RUPERT Murdoch, fundador, presidente y consejero delegado del imperio mediático News Corp, está atrapado desde hace semanas en uno de esos jugosos escándalos que sus múltiples periódicos y televisiones habrían exprimido sin compasión. A sus 80 años y tras haber creado el segundo mayor conglomerado mediático del mundo, Murdoch ha sido la víctima de su propio estilo de hacer periodismo muy criticado, pero que a él lo ha llevado a situarse en el nivel de los casi intocables y a ser visto como un magnate de prensa de los de manual.

Nacido en Melbourne (Australia) el 11 de abril de 1931 e hijo de un periodista, Murdoch estudió en Oxford y trabajó durante dos años en el diario británico Daily Express, antes de volver a Australia para, a los 22 años, asumir la herencia de su padre. Keith Murdoch, un gran empresario del sector de la comunicación en Australia, le dejó por única herencia el Adelaide News, un pequeño diario que le sirvió de trampolín para hacerse con otros periódicos hasta que en 1964 lanzó The Australian.

Años después, este empresario que ha aparecido tres veces en la lista de la revista Time de los más poderosos del mundo, tenía ya un papel relevante entre la prensa australiana y en el de las influencias políticas a través de los editoriales de sus diarios dando su apoyo a posiciones políticas conservadoras. Considerado como el décimo tercer hombre más poderoso del mundo, en una lista publicada por Forbes en marzo pasado, Murdoch tiene una fortuna valorada en 7.600 millones de dólares. Su patrimonio ha crecido con sus negocios a ambos lados del Atlántico: en el Reino Unido, adonde saltó desde Australia en 1968 cuando compró el ya tristemente célebre News of the World, y en Estados Unidos, donde su imperio se empezó a forjar al comprar el San Antonio Express-News, el tabloide Star o el New York Post.

Con nacionalidad estadounidense desde 1985, Murdoch está en el puesto número 122 de los milmillonarios del mundo y en el 38 entre los 400 más ricos de EEUU, también según Forbes, que la semana pasada señalaba de él, al recapitular sobre la polémica y sus frustradas intenciones de hacerse con la plataforma de televisión por satélite BSkyB, que su prioridad "nunca ha sido crear valor para otros accionistas". "Lejos de ello. Su prioridad es agrandar su poder mediático en los últimos once años, especialmente a través del dineral pagado por The Wall Street Journal".

Querido y odiado, respetado y vilipendiado, envidiado y admirado, Murdoch se ha ganado quizás todos y cada uno de esos calificativos y otros más, que él mismo ha agrandado con su fama de ser un hombre directo, que no se casa con nadie y al que no le ha temblado un dedo a la hora de decidir algunas publicaciones, aún a sabiendas de que eran mera coincidncia con la realidad. Entre esos famosos episodios están los de la publicación en 1983 de unos supuestos diarios de Adolf Hitler en el Sunday Times, de cuya falsedad había sido advertido por el historiador Hugh Trevor-Roper.

Casado en tres ocasiones, es padre de seis hijos, de los que uno de ellos, James, quien está tomando el testigo empresarial, compareció ayer junto a él y su mano derecha, Rebekah Brooks.