EL japonés Iwao Hakamada es el preso que más tiempo lleva en el corredor de la muerte en todo el mundo: 43 años. Fue condenado a muerte en 1968 tras ser declarado culpable del asesinato del jefe de la fábrica donde trabajaba, su mujer y sus hijos. Iwao confesó su culpabilidad tras ser interrogado durante 20 días, sin contar con la presencia de ningún abogado. Más tarde se retractó y declaró que fue golpeado y amenazado por la policía para que firmara la confesión. El juicio fue injusto en todos los sentidos. Además de la confesión, obtenida bajo tortura, los jueces no tenían ni una sola prueba contundente que le vinculara con los crímenes.

Es más, las pruebas aportadas en su contra deberían haber demostrado su inocencia: la ropa manchada de sangre que se encontró en la fábrica era demasiado pequeña para que fuera de Iwao, la puerta por la que se afirmó que había entrado en la casa estaba cerrada con llave y el cuchillo que se utilizó era demasiado pequeño para causar heridas mortales. Aun así fue declarado culpable. "Me llamo Kumamoto Norimichi. Yo era uno de los tres jueces que debía dictar sentencia en la causa instruida en 1968 contra Iwao Hakamada. Objetivamente, las pruebas de que él hubiera cometido el crimen eran prácticamente inexistentes, pero no pude convencer a los otros dos jueces, así que tuve que declararlo culpable. No pude soportar la carga sobre mi conciencia, por lo que a los seis meses renuncié a mi puesto de juez. Todavía hoy me siento culpable. Nunca será suficiente mi arrepentimiento por lo que hice". Este es el testimonio de uno de los jueces del caso, obtenido por Amnistía Internacional (AI). A consecuencia de las duras condiciones del corredor de la muerte, donde no se le permite hablar con otros presos o ver televisión, Iwao padece una enfermedad mental. En Japón, los presos son informados de la ejecución el mismo día y sus familiares después de la misma.