Oslo. El firme liderazgo del primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, tras el doble atentado de Anders Behring Breivik ha relanzado a la socialdemocracia noruega, ahora cohesionada y exponente de la voluntad de sobreponerse a la tragedia. Tras una semana de conmoción ante una matanza sin precedentes en un país tradicionalmente pacífico, Oslo quiere mirar adelante, y el rostro que estos días sintetiza la voluntad de superación y la respuesta democrática es Stoltenberg.

Un 80% de los ciudadanos califica de "muy buena" su gestión de la crisis, según una encuesta difundida por el diario conservador Aftenposten. Su mensaje de responder con más democracia al extremismo ha calado en la población, a juicio del politólogo noruego Knut Heidar. Stoltenberg, de 52 años y hasta hace poco tachado de político de escaso perfil, se ha situado a una escala de popularidad solo comparable con la máxima figura de la socialdemocracia, Gro Harlem Brundland, la mujer que dirigió el país durante 15 años. Brundland, asistente al campamento juvenil de la isla de Utoya poco antes de la tragedia, ha acompañado a Stoltenberg en los momentos más difíciles de la crisis como una figura "protectora", apunta Heidar. A medida que pasaron los días, con un Stoltenberg presente e incansable en todo momento, el político ha crecido con personalidad propia, como se ha destacado tanto desde el extranjero como en Noruega, que de pronto ha "descubierto" a su jefe de Gobierno. Stoltenberg, al frente de un gobierno roji-verde desde 2005, ha pasado de ser un político a la sombra de Brundland -y de su padre, el carismático ex ministro de Exteriores, Thorvald Stoltenberg- al "ancla de la nación", como se le denomina estos días insistentemente en el país.

Su Gobierno defendía y defiende, ahora más que nunca, la línea de la tolerancia y la integración de la población inmigrante -el terror de Breivik iba dirigido a "castigar" la "importación masiva de musulmanes" a Noruega-. Al Partido del Progreso, segunda formación del país le ha correspondido, por contra, distanciarse del discurso xenófobo con el que reclutó votos y, sobre todo, de la figura de Breivik, quien militó en esa formación entre 2007 y 2009.

Los analistas advierten que la popularidad actual de Stoltenberg puede ser coyuntural, y es que a su firme gestión de la tragedia se espera que siga una firmeza parecida respecto a la presunta falta de coordinación policial, que se ha comprometido a investigar. La próxima cita con las urnas es cercana, en las municipales de septiembre. Es ahí cuando se evaluará hasta qué punto la matanza de un "lobo solitario" -como califican a Breivik los servicios secretos- ha frenado lo que parecía el imparable avance de las formaciones ultraconservadoras del norte de Europa, entre las que el Partido del Progreso se considera una versión más o menos moderada.