El Cairo. Han pasado dos semanas desde que las revueltas populares estallaran en Egipto y, pese al anuncio de algunas concesiones, el presidente Hosni Mubarak continúa al frente del país, lo que expertos y analistas interpretan como un estancamiento de difícil salida. El diálogo entre el régimen y la oposición comenzó el domingo con una reunión entre el vicepresidente egipcio, Omar Suleimán, y varias fuerzas políticas, entre las que estaban los ilegalizados Hermanos Musulmanes. Sin embargo, muchas voces coinciden en restar legitimidad a los grupos que participan en las negociaciones, ya que "el centro de poder de la revuelta está en la plaza Tahrir", según el analista Issandr Amrani, autor del prestigioso blog The Arabist.

El problema, dijo Amrani, es que los manifestantes que han tomado la plaza de la Liberación desde el pasado 25 de enero "no están organizados ni tienen líderes visibles que puedan representarlos, por lo que una sola demanda los mantiene cohesionados: que Mubarak se marche ya". La capacidad de los manifestantes para recuperar la iniciativa se ha reducido después de haber sacado a cientos de miles de personas a las calles egipcias durante 14 días y pese a haber forzado al Estado a avenirse a negociar unas reformas que algunos dudan de que se vayan a poner en marcha.

Para Amrani, con la designación de Suleimán como vicepresidente, el país se dirige hacia la "formación de otro régimen de hombre fuerte en el que no se puede confiar que emprenda los cambios que necesita el sistema político".

tres vías Por lo tanto, se abren tres escenarios para la oposición: "Que renuncie ya Mubarak, que haya una intervención del Ejército para desalojar la plaza Tahrir por la fuerza, o que se cree un verdadero gobierno de transición, con participación real de las fuerzas opositoras". A esta última posición intermedia se sumó ayer el Centro Árabe por la Independencia del Poder Judicial y la Profesión Legal (ACIJLP, por sus siglas en inglés) con una propuesta para un proceso de transición que no implica la renuncia inmediata de Mubarak. Esta ONG insta al presidente egipcio a designar a un consejo de vicepresidentes que limiten el poder de Suleimán y que lleven adelante las reformas constitucionales más perentorias (artículos 76, 77 y 88, sobre los requisitos para ser candidato, el número de mandatos presidenciales y la supervisión judicial de los comicios).

Además, este llamado Consejo Presidencial, que en la práctica llevaría el peso ejecutivo del país en lugar de Mubarak, se encargaría de convocar elecciones parlamentarias, organizar el referéndum para la reforma constitucional y asegurar la pluralidad política y mediática.

Por su parte, el analista Emad Gad, del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos del conocido rotativo Al Ahram, también se suma al escepticismo ante el diálogo abierto por las autoridades con la oposición, ya que "los manifestantes no se fían del régimen y rechazan que la negociación no comience hasta que se vaya Mubarak". "(El diálogo) es una estrategia del régimen, que está maniobrando para dividir a la oposición", señaló Gad, quien insistió en que la participación de los Hermanos Musulmanes obedece a los intereses particulares de este grupo. Según el analista, "la Hermandad no desempeña un papel en esta revolución. Intentan aprovechar la oportunidad".