Brasilia. Mantener la estabilidad y el crecimiento económico, mejorar el sistema educativo, así como continuar con la ajetreada agenda diplomática del mandatario saliente, Luiz Inácio Lula Da Silva. Esos serán los principales retos de la primera mujer presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. La jornada electoral del domingo concluyó sin sorpresas y con el resultado esperado: la delfina de Lula se hizo con la victoria al logra el 56% de los votos, frente al 44% de José Serra. Once millones de votos de diferencia que suponen una de las derrotas más duras para el líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSBD) en sus 40 años de vida. Tras su victoria, Rousseff prometió "honrar" el trabajo de su predecesor, cuya popularidad (del 83%) ha sido clave en su triunfo electoral.

Inicia ahora una suave transición política entre Rousseff y su mentor para dar continuidad al lulismo a partir del 1 de enero, ya sin la figura principal. El trabajo comenzará el próximo sábado, cuando la presidenta electa acompañe al jefe de Estado saliente a Maputo, capital de Mozambique, para inaugurar una fábrica de medicamentos. Será un guiño al continente africano, al que Lula ha dado gran protagonismo durante su mandato a través de una política exterior que su sucesora tiene intención de continuar.

Economía Con la inflación estable, el crecimiento en alza y con el ingreso de casi 30 millones de pobres al mercado de consumo durante el mandato de Lula, el estado de la economía fue uno de los temas clave durante la campaña electoral. De hecho, ambos candidatos tenían programas casi idénticos en política económica y social, conscientes de que han sido los grandes éxitos de Lula. Pero para muchos analistas, el panorama es peor de lo que parece, y mantener la estabilidad y el crecimiento será uno de los retos de Dilma. El problema más visible es el cambio. Entre los países emergentes, el real brasileño ha sido la divisa que más ser ha fortalecido ante el dólar en los últimos meses, lo que genera preocupación entre los exportadores y ha desatado la alarma entre la patronal, que advirtió sobre el riesgo de un proceso de "desindustrialización" del país.

Según el economista Roberto Gianetti da Fonseca, algunas fábricas de componentes pasaron a producir en China y ahora actúan como distribuidores en Brasil. Sin embargo, el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega, señala que el problema no se ha generado en Brasil, sino que se debe a una "guerra cambiaria" iniciada en EEUU y Europa, que buscan depreciar sus monedas para aumentar la competitividad de sus productos y activas sus economías. Otro de los retos de Rousseff es el gasto y deuda públicos, que se han multiplicado sin pausa. Así, mientras que su economía es la octava más fuerte del mundo, el país ocupa el puesto 72 en ingreso per cápita, tras México y Argentina.

Metas Rousseff se ha marcado dos objetivos, erradicar la pobreza y mantener la estabilidad y crecimiento económicos. Ambos retos son una continuación de la misma política que ha aplicado Lula con éxito, pero que tiene que profundizarse ante las carencias que aún existen en el país. Un ejemplo de ello que casi la mitad de la población forma parte de la economía sumergida y que la mayoría de los brasileños se enfrentan a una enseñanza deficiente. Así, erradicar la miseria de Brasil y crear nuevas oportunidades para toda la población brasileña será la principal misión que asumirá la primera mujer electa presidenta de Brasil, quien considera que estos dos puntos son de extrema importancia para poder superar "el abismo que nos separa de un país desarrollado". Como mujer, Rousseff se ha comprometido también a defender la liberta de prensa y religiosa. Pero ante todo, asegura que quiere "honrar a todas las mujeres, para que este hecho de hoy se multiplique a toda la sociedad".