Tokio. Las peores previsiones se han cumplido y la central nuclear de Fukushima, en el noreste de Japón, ha alcanzado el nivel 6 de alerta nuclear. La planta atómica entró ayer en fase crítica tras un incendio y una nueva explosión que desataron el temor a una fuga masiva de radiactividad y la declaración de un radio de exclusión aérea de 30 kilómetros.

Ahora, unos medio centenar de ingenieros tienen por delante una misión histórica: intentar refrigerar los reactores de Fukushima afectados por el seísmo y evitar quese convierta en nuevo Chernobil. Son la última barrera de contención, ya que en la planta sólo han quedado 50 de sus 800 operarios. Son el último equipo que emprenderá un intento a la desesperada de mantener los núcleos de los reactores golpeados a un nivel de refrigeración adecuado mediante el bombeo de agua de mar.

Dado el gran nivel de radiactividad en el recinto, la empresa Tepco, propietaria de las instalaciones, decidió evacuar al resto de operarios. La situación más grave está en los reactores 2 y 3 de esa central, donde a primera hora de ayer tuvo lugar una explosión que, además de dañar el edificio de la unidad 2, parece haber afectado a su sistema de contención.

El ministro portavoz, Yukio Edano, consideró muy probable que esté dañado y advirtió de que los niveles de radiación de la central son lo suficientemente altos como para ser perjudiciales para la salud.

El siniestro es ya de nivel 6 (accidente importante), lo que corresponde a la liberación, considerable, al exterior de materiales radiactivos y probablemente requerirá la aplicación de contramedidas. El nivel 7, el más alto en la escala de medición de los sucesos nucleares (accidentes graves) fue el que sufrió la central de Chernobil en Ucrania, es el único caso, hasta el momento, de accidente grave.

La operadora de la planta, Tokyo Electric Power (TEPCO), reconoció una potencial fusión del núcleo del reactor, mientras el nivel de radiactiidad en la entrada de la central llegó a marcar los 8.217 microsievert por hora, muy por encima de los 1.000 microsievert al año establecidos como límite seguro.

Mientras tanto, en las inmediaciones de la unidad del reactor 3, que también sufrió el lunes una explosión por hidrógeno, la radiactividad llegó a tocar 400 veces el nivel considerado seguro. En este reactor también se teme una fusión del núcleo a causa del fallo del sistema de refrigeración, pese a la inyección de agua marina con boro y a que se está liberando vapor de forma controlada para rebajar la temperatura y presión.

La situación la complicó un incendio, ya extinguido, en la piscina de combustible del reactor 4, que estaba apagado por mantenimiento cuando ocurrió el tremendo terremoto.

Las piscinas sirven para guardar el combustible ya utilizado sumergido en agua a fin de evitar su sobrecalentamiento. Si el nivel del agua baja, la subida de temperatura puede llegar a provocar el fuego y, por tanto, nubes de material radiactivo, según los expertos.