WASHINGTON. A primera vista, su apuesta dio resultado: un sondeo instantáneo de la cadena CNN indicó que a la mayoría de los estadounidenses que vieron la retransmisión les había gustado la intervención del presidente ante ambas cámaras del Congreso.

"Este es el momento Sputnik de esta generación", dijo el presidente para describir el peligro cierto de que otra nación, China, sobrepase a Estados Unidos en la aventura de esta nueva época.

Según esta encuesta, un 52 por ciento de los televidentes reaccionó muy positivamente al discurso, frente al 48 por ciento del año pasado. Un 32 por ciento declaró que su reacción fue más o menos positiva y un 15 por ciento consideró la intervención mala.

Obama, en su cuarta intervención ante el Congreso en sus dos años de mandato, llegaba en un momento dulce a esta alocución, considerada la más importante del año político estadounidense y en la que de modo tradicional los presidentes exponen sus prioridades para el curso.

En su alocución, el presidente quiso dispersar las nociones, ya apuntadas en algunos medios estadounidenses, de que se trataba del comienzo informal de su campaña para las elecciones.

"Lo que está en juego no es quién gana las elecciones", aseguró Obama al comenzar su intervención, en la que reiteró su mensaje a la colaboración entre los dos partidos, que tan popular se ha demostrado entre los electors.

Los resultados que se logren estarán determinados "por si podemos colaborar a partir de mañana. Creo que podemos. Creo que debemos", indicó.

Es un llamamiento idealista, pero con los pies en la tierra. Al presidente no le queda otro remedio que buscar la colaboración republicana, visto que este partido controla desde enero la Cámara de Representantes.

Con los ojos en el electorado, Obama centró su discurso en la economía y la creación de empleo, la gran preocupación de los estadounidenses en momentos en los que el índice de paro es del 9,4 por ciento y se resiste a descender.

En un mensaje ciertamente de visos electoralistas, instó a su país a "ganar el futuro", un lema que repitió en media docena de ocasiones.

Y, aunque alejado de la pasión que demostró en el discurso de Tucson, propuso una serie de medidas que apelan tanto al electorado como a la oposición republicana.

Así, puso el énfasis en la necesidad de invertir en educación y reformar el sistema actual, un área donde la Casa Blanca cree que puede contar con el respaldo del partido opuesto.

También propuso medidas populares para recortar el déficit presupuestario y la deuda pública, como prorrogar de los tres años actuales a cinco la congelación de las partidas presupuestarias no obligatorias .

También aseguró que vetará los proyectos de ley que contengan "earmarks", fondos que asignan los legisladores para proyectos que les interesan, generalmente en sus estados, y que se insertan en otros proyectos de ley no relacionados.

Prometió también reducir la duplicación de funciones en la Administración, para conseguir un Gobierno más eficaz y menos costoso.

Pero, sobre todo, buscó ilusionar al electorado.

"El futuro es nuestro. Pero para llegar, no podemos quedarnos quietos", insistió.

Lo que quedó en el tintero, o casi, fueron los asuntos controvertidos.

Así, la reforma del sistema sanitario, la gran protagonista de su discurso del año pasado y que los republicanos han prometido abolir, salió a relucir con una broma: "me ha llegado el rumor de que algunos de ustedes tienen algunas preocupaciones sobre la medida", declaró el presidente.

Obama abordó la reforma migratoria, uno de los asuntos pendientes de su programa electoral en 2008, pero, aunque insistió en la necesidad de acometerla, no profundizó en cómo. "Sé que este debate será difícil y llevará tiempo", admitió.