Las manifestaciones se suceden en Siria y el número de manifestantes crece poco a poco, pero el miedo sigue dominando a la población de un estado que, a través de la Ley de Emergencia, controla hasta el último movimiento de sus ciudadanos. Según un residente español contactado en Damasco, que prefiere no dar su nombre, "la Policía mantiene su presencia en las calles y en los corrillos se dice que existen tantos secretas como pósters del presidente. Incluso para los viajes en service (taxi compartido) de una hora entre una ciudad y otra es necesario escribir nombres, apellidos y los números de los carnés de identidad en un registro, previa inspección por parte de la Policía del equipaje. Ésta controla las salidas y las entradas de los vehículos, dándoles permiso para entrar y salir". Asegura, asimismo, que "a los extranjeros se nos mira con desconfianza y la gente evita tener demasiado contacto con nosotros en cuanto nos salimos de las grandes ciudades o de las rutas turísticas".

"Era normal que en los cybers nos pidiesen el pasaporte para fotocopiarlo antes de usar los ordenadores y que cuando usamos un wifi, la conexión nos avise de que no es segura y que la información puede ser vista por otros, pero ahora, además, los móviles de nuestros países de origen funcionan sólo a ratos". Las organizaciones de derechos humanos han comenzado a quejarse de irregularidades en las comunicaciones internas.

Según este residente, "la gente evita hablar de política en público y pega fotos del presidente en las puertas de sus negocios, en sus coches e, incluso, en sus bicis, y en los cafés solo se emiten los canales estatales, pero cuando entramos en las casas de nuestros amigos, nos damos cuenta de que encienden Al Jazeera para enterarse de lo que pasa, y nos dicen que a la mayoría de la gente no le gusta Al Assad. Quieren que se sepa lo que sucede, pero nadie está dispuesto a dar su nombre".

Cuenta que "hace poco quisimos pasar el fin de semana en una ciudad costera, pero nos encontramos con que la carretera estaba cerrada a la altura de Banias. Cuando preguntamos a la gente por qué, nos respondieron que porque había terroristas. Una chica joven nos dijo que la Policía había encontrado armas escondidas en el castillo de la ciudad, introducidas al país por Israel, pero que todo estaba bajo control porque el líder de Siria es un hombre fuerte y sabio que sabe cómo resolver estas situaciones".

El Fin de semana Desde el barrio suní de Sleibe, en la ciudad de Latakia, un joven manifestante local contactado por este periódico, que desea ser llamado Mohammed, explica cómo vivió el fin de semana: "El viernes anterior habíamos llevado la protesta hasta la plaza principal, así que esta semana el Ejército tomó posiciones allí y rodeó nuestro barrio para que no pudiésemos expandirnos", explica. A pesar de ello, "más de 200 vecinos salimos a protestar pidiendo libertad, pero cuando bajamos hacia la avenida principal para poner rumbo a la plaza, los soldados comenzaron a dispararnos". Asegura haber visto a gente ensangrentada, "pero seguramente estarán en sus casas recuperándose porque temen ir al hospital".

Al día siguiente "salimos otra vez a protestar después de ver en la tele las imágenes de nuestros compañeros en Banias y Deraa, golpeados y humillados por la Policía", relata. "Llevábamos coranes en la mano y, desde las ventanas, las mujeres nos lanzaban flores, arroz y papeles de colores porque nos apoyan". Aun así, señala que "mucha gente nos observa, pero no se atreve a unirse a nosotros. Les intentamos animar chillándoles a ellos y a la Policía que no tenemos miedo, pero ven a los soldados apuntándonos, dispuestos a disparar si nos acercamos, y se quedan donde están". Según este manifestante, existe una razón para acordonar el barrio. "Quieren dividirnos entre nosotros y hacer ver que solo los musulmanes nos manifestamos, pero nosotros les gritamos que todos los ciudadanos estamos unidos". En este sentido, afirma que todas las tiendas, bancos y demás establecimientos de la calle principal permanecen cerrados.