Como ya les adelanté ayer cuando les serví los primeros soplamocos al sucesor de San Pedro, el aguacero de cagüentales ha arreciado entre los atizadores diestros. En el top one de la bilis hirviente, Francisco Marhuenda achaca a Bergoglio el imperdonable pecado de ser enemigo de la madre patria. "Un Papa antiespañol", titula su pieza, antes de incurrir en lo que para un católico como supone una blasfemia. Lean: "A estas alturas existen pocas dudas de la escasa simpatía que tiene el Papa Francisco por España. Estoy convencido de que el Espíritu Santo se confundió y los cardenales eligieron un candidato catastrófico. En lugar de estar al margen de las polémicas, le gusta chapotear en el barro de falso progresismo de esa izquierda sectaria y fanática iberoamericana tan querida por Podemos y los antisistema". Se equivocó el Espíritu Santo, ahí queda eso.

No es extraño que el segundo editorial del periódico que dirige Marhuenda incida con la garrota, en este caso bajo el encabezado "Un error inexplicable del Papa". La argumentación es propia de la vieja enciclopedia Álvarez: "No hay mayor daño moral para los hombres que llevaron a cabo la obra magna de la evangelización de un continente que verse juzgados desde la distancia de siglos. Más aún, cuando la verdadera huella de la Iglesia en América estriba en la asunción de una verdad revelada para todos los hombres, con independencia de su raza, étnia o cualquier otra condición de origen. La universalidad de la salvación, en suma. Mal servicio a la causa del sucesor de Pedro".

También en La Razón, José María Marco carga contra el pontífice y, en el mismo viaje, contra los malos de costumbre: "El pasado no se cambia, pero sí se puede manipular con fines políticos presentes. Y siempre que se lleva a cabo una manipulación de la escala a la que están siendo sometidas las sociedades latinoamericanas, los resultados acaban por producir más división, más exclusión y pronto más discriminación y, sobre todo eso, más desigualdad y más pobreza".

En El Español, David Mejía agota en el primer párrafo toda su pólvora: "Es una injusticia excluir al jefe del Estado Vaticano de la nómina de líderes populistas mundiales, cuando Bergoglio ha hecho méritos suficientes para figurar junto a Trump, Salvini y Bolsonaro en el olimpo de la estulticia política".

Menos mal que Ayuso le puso en su sitio

El Mundo reserva otro editorial rasposo al inquilino del Palacio Apostólico. En este caso es un dos por uno. Bofetada a Francisco, aplauso a la lideresa que ustedes saben: "Ayuso, que viaja a EEUU entre otras razones para reivindicar la causa común de la hispanidad en tiempos de iconoclastia y cancelación, denuncia con elegancia pero con coraje que el Vaticano se preste al juego populista de señalar a un enemigo mítico para desviar la atención de su ruinosa gestión real".

Hecha la genuflexión a la emperatriz de Sol, el editorialista sigue con el despelleje de Don Jorge Mario: "Al Papa sí le compete pedir perdón por los abusos sexuales del fundador mexicano de los Legionarios de Cristo. Pero entristece que un papa castellanohablante, que duda si España está «reconciliada», participe en el descrédito de quien llevó fe y lengua a Hispanoamérica, amén de las luces -hoy vacilantes- de la razón".

En el mismo diario, Eduardo Álvarez se larga un tirabuzón de tronío: "Ahora que AMLO, el populista presidente mexicano que le clavó una puñalada en la espalda a un ingenuo Pedro Sánchez mientras le recibía en visita oficial, así se las gasta, ha logrado que el no menos populista Papa Francisco hinque la rodilla, es de suponer que acelerará los trámites para erradicar de México a la mayor brevedad el español como lengua oficial, sustituyéndolo por el náhuatl o cualquiera de los cientos de idiomas que se hablaban en Mesoamérica antes de la Conquista castellana".

Y si ero les ha parecido un galimatías, a ver qué les parece la teórica de Gabriel Albiac en ABC: "El perdón que trasciende de los individuos a las comunidades y del presente al más remoto pasado, no es potestad humana. Ni siquiera de un dirigente espiritual de la entidad de un Papa. Ese perdón, que borra metafísicamente el pasado, sólo lo puede otorgar el Ser para el cual pasado, presente y futuro son lo mismo, porque Él no es una criatura". Será que estoy espeso, pero no he entendido nada.