Me perdonarán la mejorable gracieta del titular, pero comprendan que es difícil resistir la tentación de las metáforas facilonas o las cargas de profundidad (valga el contradiós) superficiales. Miren, por ejemplo, la primera página de La Razón encabezada así: "Sánchez tritura a Garzón por la «crisis de la carne»". Debajo, la imagen del aludido junto a una picadora de carne en funcionamiento. Sutil, lo que se dice sutil, no es. En todo caso, ni siquiera es un fotomontaje, sino una instantánea tomada directamente de la intervención del ministro de la discordia en el programa de Antonio Ferreras en LaSexta.

Algunos de los columnistas juguetean también con las palabras en los títulos de sus piezas. Así, la de Julio Valdeón lleva como encabezado "Vuelta y vuelta", y de Sandra Golpe, "Elogio del chuletón". Más directo, el editorialista anota "Hasta la carne despieza la coalición". El director, Francisco Marhuenda se decanta por "El chuletón de Garzón" para un texto en el que retrata así al ministro que está en boca de todos: "No hay que sorprenderse, porque es un comunista de manual y digno heredero de los politburós de la Unión Soviética y sus técnicas de ingeniería social".

El editorialista de El Mundo se descuelga por la misma liana de "ingeniería social", tan del gusto al fondo a la derecha: "La actitud de Garzón, entre la provocación a sus socios de gobierno y la radicalidad ideológica, revela también esa vieja querencia de la izquierda más dogmática por la ingeniería social, que trata de imponer su visión del mundo como si fuese la única válida y moralmente superior y pretende moldear la conciencia de los ciudadanos en base a sus principios, sus hábitos y sus costumbres".

También en el diario de Unedisa, Jorge Del Palacio echa mano de tópicos del rojerío. Se diría que hasta se pone un poco pedante al citar referentes que no tenemos todos los mortales en la cabeza: "Garzón, sin embargo, que cita con tanto arrobo a Gramsci, no debería haber olvidado el consejo de éste a sus camaradas en las jornadas revolucionarias de la primera posguerra: para quienes miran a Moscú con pasión, tanto monta el káiser que Friedrich Ebert. Y ahora le toca sufrir el fuego amigo".

"Más quinoa y menos marxismo", clama Karina Sainz Borgo en ABC, donde también Ignacio Camacho deja caer su apunte de doble sentido: "Garzón, en concreto, se había puesto pesado suplicando su entrada en el Gobierno como precio de la entrega de IU en brazos de Podemos y para hacerle sitio hubo que trocear una cartera con cuchillo de carnicero". Tenía que ser justo de carnicero el cuchillo.

Sin salir del vetusto diario, encontramos a Luis Ventoso haciendo el chistaco correspondiente: "Si el Gobierno de Sánchez fuese un chuletón no diríamos precisamente que está «al punto». Está tan requemado que ya no lo camufla ni la salsa chimichurri de Iván Redondo". ¿Será tal vez más brillante a ocurrencia de Álvaro Martínez? Comprobémoslo, teniendo en cuenta que el artista parte de un tirabuzón, pues el asunto de su columna es la petición de Francia a sus ciudadanos de no viajar a España: "Duele esa especie de veto francés, interesado pues allí también sufre el turismo, pero los datos son los que son y Sánchez, en vez de preparar bien la temporada turística ha preferido convertirse en ‘Perico el sonrisas’ y echarse la siesta, algo tan español e imbatible como un chuletón al punto".

En El Español, Pedro J. Ramírez se pone largo para titular el editorial: "El chuletón que colma el vaso de la paciencia con Alberto Garzón". La tesis, como imaginan, es que el malagueño sobra en el gabinete: "El Gobierno debe velar por el cumplimiento de los acuerdos de París y la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, pero las declaraciones de Garzón ponen en evidencia a un ministro desorientado y reincidente, y confirman que no es tan peligroso el consumo de carne para el planeta como lo es Garzón para los intereses de España".

Y como contrapunto final, les traigo a Marta García Aller, que en su columna de El Confidencial se pone de parte del ministro y atiza al presidente: "Es difícil saber a quién desacredita más Pedro Sánchez con su oda al chuletón al punto, si a su estrategia medioambiental o a su ministro Alberto Garzón. Lo más probable es que Sánchez solo haya hecho aposta lo segundo, pero es más preocupante lo primero".