En el Senado, cámara de representación territorial según nos cacarean, se podrá hablar por fin en las lenguas cooficiales del Estado español. Si hay noticia, sería por los cuarenta y pico años que se ha tardado. Pero para los amanuenses diestros la miga está en otro lado. Se trata de un ataque a la lengua de Cervantes: "El PSOE se suma a la ofensiva contra el castellano en el Senado", se desgañita ABC en su primera, justo encima de la información sobre el volcán de La Palma.

Ese relieve que le da el vetusto diario en su escaparate tiene su correlato en un bilioso editorial titulado "Babel en el Senado". Retírense un poco, que les va el primer entrecomillado: "El camino que marcan los nacionalistas es el de la plurinacionalidad. Lo dicen los promotores de la reforma del Reglamento del Senado. No hay que interpretar sus intenciones, basta con leer lo que escriben. La aplicación del plurilingüismo en el Senado es un peldaño más en la escalera que lleva a su extensión a todas las instituciones del Estado. Para los nacionalistas nunca es suficiente; tampoco para esa izquierda que quiere desfigurar la identidad nacional de España porque la considera una herencia del franquismo".

Merece la pena bajar un par de párrafos para llegar al momento donde se dice que con tanta lengua la españolidad se nos diluye: "La existencia de un idioma oficial es imprescindible para la existencia misma de una ciudadanía política basada en la igualdad. Los nacionalismos abanderan la diversidad lingüística como fuente de identidad separada porque su discurso sigue anclado en el Antiguo Régimen de fueros, jurisdicciones especiales y comunidades nacionales". Por la lengua hacia el imperio.

En El Español de Pedro Jota Ramírez, un poquito más de lo mismo, pero redactado en plan cuento para niños: "Cuando un senador leridano o guipuzcoano se dirija a sus compañeros andaluces, extremeños o gallegos, podrá hacerlo no en el idioma que les es común, sino en la lengua cooficial de su región. El disparate es un gesto inútil que no sacia ni atempera en ningún caso las aspiraciones nacionalistas, y sólo servirá para crear más gasto y burocracia, llenando el Senado de traductores a cambio de casi un millón de euros al año".

El Mundo pasa por encima de lo del Senado, pero saca la garrota con otra cuestión de lenguas. En concreto, con la petición de la en la Ley Audiovisual se señale a las plataformas que incluyan un porcentaje de la producción en las lenguas propias. Hasta ahí podíamos llegar, se irrita el editorialista: "Esta pretensión retrata la concepción aldeana que los nacionalistas tienen de la promoción cultural y lingüística, abonados a una retórica de confrontación -español contra lenguas cooficiales- que solo existe en sus bélicas fantasías. Pretenden fomentar el catalán o el vasco a través de una política basada en un juego de suma cero en el que para que gane una opción debe perder otra, entendiendo el español solo como el idioma del cacareado «Estado opresor»". Concepción aldeana, escribe el gachó con la boina enrosacda hasta las cejas.

Y para terminara como esta maraña monotemática, recibimos la aportación del sin par Juan Carlos Girauta en ABC. La tesis es como para que le den el Nobel de Ganchillo y Macramé: "La barrera de protección de las élites supremacistas funciona así: se crea una diglosia inversa a la que funcionó en el franquismo, esto es, consolidando como lengua de prestigio el catalán y relegando a lengua doméstica el castellano, que es la primera de la mayoría de catalanes". Claro que sí, chati.