Paloma Escobar Ledesma, de 16 años, salió de su casa un día de marzo de 2002 rumbo al colegio: nunca más volvió. Fue secuestrada y asesinada. Nunca se ha sabido quién o quiénes fueron sus ejecutores. Nadie ha recibido castigo, ni cumplido pena. Su caso, como el de las cerca de 500 mujeres que desde 1993 han sido asesinadas en Ciudad Juárez (Estado mexicano de Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos), ha quedado enterrado bajo un denso manto de impunidad… por el momento. Su madre, Norma Ledesma, no pierde la esperanza de que algún día se haga justicia. Y lucha a diario, desde el alba hasta el ocaso, para que la muerte de su hija no caiga en el olvido. "Tenía dos opciones: o me dedicaba a llorar y a sufrir o me ponía a luchar". Se decidió por la segunda.
Norma es fundadora y coordinadora de Justicia para Nuestras Hijas, asociación con sede en la capital, Chihuahua, que trabaja por visibilizar el feminicidio en el Estado, por encontrar a las mujeres desaparecidas y por identificar y juzgar a los culpables. Son madres en busca de verdad y justicia. "Queremos saber qué pasó ese día y que los culpables estén entre rejas", proclaman serenas, pero firmes. Pero su determinación no ha sido suficiente… hasta ahora. A lo largo de estos años de lucha, han tenido que hacer frente a un "monstruo": la impunidad. Ahora, tras la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condena al Estado de México por el asesinato de tres mujeres en Ciudad Juárez en 2001, Norma se siente más esperanzada que nunca. "Es una inyección de ánimo para las que todavía seguimos en esta espera. Es un día histórico. Ahora, les digo a mis compañeras: para que vean que se puede, vamos a seguir, hay esperanza. No podemos quedarnos a mitad del camino. La sentencia va a ser nuestra aliada", relata. Para Norma Ledesma, la suya es una reivindicación para todas las víctimas y su lucha, la de todos sus familiares. Pero, asegura, el fin último es detener a los culpables. "Será la principal garantía de que no lo van a volver a hacer".
tragedia La tragedia del feminicidio comenzó en 1993 en Ciudad Juárez. Lucha Castro, del Centro de Derechos Humanos de las mujeres de Chihuahua, lo tiene claro: "La violencia contra las mujeres tiene un origen multifactorial y viene de la política neoliberal que abrió las puertas a las maquiladoras -empresas, principalmente estadounidenses, que fabrican productos para su exportación sin pagar aranceles", explica. El Estado mexicano abandonó su responsabilidad de sustentar el campo y obligó a miles de campesinos a emigrar a Estados Unidos. Ante la apertura de la maquila (producción de manufacturas textiles) y bajo la ilusión de cruzar el río Bravo para llegar al sueño americano, miles de personas llegaron desde el campo a Ciudad Juárez. Algunos se quedaron a vivir en este lugar sin servicios, en condiciones de extrema pobreza. La mano de obra que demandaban las empresas era especialmente la de las mujeres, porque cobraban menos salario que los hombres. Y esto ocasionó que se trastocaran los roles de la cultura mexicana, acrecentando el fenómeno de la violencia familiar, explica Castro. Y no sólo eso. Después llegó el narcotráfico, la trata de blancas, el tráfico de personas y toda la violencia que alberga la frontera entre Estados Unidos y México, donde lo mismo se trafica con droga que con mujeres condenadas de por vida a la explotación sexual. "Y, como caldo de cultivo de todo esto, una sociedad patriarcal machista, con total impunidad para los asesinos materiales y para las autoridades, omisas, negligentes, corruptas y cómplices", concluye la defensora de derechos humanos.
La impunidad permitió que el fenómeno del feminicidio impune se extendiera al resto del Estado de Chihuahua hacia 1999. "En 2002, desafortunadamente, me tocó a mí", lamenta Norma. "Y en este proceso de la muerte de mi hija, otras madres me hablaban y me decían "mi hija también". Y luego me hablaba otra y me decía "la mía también está desaparecida"". Así nació Justicia para Nuestras Hijas.
A lo largo de estos casi nueve años, la organización ha logrado recuperar los restos de algunas mujeres desaparecidas e identificarlos gracias a la labor de un equipo argentino de antropología forense. Este ingente trabajo, realizado por esas madres y no por el Estado, ha propiciado hasta la fecha la detención y enjuiciamiento de cinco asesino. Pese a su esfuerzo, la tragedia continúa, y ellas lo saben mejor que nadie: llevan la cuenta de cada uno de los feminicidios que se registran en el Estado: "Llevamos, desde el 1 de enero hasta el 11 de diciembre de 2009, 197 mujeres asesinadas", revela Norma.
Estas madres coraje mexicanas son conscientes del peligro que corren, pero eso no las detiene, ni las detendrá. "Hay veces que no nos queremos ni levantar de la cama. Hay muchas personas que han muerto en este caminar, pero nada va a ser comparable a lo que sufrieron nuestras hijas", apunta Castro con una rotundidad solemne. "Un día le dije a mi hijo: ya sé que este caminar te va a llevar a estar tú también en la mira. Y él me contestó: "Nada de lo que vivamos nosotros o lo que nos pueda pasar será peor que lo que le pasó a Paloma. Adelante, mamá". Y eso fue un motor muy grande para mí", evoca.
factores Para Norma, hay tres factores que colocan a las mujeres en esta situación de vulnerabilidad: "Una, ser mujeres; dos, el estado de violencia -ahorita está el Estado militarizado, hay 8.000 soldados y eso nos vuelve muy vulnerables ante ellos-; y tres, la impunidad, que es una invitación a que se sigan cometiendo estos crímenes. Hay muy pocos que son detenidos, y a los que lo son les aplican una sentencia mínima. Y eso es atractivo para que, quien sea, pueda tomar la vida de una mujer", se rebela.
Esa impunidad se extiende también a la violencia intrafamiliar. Muchas mujeres de Chihuahua son asesinadas por sus propios maridos. Y éstos reciben una pena mínima. "Se argumenta que el hombre estaba desesperado, que la amaba. Y, además, en muchos casos la mujer puso la denuncia, pero el funcionario de turno le dijo "Es su esposo, aguántelo".
Norma es categórica. "¿Quién es responsable definitivamente? El Estado, que no da la seguridad que las mujeres necesitamos". La Corte Interamericana le ha dado la razón. Y el Estado mexicano tendrá que pagar y reparar el daño por su omisión en los feminicidios de Chihuahua: deberá investigar de nuevo los tres crímenes objeto de la denuncia, compensar a los familiares con 800.000 dólares (unos 550.000 euros) y, casi más trascendente, someter a una profunda revisión los procedimientos que se siguen para instruir estos casos de mujeres asesinados.
Sepulturas de ocho mujeres que fueron asesinadas en Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos.
La madre de una de las víctimas.
Desde el año 1993, cerca de medio millar de mujeres han sido asesinadas en Ciudad Juárez (México)
Norma Escobar, fundadora de Justicia para Nuestras Hijas, lucha por no dejar impunes los asesinatos
Trágica estadística
l Según un informe de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Hogares de México, el 67% de las mujeres de más de 15 años ha sufrido episodios de violencia en la familia, escuela, trabajo o comunidad. Un 43% de las mujeres revela haber sufrido violencia en su última relación.
l El último estudio del Observatorio Ciudadano Nacional contra el Feminicidio (OCNF) cifra en 459 mujeres las mujeres asesinadas durante el primer semestre de 2009 en 16 de los 32 Estados de México, la mayoría de las regiones al norte y centro del país. De los Estados analizados, destacan el de México, con 89 casos, seguido de Chihuahua (71), el Distrito Federal (46) y Baja California (45). Asimismo, el documento indica que de las mujeres asesinadas, un tercio tenía entre 11 y 30 años.