Tokio. Japón se enfrenta a tres graves problemas en menos de tres días. Hacer frente a las consecuencias de un terremoto de 9 grados en la escala Ritcher, a las víctimas de un tsunami de 10 metros, y ahora también, controlar los sistemas de refrigeración de las centrales nucleares que se han visto afectadas por los movimientos sísmicos. Todas las miradas están puestas en la central nuclear de Fukushima, en estado de emergencia tras registrar una explosión y una fuga de radioactividad, si bien el Gobierno y los gestores de las plantas llaman a la calma de la población.

En Fukushima los tres reactores tienen problemas, primero fueron los reactores 1 y 3 y por último fue el 2 que necesitó la inyección de agua marina para intentar refrigerarlo. Además, existe el riesgo de una nueva explosión, parecida a la del sábado, de la que aún no se descarta que haya activado un proceso parcial de fusión del núcleo.

"Existe esa posibilidad. No podemos confirmar esto porque es en el reactor número 1. Pero estamos manejándolo bajo esa hipótesis", dijo el ministro portavoz, Yukio Edano. Por ese motivo unos 210.000 ciudadanos han tenido que ser evacuados en un área de 20 kilómetros alrededor de esta central nuclear.

Según información publicada por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), la central de Onagawa, en la costa de Miyagi, en el norte del país, también presenta problemas y ha sido activada la alerta más baja de emergencia porque los niveles de radioactividad son superiores a lo estipulado.

La última en añadirse a la lista de preocupaciones es la planta de Tokai, a unos 120 kilómetros de la capital japonesa, cuyo reactor está tratando de ser enfriado. "La temperatura desciende regularmente", añadió posteriormente Japan Atomic Power, la gestora de esta central. "La situación sigue siendo grave", afirmó el primer ministro japonés, pero dejó claro que "es totalmente diferente del accidente de Chernobil". Pese a estas palabras, entran las dudas sobre la capacidad del Gobierno nipón para gestionar esta crisis y el debate sobre la industria nuclear.

Naoto Kan también reconoció que el terremoto y el tsunami del pasado viernes han sumergido a Japón en su peor crisis desde el final de la II Guerra Mundial. En una comparecencia en televisión, Kan afirmó que el futuro de Japón se verá determinado por la manera en que se enfrente a esta tragedia. "No será fácil, pero superaremos esta crisis, como hemos hecho en el pasado", aseguró el jefe del Gobierno de Tokio.

Una de las primeras medidas ha sido autorizar a las empresas Tokyo Electric Power y Tohoku Electric Power a efectuar cortes de electricidad de hasta tres horas de duración al día, a partir de hoy, para garantizar el suministro en las zonas del noreste del país afectadas por el temblor y posterior tsunami.

Pero no hay que olvidar que todo comenzó con un terremoto, seguido de un devastador tsunami que se llevó por delante pueblos en toda la costa este del Pacífico y a los que acceder sigue siendo muy difícil porque muchas carreteras de la zona están cortadas. La cifra oficial de muertes sigue creciendo, siendo Miyagi la provincia más afectada por el seísmo.

Según datos de la agencia de noticias japonesa Kyodo, unos 20.800 edificios han sido destruidos y de que unos 380.000 japoneses tuvieron que ser evacuados de sus viviendas por ambas catástrofes naturales, donde se registró una explosión tras el seísmo.

Los equipos de rescate japoneses y de otros países están ya trabajando en las zonas más afectadas. En total, unos 70 países han ofrecido su en forma de material o a través del envío de equipos especializados. Por ejemplo, en el caso de China ha enviado a un equipo de rescate de 15 personas y 15 toneladas de ayuda. Mientras, muchos supermercados empiezan a sufrir escasez de productos y para viajar a los territorios afectados se hace hincapié en llevar suficientes provisiones de agua, comida y gasolina, ante la posible carencia de los mismos en las zonas afectadas. Además, las grandes empresas del país se verán obligadas a limitar en la medida de lo posible el uso de electricidad, en un llamamiento al ahorro de energía que también se ha extendido entre los ciudadanos. Ante la interrupción del transporte y los problemas de logística provocados por el terremoto, muchos de los grandes grupos industriales japoneses han optado por reducir o detener temporalmente su producción en el archipiélago.

Los tres principales fabricantes nipones de automóviles, Toyota, Nissan y Honda, mantendrán hoy paralizada la producción en todas sus plantas de Japón, al no poder asegurarse el suministro de las piezas. También Suzuki anunció ayer la misma medida, mientras el grupo Mazda, con sede en la provincia meridional de Hiroshima, es el único fabricante del motor que planea operar sus plantas con normalidad.