Verde que te quiero verde, verdes los olivos y dorado su néctar. De oro es Primoz Roglic, un ciclista con piernas de platino y mentalidad de granito. El esloveno, un campeón, derribó otro muro en la Vuelta. Lo atravesó con su fuerza descomunal. Roglic es un coloso. El capataz de la Vuelta, aunque Eiking sigue siendo el líder prestado, demostró su capacidad de rehabilitarse para seguir construyendo su imperio. Es el monarca de la carrera. En la dolorosa cuesta de Valdepeñas de Jaén, un repecho amargo, durísimo, con rampas al 20%, un ejercicio de agonía y tortura, Roglic se coronó. Olvidó la caída del día anterior para elevarse sobre el resto en una llegada epidérmica con Enric Mas, dispuesto a desafiarle en cada tramo de terreno. Mas quiere la Vuelta. El mallorquín se rompió la camisa y exigió lo mejor del catálogo de Roglic, que impuso su determinación y potencia en una rampa desafiante que liquidó al valeroso Cort Nielsen, el último superviviente de la fuga. El esloveno, hambriento, voraz, agarró por la pechera el desafío de Mas y enfrió el fuego del mallorquín. Tras el encendido debate brotaron Miguel Ángel López, Haig y Yates. Bernal tardó algo más. Roglic aventajó en tres segundos a Mas, en cinco a López y en siete a Haig y Yates en un final de oro líquido.

El esloveno se encendió tras una travesía por el mar de olivos que cartografían el camino hacia Valdepeñas de Jaén Recuerdo de bandoleros y emboscadas por la sierra. Jonathan Lastra (Caja Rural), Joan Bou (Euskaltel-Euskadi), Magnus Cort (EF), Harm Vanhoucke (Lotto) y Edward Planckaert (Alpecin) llenaron las alforjas al sol de Antequera. Roglic, que es el jefe de la Vuelta aunque el liderato se pose sobre los hombros imprevistos de Eiking, decidió sombrearles la esperanza en tierras duras, para supervivientes. Meandros de asfalto viejo y gris, desmemoriado por el olvido que gritan su saeta por la Sierra Sur de Jaén. En esas carreteras secundarias, Landa, que ha aceptado que la Vuelta le mandó al anonimato, se cayó. Apenas un rasguño. En un curso torcido y de mirada aviesa, el alavés se felicitó. Alex Aranburu, que se fue al suelo en Almáchar el día anterior, no salió. Necesitó cuatro puntos de sutura en la rodilla y sufrió diversas heridas. El de Ezkio se tachó de la carrera para enfocarse en los Mundiales de Flandes.

Mordía el asfalto añejo las piernas en un recorrido incómodo, extenuante, un velcro de fatiga arengado por el calor en la parrilla de la Vuelta, recostada al sur, prensada por el bochorno y el agobio, siempre puñetero. En el Jumbo amaestraron la fuga, que nunca tuvo una ventaja estimulante en un paisaje monótono, tensado por la presencia infinita de olivos y de algún cortijo caprichoso, una anomalía en el almacén de aceite mundial. Sin distracciones solo quedaba mirar al frente o al suelo. Otros eligieron entretener la vista, cansada de tanto olivar, con el potenciómetro, que al menos cambiaba y servía para aliviar el tono monocorde de la ruta. De vez en cuando asomaban en la barandilla de la monotonía las fachadas blancas de los pueblos hilados por los olivos.

Resoplaba el puerto de Locubín exigiendo más esfuerzo, otro pasaje por el calvario. BikeExchange se alió con el Jumbo de Roglic, el capataz de la carrera, para prender la ascensión. Sacaron la esquiladora para recortar el pelaje de los fugados, obstinados en su pelea por una quimera. Eiking, el líder desconocido, observaba el pleito por la posición entre los equipos de los favoritos, que codeaban ambición para embocar en las fauces del Locubín. El monumental Cort Nielsen, vencedor en Cullera, despachó al resto de acompañantes. Lastra y Bou se desgañitaron. Movistar y Jumbo los engulleron.

Afilada la ascensión, Landa se cortó. No tiene sedal del que tirar en la Vuelta. Otro día oscuro. Bouwman era el faro de Roglic. Iluminó el puerto. El líder supuraba agonía buscando la rueda de Guillaume Martin, filósofo estoico. Vis a vis por el liderato. Cort Nielsen, un ciclista de hormigón, resistía el oleaje del pelotón. El danés no entiende de rendiciones. De la Cruz aleteó. Alertó a Kruijswijk, la percha de Roglic. Mas, López, Yates y Bernal no perdían la compostura. Cort Nielsen dobló la bisagra de Locubín. Eiking resopló el final del puerto. En el descenso mandó la prudencia entre los favoritos en una carretera acartonada que no asustó a Cort Nielsen.

UN DUELO COLOSAL

Esperaba una pared, un muro contra el que estamparse, un paredón al que medirse entre lamentos para subirse a la gloria. A la terraza de Valdepeñas de Jaén se sube a gatas, retorciéndose. Cort Nielsen era un hombre contra el mundo. Kuss, el colibrí del Jumbo, incentivó a Roglic, un depredador. Enric Mas le metió el codo. Estaba dispuesto para la pelea.Enemigos íntimos. El mallorquín enseñó el colmillo. Quería morder a Roglic, el ciclista de oro. El colosal duelo entre ambos apaleó a Cort Nielsen, en apnea. Asfixiado. Mas y Roglic hombrearon sin sutilezas. Se rozaron. Chispas. López, Haig, Yates y Bernal, el que más sufrió, les sentían pero no les molestaban. Mas entró en cabeza en los 100 metros finales, con Roglic a un palmo. Entonces, el esloveno, un aniquilador, engranó otra marcha, la del triunfo. Rebasó a Mas y le endosó un pellizco de tres segundos, que fueron siete por la bonificación. López fue tercero. Se dejó cinco segundos, 11 con el premio por la victoria del esloveno. Haig y Yates concedieron 17 en total. En Valdepeñas de Jaén, donde se jugó la Vuelta, Mas miró a los ojos a Roglic.