Pues sí, tal día como hoy hace diez años, Juan Carlos de Borbón se rompió la cadera estando de cacería de elefantes en Botsuana. Ya saben todo lo que vino después. La cosa es que, ingratos y olvidadizos, a los amanuenses cortesanos se les ha pasado la efeméride. A todos menos a una.

Siempre en primer tiempo de saludo borbonesco, Mayte Alcaraz dedica en El Debate unas dolidas y dolientes líneas a la caída que lo cambió todo. Lo hace bajo el título "Botswana y la cacería de Sánchez", guiño, guiño, codazo, codazo. Les doy a probar una pizquita de la letra pequeña: "Su deterioro físico, unido al calvario procesal del escándalo Urdangarín, obraron como munición para que el populismo, la extrema izquierda y los independentistas iniciaran otra cacería: un proceso de destrucción de nuestros pilares constitucionales que solo necesitaba un timonel sin escrúpulos. Al correr de pocos años llegó: Pedro Sánchez Castejón".

Y para que no se queden con ganas, el solemne lamento final: "Desde entonces, un proceso de ingeniería social está desmontando nuestro país, devastando cuantos valores y certezas habíamos atesorado. A aquel viejo Rey se le echó de España, en una vergonzosa operación que Sánchez instigó y Don Felipe no pudo evitar. En Abu Dabi sigue, para bochorno de todos. Espero que la gratitud de millones de españoles evite que los profetas de la muerte de España arrasen el orgullo de haber tenido un Rey como Don Juan Carlos".

De cordones sanitarios, alertas antifascistas y demás

Les he empezado por ahí porque el columnerío diestro (y el otro) anda ya con cuerpo de jota semanasantera y sestea en asuntos de carril. La entrada de Vox en el gobierno de Castilla y León, por ejemplo, que inspira esta descarga al editorialista de ABC: "La «emergencia democrática» que trata de decretar el Ejecutivo de Sánchez tras el acuerdo PP-Vox en Castilla y León es un ejercicio de cinismo prácticamente sin parangón en la política española después de que el PSOE de Sánchez se haya echado en manos de quienes han perpetrado la más grave agresión a la Constitución y la soberanía de los españoles desde el 23-F (ERC) o de los herederos políticos de casi 900 asesinatos terroristas (Bildu)".

La cantinela es la misma que tararea el editorialista de El Debate. "Pactar con Vox es legítimo; con Podemos, Bildu y ERC no", se titula la pieza que acaba cerrando los ojos y expresando un deseo en voz alta: "Si el PP y Vox son capaces de conformar esa mayoría, no hacerlo por el miedo a la pena de Telediario que sufren preventivamente sería un flaco favor a todo lo que ambos dicen servir. Castilla y León no debe ser una excepción, pues, sino la norma tranquila en adelante".

Con todavía más brío, Pablo Molina se marca unas letras entregadas a los abascálidos en Libertad Digital: "Vox representa todo lo que odia la izquierda, un mérito que, por sí mismo, debería suscitar el respeto y agradecimiento de toda la gente normal. Nadie sabe si Vox llegará a gobernar algún día pero, aunque no lo haga, su presencia activa en la política española habrá rendido un gran servicio para equilibrar el disparate continuo de la izquierducha cuando ejerce el poder. Los socialistas deberían estar también agradecidos a Abascal y a su partido, porque gracias a que están desmontando las canalladas de la facción más radical del sanchismo no desaparecerán como les ha ocurrido a sus colegas franceses".

Pedro Nárvaez también se echa unos párrafos sobre la cuestión en La Razón: "No se ha visto, después de la alianza de Mañueco con Vox, al menos que haya trascendido, que el diablo convocara aquelarres en algunas plazas del antiguo reino. La izquierda no tiene realmente «miedo» a Abascal, no ya por lo que pueda hacer el líder de la derecha-derecha, sino porque una vez que pactó con Bildu qué puede temer un socialista de un hombre que monta a caballo. O sea, que hoy las vacas siguen pastando y no volando. El auge de Vox, y en Francia de Le Pen, constatan que hay mucha gente que quiere que le hablen claro y que no haya tanta distancia entre lo que en realidad son sus vidas y lo que le cuentan los políticos".

Ya que el opinetaro de arriba mentaba Francia, miren qué poco disimula Emilia Landaluce en El Mundo: "Es una pena que Eric Zemmour (7,1% de los votos) haya birlado la posibilidad a Le Pen (23,4%) de ganar la primera vuelta de las elecciones francesas a Emmanuel Macron (27,6%). En ese caso, la politología europea habría hecho (todavía más) su agosto con esas predicciones que se resumen en que viene el lobo de la ultraderecha. Por eso se dedican a hacer comparaciones con la victoria de Trump para tratar de justificar la posibilidad de que Le Pen derrote a Macron en la segunda vuelta".