SIDNEY. Julia Gillard se convirtió hoy en la primera mujer en asumir la jefatura del Gobierno de Australia, tras la renuncia al cargo de Kevin Rudd a raíz de una repentina revuelta surgida por desacuerdos en el seno del Partido Laborista.
Gillard, investida primera ministra por la Gobernadora General de Australia, Quentin Bryce, anunció que convocará elecciones en los próximos meses y se comprometió dar un golpe de timón para corregir la política de Rudd, cuya popularidad atravesaba por el peor momento desde que ganó de forma holgada los comicios de 2007.
"El gobierno estaba perdiendo el rumbo", destacó la primera ministra y nueva líder del Partido Laborista.
La caída de Rudd se produjo al día siguiente de que advirtiera de que su viceprimera ministra, Julia Gillard, capitaneaba un motín y había pedido celebrar una votación interna con carácter urgente para apartarle de la cabeza del partido y del poder Ejecutivo.
Rudd, el político osado y con metas ambiciosas que sedujo al electorado en los últimos comicios, prefirió renunciar a sus dos cargos sin medirse con Gillard, tras ser informado de que su contrincante tenía el respaldo de al menos setenta de los cien miembros de la ejecutiva del partido.
La popularidad de Rudd cayó en picado cuando hace unos meses la poderosa industria minera emprendió una campaña contra la decisión del gobierno de aumentar hasta el 40 por ciento el impuesto sobre el dividendo que genera el sector, que en represalia amenazó con paralizar proyectos de inversión por valor de unos 17.500 millones de dólares (unos 14.200 millones de euros).
El Senado también dio este año otro varapalo a Rudd al votar en contra de su propuesta de ley sobre el comercio de emisiones de gases, espina dorsal de una política oficial medioambiental que llevó a que el Partido Verde decidiera retirarle el apoyo que fue determinante para vencer las elecciones de 2007.
La erosión que sufría la imagen de Rudd, el primer ministro que menos ha durado en el cargo en los últimos 38 años, preocupaba al partido gobernante en el que aumentaba el temor a una derrota electoral en las elecciones generales previstas para el próximo octubre.
"Hubo un desacuerdo en la dirección de nuestro gobierno", dijo Gillard, considerada una mujer de fuerte temperamento, don de la palabra y una gran capacidad de comunicar ideas, pero también una política flexible a la que gusta escuchar la opinión de otros.
Nacida hace 48 años en Gales (Reino Unido), Gillard emigró con su familia a Australia siendo una niña de 4 años, y cuando tuvo que proyectar su futuro se inclinó por los estudios de abogacía.
La nueva primera ministra de Australia no está casada ni tiene hijos y convive con Tim Mathieson, un peluquero de un barrio de las afueras de la ciudad de Melburne, aunque ella reside en un apartamento situado en Camberra, la capital, en el que seguirá viviendo, al menos hasta que se celebren elecciones.
Gillard anunció en rueda de prensa, que en caso de que el Partido Laborista gane las próximas elecciones, intentará sacar adelante la aprobación de la controvertida legislación medioambiental y negociar el impuesto a la industria minera.
"Lo haré buscando el consenso, negociando y poniendo fin a la incertiumbre", dijo Gillard.
Gillard apuntó que parará inmediatamente la campaña publicitaria del gobierno de Rudd para explicar el impuesto a la minería, y pidió al sector que haga lo propio con la emprendida en medios de comunicación con el fin de criticar ese gravamen fiscal.
Abogada por la Universidad de Adelaida, Gillard trabajó en la firma de abogados Slater and Gordon hasta que en 1996 la abandonó para entrar en política de la mano del que por entonces era el líder de la oposición del estado de Victoria, John Brumby.
Más tarde se alineó con la facción más a la izquierda dentro del Partido Laborista con el que salió elegida diputada en 1998, y en 2006 se unió a Kevin Rudd -en lo que se tildó de 'boda de conveniencia' para derrotar al entonces líder del partido, Kim Beazley.
En noviembre de 2007, el equipo Kevin Rudd y Julia Gillard arrasó en las elecciones generales que supusieron la derrota del entonces primer ministro conservador, John Howard. EFE
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