Bilbao/Bruselas. La nube de cenizas del volcán islandés Grimsvötn que desde anoche afecta al oeste de Escocia y al norte de Irlanda, no alcanzará previsiblemente el norte de la península y, por tanto, al País Vasco, en las próximas horas, según las previsiones que manejan los técnicos de Eurocontrol y Aena. No obstante, parece que el jueves será la fecha clave para saber si las cenizas terminarán siendo una amenaza para el funcionamiento de los aeropuertos del Estado español. Europa mira de nuevo con preocupación al cielo y a la nube de ceniza del Grimsvötn que podría afectar de nuevo al tráfico del espacio aéreo europeo como ya lo hiciera el año pasado el volcán Eyjafjalla . Por este motivo, la Unión Europea activó ayer por la mañana la célula de coordinación de crisis, que reúne a la agencia europea para el control de la navegación aérea (Eurocontrol), aerolíneas, aeropuertos, la Comisión y las autoridades de aviación nacionales, para clarificar con urgencia las condiciones en las que los aviones podrán volar. Los primeros países afectados, según anunció ayer la portavoz del comisario de transportes, Siim Kallas, serán el norte de Reino Unido e Irlanda pero más allá de este dato consideran que es imposible predecir lo que va a ocurrir.

"Es muy difícil hacer predicciones sobre cómo afectará a otros territorios porque, al contrario de lo que ocurrió el año pasado cuando la situación era estable, tenemos una situación meteorológica muy cambiante", explicaba ayer Helen Kearns. Además, los expertos desconocían hasta ayer tarde el volumen o la densidad de la ceniza del volcán debido a que la erupción se encontraba en una fase muy inicial así que es poco probable que acuerden un criterio absoluto para decidir con qué nivel de ceniza se puede volar o no. Aún así, y pese a las muchas incertidumbres, Bruselas insistió ayer que están preparados. "Los volcanes no obedecen ninguna regla y esta situación evoluciona cada hora pero está claro que, un año después, hemos aprendido la lección y estamos mejor preparados para gestionar la nube que afecta a Europa", advertía el comisario Kallas a través de un comunicado.

Un portavoz de Aena explicó a DEIA que las zonas europeas afectadas y aquellas en las que se espera la llegada de la nube en las próximas horas quedan muy alejadas de la península, por lo que no se prevé ninguna afectación en el tráfico aéreo del Estado más allá de las consecuencias que pueda tener alguna anulación por parte de las compañías que operan vuelos con el Reino Unido. Las mismas fuentes puntualizaron que las últimas mediciones indican que la concentración de cenizas es muy baja en aquellas zonas alcanzadas por la nube, pero que se sigue constantemente su evolución. No hay que olvidar que hace unas horas Eurocontrol advirtió de que tras llegar a Escocia e Irlanda, "si las emisiones volcánicas continúan con la misma intensidad, la nube podría alcanzar el oeste del espacio aéreo francés y el norte de España el jueves".

Según este portavoz, los responsables de tráfico aéreo del Reino Unido han anunciado que dejarán en manos de los operadores la decisión de mantener los vuelos programados o suspenderlos en caso de que tengan que atravesar zonas de riesgo por la presencia de cenizas u otras partículas expulsadas por el volcán.

un mal precedente Aunque las noticias no parecen, de momento, muy preocupantes, todos los ciudadanos que tienen previsto realizar un viaje en las próximas horas o días siguen con expectación el desplazamiento de la nube que ya cubre buena parte de Islandia. Y es que aún está en la memoria colectiva el recuerdo del caos causado hace poco más de un año por otro volcán. En abril de 2010, la erupción del volcán Eyjafjalla provocó el cierre del espacio aéreo europeo durante una semana e interrupciones de vuelos y conexiones que se prolongaron durante un mes más, causando importantes agujeros de ingresos en las aerolíneas y el colapso del transporte aéreo. Las aerolíneas calculan que se cancelaron unos 100.000 vuelos entre abril y mayo, que las pérdidas económicas ascendieron a 200 millones de euros diarios y que más de diez millones de viajeros quedaron bloqueados por la llamada crisis de la ceniza.

Tras aquel episodio, las autoridades europeas dicen haber aprendido para evitar cometer los mismos errores de descoordinación. "Ahora disponemos de un régimen mucho más flexible en marcha que ofrece a aerolíneas y Estados miembros herramientas para mantener el máximo número posible de vuelos teniendo en cuenta la seguridad y las condiciones meteorológicas", aseguraba ayer la portavoz de Kallas. Bruselas, por si acaso, admite que la semana puede ser complicada y que en caso de trastornos en el tráfico aéreo las aerolíneas están obligadas a informar a los pasajeros, reprogramar vuelos o reembolsar el dinero de los billetes.