La península del Sinaí ha sido siempre motivo de preocupación tanto para Israel, quien en los acuerdos de Camp David en el 79 prohibió a Egipto desplegar allí su ejército, como para el propio Gobierno egipcio, que nunca fue capaz de asegurar la lealtad de sus habitantes beduinos ni la seguridad en sus concurridos complejos hoteleros en la costa del Mar Rojo. El país árabe argumentaba ya en la época de Mubarak que la falta de control sobre la península se debía a la negativa de Israel a permitir que las fuerzas armadas fuesen apostadas más allá del canal de Suez, razonamiento que el nuevo gobierno militar post revolucionario mantiene.
Los beduinos son el otro quebradero de cabeza del Gobierno egipcio en el Sinaí. El descuido y el aislamiento al que Mubarak los sometía desembocó en ocasiones en la colaboración de los nómadas con organizaciones radicales que les pagaban por su ayuda en el contrabando de armas o en la asistencia en atentados. De hecho, si los responsables del pasado ataque realmente accedieron a Israel a través de Egipto, es difícil de creer que pudieran recorrer casi 200 kilómetros por la península del Sinaí sin su ayuda o al menos sin su vista gorda. "Antes se cometían grandes abusos contra los beduinos", sostiene Mustafa Kamel, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo. "Mubarak los ignoraba mientras que su economía se hundía y sus trabajos desaparecían; y tras los ataques terroristas a Taba, Dahab y Sharm el Sheij, las fuerzas de seguridad arrestaron aleatoriamente a más de 3.000 personas cuando sólo buscaban a 25". Egipto ha negado una y otra vez que los atacantes del último atentado cruzasen por su territorio, incluso Mustafa Kamel lo pone en duda: "Se debe llevar a cabo una investigación que lo esclarezca, porque de momento no existe ninguna prueba". Sin embargo, el Gobierno de El Cairo es consciente de la importancia de controlar el Sinaí tanto para sus intereses internos como para sus relaciones diplomáticas. Por ello, además de haber conseguido el permiso de Israel para desplegar 1.000 soldados con sus tanques, ha anunciado su compromiso de crear una autoridad especial para tratar con los beduinos.
PRESIÓN ISRAEL El reciente atentado fronterizo representa un gran test para los lazos entre Israel, aún disgustado por la pérdida de su aliado Mubarak, y el gobierno egipcio post revolucionario, que tiene mucho que demostrar y que se ve enormemente presionado y condicionado por la opinión pública. Tras la muerte de cinco policías egipcios, entre ellos dos agentes de seguridad y un oficial del ejército, a manos del ejército israelí, miles de manifestantes se congregaron frente a la embajada hebrea en El Cairo para pedir la ruptura de las relaciones con Israel. Quizá presionado por tamaña reacción, la rápida respuesta del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas fue anunciar la retirada del embajador egipcio en Tel Aviv, aunque poco más tarde, tras varios movimientos diplomáticos que incluyeron a Francia, Estados Unidos e Israel, el gobierno militar reculó y achacó todo a un error. "Esa decisión se tomó por consenso y respondía a las demandas de la gente", explica Kamel, quien reconoce la importancia de escuchar a la calle. "Luego no se aplicó, pero creo que hubiese sido mejor escuchar sus peticiones y retirar al embajador durante un par de semanas; algo que muestra nuestra indignación con respecto a lo sucedido pero que no tiene por qué dañar el acuerdo de paz de 1979". Retirar al embajador egipcio de Tel Aviv puede parecer exagerado desde el momento en que hubo 8 víctimas israelíes en unos atentados en los que la negligencia egipcia no se descarta; pero es que la falta de sutileza en las declaraciones de los oficiales israelíes dieron al gobierno militar egipcio en donde más le dolía: lo compararon despectivamente con un Mubarak de cuya imagen se quieren alejar desesperadamente y lo acusaron, en mitad de sus esfuerzos por reformar la vida política y sacar adelante el país, de no saber cómo gestionar la seguridad dentro de sus fronteras. La declaración del exsecretario general de la Liga Árabe y candidato a la presidencia de Egipto Amr Moussa describía el sentimiento de la calle egipcia: "Israel debería saber que la era en la que se mata a nuestros hijos sin una rigurosa respuesta ha terminado para siempre". Y la disculpa israelí, aconsejada por Estados Unidos y pronunciada por el ministro de Defensa hebreo Ehud Barak, en la que Israel no admite responsabilidad por las muertes de los policías egipcios, no es suficiente para reparar el daño. "Decir que lo siente por las muertes es como decir que lo siente por los hambrientos de Somalia o por las víctimas de un tornado. A la gente no le va a parecer suficiente", asegura Mustafa Kamel.
INTERDEPENDENCIA Pero, pese a todo, a Israel y a Egipto no les va a quedar otro remedio que seguir entendiéndose. La economía egipcia, así como su ejército, dependen de los 3 billones que EEUU proporciona al país cada año en concepto de ayuda social y militar, asistencia que Egipto no puede arriesgarse a perder.
La posibilidad de colaboración entre Israel y Egipto en la seguridad de sus fronteras no es algo viable "puesto que la población egipcia no aceptaría tal cosa", señala Kamel. Sin embargo, está completamente seguro de que el acuerdo de paz entre las dos partes no se va a romper. "Egipto quiere mantener la paz con Israel, pero para mantener las buenas relaciones sería necesario renegociar los acuerdos de Camp David de tal forma que podamos hacernos cargo de la península del Sinaí de la manera que creamos adecuado". Por su parte, Israel sigue aislándose cada vez más en la región: alejó a Turquía tras los incidentes relacionados con la flotilla el pasado año; rompió relaciones recientemente con la Autoridad Nacional Palestina al negarse a frenar la construcción de asentamientos y ahora ha tensado las relaciones con uno de los dos únicos países árabes vecinos con los que posee una paz firmada. "Israel confía en el poder de sus armas y en el apoyo de EEUU", apunta Mustafa Kamel, "pero nosotros somos el país árabe más poblado, poseemos el ejército más extenso de la región y somos los únicos que hemos conseguido infligir una derrota a Israel (por la guerra de Yom Kippur en 1973). Pero, sobre todo, somos su posibilidad para demostrar al mundo que es capaz de mantener buenas relaciones y vivir en paz con un país árabe".