WASHINGTON. Las muestras de apoyo de las diferentes potencias y entidades internacionales al plan del presidente norteamericano, Barack Obama, para Afganistán (incluye el despliegue de otros 30.000 soldados en el país centroasiático), no se han hecho esperar. Horas después del discurso de Obama en la academia de West Point, Rusia y la ONU respaldaban al presidente de EEUU y destacaban su esfuerzo por "equilibrar, pacificar y estabilizar" aquel país. El más behemente fue el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien expresó su satisfacción por "el enfoque propuesto para equilibrar los esfuerzos militares y civiles, y el énfasis puesto en el fortalecimiento de la capacidad de las instituciones y fuerzas de seguridad afganas".
Por su parte Rusia recibió "de forma positiva" y "con comprensión" la nueva estrategia del presidente de Estados Unidos, y aseguró, a través de un comunicado del Kremlim que "como toda la comunidad mundial, Rusia desea que Afganistán se convierta cuanto antes en un Estado autosuficiente, independiente y próspero, libre de narcotráfico y terrorismo. Esperamos que el cumplimiento de las tareas planteadas en la nueva estrategia americana contribuya a ello". Además, Moscú apoyó la decisión de Washington de ayudar a Pakistán a desarrollar su economía y poner orden en el país, erradicando la "infraestructura terrorista" en las regiones limítrofes con Afganistán. Pero si los apoyos llegaban del exterior, el equipo de Obama se tenía que emplear a fondo en las instituciones de su propio país para tratar de obtener su apoyo al despliegue de más tropas en Afganistán. La tarea corrió ayer a cargo de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, del de Defensa, Robert Gates, así como del jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Mike Mullen, quienes acudieron al Congreso para explicar y defender la nueva estrategia militar en Afganistán. Ante el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, los tres altos cargos llevaron el mensaje de que Estados Unidos no puede ceder terreno al movimiento talibán, y que la estabilidad y seguridad en Afganistán y Pakistán es clave para la seguridad nacional. "Un fracaso en Afganistán significaría que los talibanes controlen buena parte del país y la posibilidad de una nueva guerra civil. Las áreas bajo control talibán podrían, a corto plazo, convertirse nuevamente en un refugio para Al Qaeda", alertaron.