candidata, que comenzó la jornada con una emotiva evocación de la figura de Néstor Kirchner, al emitir su voto en la ciudad patagónica de Río Gallegos, donde tiene fijada su residencia familiar.

Los simpatizantes de su partido, el Frente para la Victoria, tienen además otros motivos para celebrar porque sus candidatos se han impuesto en ocho de las nueve provincias donde se elegía gobernador ganó el oficialsmo.

En la provincia de Buenos Aires, el actual gobernador, Daniel Scioli, ha barrido literalmente, con una ventaja de más de 40 puntos, al peronista disidente Francisco de Narváez, un empresario de origen colombiano que no dudó en reconocer de inmediato su derrota.

También esperado fue el segundo lugar que logró Hermes Binner, que pasa del gobierno de la central provincia de Santa Fe a convertirse en líder de la oposición argentina como cabeza de un Frente Amplio que pretende rendir homenaje a la fuerza homónima uruguaya.

Una sorpresa, pero desagradable, se llevó el candidato radical, Ricardo Alfonsín, que apenas logró el 13,21 por ciento de votos y perdió la segunda posición que había conseguido en las elecciones primarias del pasado agosto.

La derrota de Alfonsín, que basó su campaña en tratar de emular la imagen de su padre, el fallecido Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático tras la dictadura, probablemente llevará a la Unión Cívica Radical a revisar sus errores y replantearse su estrategia política.

El peronista disidente y gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, se quedó con el 7,33 por ciento.

La otra sorpresa del día llegó de la mano del izquierdista Jorge Altamira, un trotskista que ya había logrado un "milagro" en las primarias de agosto al conseguir los votos necesarios para mantenerse en la lucha presidencial y que hoy se impuso a aspirantes más conocidos, como Elisa Carrió, de Coalición Cívica, la gran perdedora de la jornada.

Carrió se apuntó apenas el 1,66 por ciento de los votos y, lejos de renunciar, aseguró que liderará su reducido grupo parlamentario.

Eduardo Duhalde, expresidente, exgobernador de Buenos Aires y caudillo olvidado del peronismo, fue el otro gran derrotado de la jornada, con el peor resultado en su trayectoria política.

Duhalde, que presidió el país entre 2002 y 2003 y designó sucesor a Kirchner, sólo ha cosechado 5,6 por ciento de votos, lo que tampoco le hará renunciar a la política.