rita álvarez tudela
PASILLO bajo tierra de la estación de trenes de Tokio. Un chico va vestido elegantemente con un traje de ralla gris, chaleco negro, corbata morada y gafas de patilla negra. Algo en él llama la atención para que parezca que sabe hablar inglés, pero no es una simple apreciación, lo es de verdad y además con un buen nivel y pronunciación.
Cuando comienza a hablar lo hace con timidez pero poco a poco sus manos comienzan a unirse al ritmo de su relato y saca lo que de verdad lleva dentro y lo pronuncia en voz alta con cierto tono de tristeza y melancolía. "Puede parecer que nada nos afecte y que todo es normal, pero simplemente nos centramos en el trabajo para tener la mente ocupada y los problemas se quedan en el fondo de nuestro corazón", dice el joven.
De esta manera describe como se están comportando muchos japoneses en Tokio, donde a simple vista parece un día más del calendario, en vez de una semana de acontecimientos que marcará el destino y la historia del país del sol naciente.
Parece un juego de cartas donde se han dado las circunstancias para cantar en voz bien alta sota, caballo y rey, y así, en menos de una semana, en apenas tres días, tenemos terremoto, tsunami y alerta nuclear.
El muchacho va camino de una entrevista de trabajo para ser profesor de inglés, pero siendo consciente de la situación en la que se encuentra Tokio, sabe que lo más probable es que no haya nadie para hacérsela. "La gente que tiene dinero, familia o amigos en el sur se irán a Osaka, Kioto y otras ciudades japonesas de la zona, pero no se quedarán en las zonas afectadas a no ser que tengan trabajo", puntualiza.
No es su caso, así que se quedará en Tokio y verá en primera persona como responderán los reactores en las plantas nucleares, cuantas réplicas del terremoto seguirá habiendo, cuantos muertos dejará finalmente el tsunami, o cuantas personas tendrán quemaduras, malformaciones o enfermedades de varios tipos en próximas generaciones.
volver a casa Ahora toca seguir el camino que finalmente hemos elegido, el de volver a casa porque la situación actual se va de las manos. Si bien al principio parecía una cobertura muy interesante por ser un terremoto de gran magnitud en un país preparado y acostumbrado a tenerlos, las complicaciones se han ido añadiendo a lo largo de las horas de trabajo para dar paso final a un coctel explosivo demasiado difícil de poder gestionar sin la información precisa y verídica de cada momento.
En las taquillas de los trenes hay una larga cola para hacerse con un billete con destino a otras ciudades del sur. Una de ellas destaca sobre todas, es Hiroshima, el escenario del primer bombardeo atómico de la historia, que curiosamente ahora puede ser una de las vías de escape de las zonas afectadas por la radiación nuclear.
Mientras hacemos tiempo hasta que llega la hora de salida de nuestro tren vemos como la gente que está en la estación va en aumento. En parte porque muchos japoneses salen de trabajar, pero también porque están decidiendo irse de Tokio y los alrededores hacia otros lugares más seguros.
En el andén 19 espera a salir un tren con destino a Osaka. Pero al intentar encontrar un sitio en el vagón de los asientos sin reservar, todos están llenos. Cruzamos al otro lado de la acera y está el andén 18, donde está listo para partir otro ferrocarril, éste con destino final a la ciudad de Okayama, pero con paradas intermedias en otras ciudades.
madre de tres hijos En uno de los vagones está Naoko Shirakura, una japonesa de cuarenta años y madre de tres hijos de tres, siete y nueve años que la acompañan en el viaje y la arropan a cada lado del asiento.
Shirakura viene de la prefectura de Saidama y viaja con rumbo a Kioto, donde se encontrará con su hermano y su cuñada, que también huyen desde Tokio.
La decisión de marchar fue tomada después de una conversación con su marido. "No estoy segura de si podría moverme en una situación de pánico con tres hijos, así que prefiero hacerlo ahora aunque pueda parecer más precipitado", comenta.
Su marido se quedará trabajando en el banco en la ciudad de Ohmiya y no están seguros de cuando volverán a encontrarse o si el dejará su trabajo para ir a vivir a otra región.
Durante el momento del terremoto de 9 grados del pasado viernes, Shirakura estaba conduciendo su coche con sus hijos pequeños sentados en la parte de atrás. "Fue un momento realmente de mucho miedo", afirma. Y es que, en un principio pensó que se había tratado de un movimiento producido por los juegos de su hijo de siete años, "como hace siempre porque nunca está quieto", pero en unos segundos se dio cuenta de que no era él y que el coche y los de los demás se seguían moviendo y cada vez más".
Por un momento Shirakura pensó que todo se iba a ir abajo, fueron apenas unos dos minutos de sismo pero fueron suficientes para ser "los más largos de su vida". Minutos más tarde se presentó una alerta de tsunami, en la que se advertía de olas de hasta seis metros de alto, y que luego alcanzaron los diez, y de resguardarse en los sitios más altos.
"Japón es un lugar de terremotos, así que me gustaría que tuviésemos un sistema de electricidad y de energía en general que no nos implique tanta dependencia de la nuclear porque ahora estamos preocupados por lo que pueda pasar", subrayó esta señora.
Dos horas y media de trayecto y hemos llegado al destino deseado, la ciudad de Osaka, en cuya sala de llegadas la mayoría de los pasajeros parecen madres con hijos, que deciden asegurarse la salud y la de sus pequeños y que esperen que los padres lo puedan hacer en el menor tiempo posible.