El Cairo. Lo que el martes parecía una fiesta por la democracia, ayer se convirtió en una batalla campal que, con el paso de las horas, acrecentaba su virulencia. A primera hora de la mañana, los manifestantes comenzaban a acercarse a la plaza de Tahrir, en el centro de El Cairo, y se veían sorprendidos por pequeños grupos de personas que protestaban a favor del presidente egipcio, Hosni Mubarak. El que parecía que iba a ser el tema principal de las conversaciones entre los manifestantes, el discurso de Mubarak del día anterior, quedó eclipsado por la pregunta del día: ¿De dónde habían salido todos esos manifestantes y por qué no estaban el día anterior ahí? Durante las primeras horas, la situación estuvo bajo control, los propios ciudadanos se ocupaban de mantener las distancias entre los dos bandos, impidiendo el paso a los manifestantes pro-Mubarak al interior de la plaza. "Nosotros también somos egipcios", respondían estos últimos.
"Nos creemos que vayas a hacer en seis meses lo que no ha hecho en treinta años", replicaba una pancarta del otro bando. Karim Rushdy, un estudiante cairota, era de los muchos que llamaba a continuar con las protestas hasta lograr la renuncia inmediata del presidente. "Si nos vamos de la plaza y cesamos ahora, nos perseguirán. Tenemos que seguir hasta el final, pedimos a la gente un poco más de esfuerzo, que no se fie de lo que dijo Mubarak, que toda esta revolución no haya sido en vano". En la misma línea, Mahmud, Hermano Musulmán, decía: "Si Mubarak no ha entendido lo que queremos es que no ha entendido nada. Queremos libertad, que se pueda hablar, elecciones libres".
La tensión aumentaba a medida que iba avanzando el día. Los manifestantes pro-Mubarak, que hasta el momento se habían conformado con dar vueltas por las calles aledañas a la plaza cairota, trataban de ingresar en la plaza por la calle del Museo alrededor de las 14.00 horas. Para entonces, el núcleo de los manifestantes se había desplazado del centro de la plaza a las bocacalles, formándose decenas de cordones humanos para impedir el paso a los afines al régimen. Media hora después, la tensión reventaba. Ambos bandos comenzaron a lanzarse piedras ante la atenta pero prudente e inoperante mirada del Ejército, que acabó lanzando nubes de humo para dispersar a ambos bandos.
En el interior, mientras los líderes opositores arengaban a los presentes, las teorías de la conspiración comenzaban a fluir. "Mubarak les ha pagado para que armen jaleo. Mubarak manda a sus espías para hacernos ver como gente problemática, pero sólo queremos nuestros derechos. Somos pacíficos, estamos aquí con nuestras pancartas y no molestamos a nadie", señalaba Raed Mohamel. "Hasta hace quince horas estábamos aquí tranquilos sin tener ningún problema los unos con los otros, la gente que se está manifestando fuera es gente a la que le han lavado el cerebro", apunta, por su parte, Mustafá Saad, graduado en Económicas.
Otro de los manifestantes asegura que ha visto pagar 50 libras a la gente por protestar, otros dicen que han visto autobuses del
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