Belgrado/Zagreb. Con el pelo ondeante y barba de unos días, el líder opositor serbio Vuk Draskovic llamaba el 9 de marzo de 1991 a la multitud a tomar por asalto la televisión pública del autócrata presidente serbio Slobodan Milosevic. Éste último ordenó a la policía dispersar a los 50.000 manifestantes con cañones de agua, bastones y gas lacrimógeno. Draskovic, aclamado como un mesías, fue apresado. Los críticos canales de televisión B92 y Studio B quedaron prohibidos. Ante el miedo a perder el poder que le provocó esta primera gran manifestación, Milosevic sacó durante un cuarto de hora los tanques al centro de Belgrado, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que en los días siguientes se produjeron algunas manifestaciones estudiantiles, ese punto supuso una victoria de Milosevic contra sus enemigos internos y el comienzo de los preparativos de la guerra, que debía desviar la atención de los problemas domésticos. Tres semanas más tarde se produjo la llamada Semana Santa Sangrienta en el parque nacional croata de Plitvice. La minoría serbia tomó el conocido parque turístico.

Los combates se extendieron a lo largo de toda la jornada del 31 de marzo, cuando las unidades especiales croatas retomaron el control. Los policías Josip Jovic y Rajko Vukaninovic -crotata y serbio respectivamente- están consideradas como las primeras víctimas del conflicto y ambos pueblos los consideran mártires. Estos acontecimientos en Serbia y Croacia marcaron no sólo el comienzo de la guerra en Croacia sino en toda la extinta Yugoslavia.

Saltó en siete pedazos Entre 1991 y 1999, sólo en Bosnia Herzegovina se contabilizaron 100.000 víctimas mortales. Millones de personas tuvieron que huir y nunca se pudo contabilizar el coste de la reconstrucción de las ciudades destruidas, que en cualquier caso ascendió a varios miles de millones de euros. El territorio de la ex Yugoslavia lo integran ahora siete Estados independientes. Milosevic murió en 2006 en La Haya durante su proceso ante la Corte Penal Internacional. Eslovenia es miembro de la OTAN y de la Unión Europea (UE) y Croacia también forma parte de la Alianza Atlántica y aspira a integrar el bloque comunitario. En Bosnia y Macedonia, y sobre todo en Serbia, muchas cosas siguen igual. La economía no remonta y los problemas nacionales lastran a la clase política. Además, estos países suelen ocupar algunos de los primeros puestos en las listas de corrupción. Los inversores consideran un riesgo invertir en estos Estados. Y de momento la situación no tiene visos de mejorar.

En esta coyuntura y coincidiendo con el 20 aniversario de aquella gran protesta, la Fiscalía serbia de crímenes de guerra insistía en la necesidad de procesar al general bosnio Jovo Divjak, arrestado en Austria por un ataque de 1992 en Sarajevo, y pedía al Gobierno de Serbia que solicite su extradición.

El fiscal especial serbio, Vladimir Vukcevic, declaró que entregará la documentación sobre el caso Divjak al Ministerio de Justicia, que debe decidir sobre si pedirá o no la extradición de ese exgeneral bosnio. Divjak fue detenido en Viena el 4 de marzo a raíz de una orden de busca y captura emitida por Serbia, que lo acusa de crímenes de guerra, y el martes un tribunal austríaco lo puso en libertad bajo una fianza mientras sigue abierto el proceso.