ciudad de vaticano. El profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, José Ramón Villar, consideraba ayer que "una clave de la prontitud en la beatificación de Juan Pablo II es la petición popular y espontánea ¡Santo ya!, reclamada tras su fallecimiento".
Con motivo del acontecimiento que ayer tuvo lugar en Roma, explicaba que "uno de los criterios que la Iglesia ha seguido a lo largo de la historia para proclamar oficialmente a un beato o santo ha sido el reconocimiento de su santidad por el pueblo cristiano". Así, señalaba que "la Iglesia ha tenido en cuenta este dato junto con muchos otros. Pero es evidente que cientos de miles de voces han reconocido en Juan Pablo II un verdadero testigo de Cristo, no sólo con sus palabras, sino también con su fidelidad al Evangelio", añadía.
El teólogo destacaba el "inmenso" legado de Juan Pablo II para la Iglesia y la historia contemporánea y en este sentido indicó que "durante sus 27 años de pontificado, y en sus 104 viajes apostólicos, se encontró con multitudes de 129 países, con representantes de todo tipo de gobiernos y de religiones, con personas de ideologías variadas". Según Villar, "se cuentan por centenares sus numerosos documentos e intervenciones en los que confirmó en la fe a los cristianos, y señaló las grandes tareas de la Iglesia: la transmisión del Evangelio, la unión de los cristianos, y de todos los creyentes en Dios".
Asimismo, recalca que Juan Pablo II "sacó al debate público las grandes cuestiones de la humanidad: la defensa de la vida, de la justicia y la paz, de los derechos humanos, convencido de que la causa de Dios y la causa del hombre van juntas de la mano. Y siempre contemplando a la humanidad y sus problemas desde Jesucristo, en quien se ha revelado la plenitud de vida para el hombre". Por todo ello, en su opinión, "no es de extrañar que la personalidad y el mensaje de Juan Pablo II hayan encontrado una fuerte resonancia en la Iglesia y en el interior de incontables personas, tanto creyentes como no creyentes". "La proclamación de su santidad será un gran bien no sólo para la Iglesia sino para la humanidad entera, como memoria permanente de las grandes obras de Dios en la historia", concluía.
Juan Pablo II atrajo a multitudes en sus viajes alrededor del mundo, contribuyó a la caída del comunismo en Europa e impulsó el diálogo entre las grandes religiones, pero también mantuvo una postura inflexible en cuestiones morales y de fe que le granjearon no pocas críticas e incomprensiones.