Cuando era un niño, sus compañeros de clase se burlaban de la imperfección de su labio y una extraña forma de hablar que le llevaba a arrastrar algunas letras. Tenía parte de la cara paralizada debido a las malas decisiones médicas que se tomaron en un complicado parto. En la adolescencia, le dio por la poesía y la lectura y cayó rendido a la épica lírica de Walter Whitman. No parece la típica carta de presentación de un futuro hombre de acción. Sylvester Stallone escapaba de los clichés ya desde pequeño y no lo tuvo nunca fácil, empezando por su propia casa, donde se vio obligado a lidiar con un padre violento que se comunicaba a base de bofetadas. Vamos con los músculos, metralletas y puñetazos de uno de los actores más conocidos y taquilleros del cine de Hollywood.
El semental italiano
Si el cine de acción y la comedia romántica son considerados géneros menores, el cine para adultos entraría directamente en la categoría de tosco subproducto de videoclub. Ahí fue donde empezó a dar sus primeros pasos en la gran pantalla. En 1970, fruto de las urgencias económicas, mientras estudiaba arte dramático, Sylvester Stallone participó en un filme abiertamente pornográfico titulado ‘The Party at Kitty and Stud’s’ y que pasaría a la historia por su divertido nombre alternativo: ‘El semental italiano’. A Stallone le habían echado de su casa y llevaba varios días durmiendo al raso en una estación de autobuses en pleno invierno. “Tenía dos opciones, participar en esa película o robar a alguien, porque realmente estaba desesperado. En vez de cometer un delito, trabajé dos días por 200 dólares y pude abandonar la estación de buses”, reconocería el actor más adelante.
Tenacidad juvenil
“Me ha tocado ver muchas películas con mi abuelo de Bruce Lee, Rambo y Chuck Norris”
Su etapa inicial en la industria del celuloide fue variopinta. Tras la fugaz incursión en el cine subido de tono, protagonizó una serie de breves papeles en producciones mucho más interesantes, metiendo el morro y tratando de hacerse un hueco con astucia. Gracias a la tenacidad, logró colarse en ‘Bananas’ (1971), el segundo filme de Woody Allen, donde hacía de delincuente en el metro; en la famosa serie de CBS ‘Kojak’ se ponía en la piel de un intachable joven policía con camisa azul llamado Rick Daly; y también peleó por un papel de extra en ‘El Padrino’ de Francis Ford Coppola, la obra maestra que disecciona la historia de la mafia siciliana. También optó al papel de ‘Superman’, aunque al final se decantaron por Christopher Reeve.
Stallone fue rechazado en el largometraje sobre la poderosa familia Corleone porque, según reconoció, no daba con el perfil que estaban buscando los productores. “Fui a Paramount y dije: ‘¿Puedo ser un extra en la escena de la boda?’”, relató al medio Empire. “Dijeron: ‘Sí, pero no sabemos si eres el tipo de persona’. Digo, ‘¿No soy ese tipo? ¿Para figurar en un segundo plano escondiéndome detrás de un maldito pastel de bodas?’”.
El gran cambio
“A mí ‘Lo que el viento se llevó’ me parece lo máximo. Y me encantan las telenovelas turcas”
A los 30 años todo cambió. Llegó ‘Rocky’, un melodrama sobre un desconocido boxeador de Philadelphia en busca de la gloria y que guardaba muchas similitudes con su creador. La academia premió el coraje de aquel joven italoamericano que se ganaba la vida a puñetazos con 10 nominaciones en la ceremonia de los Oscar de 1977. Stallone no ganó los dos galardones a los que optaba (mejor actor y guionista), pero catapultó una carrera que ha estado llena de altibajos, con éxitos y sonoros fracasos, y críticas en muchos casos demoledoras que contrastan con su condición de figura planetaria.
Rocky vs Rambo
A diferencia de otros ilustres colegas del gremio del cine de acción (Steven Seagal, Arnold Schwarzenegger, Jean-Claude Van Damme o Chuck Norris), Stallone, uno de los actores favoritos de George W. Bush, siempre ha hecho gala de unas inquietudes artísticas, culturales y sociales. No es el hombre iletrado que históricamente se nos ha hecho creer, despreciado habitualmente en círculos culturales por parte de cinéfilos empedernidos. Él ha escrito el papel de muchos de sus personajes solitarios: el tipo de gente íntegra que lucha por unos valores inquebrantables, haciéndose un hueco en la vida con honestidad y siendo fiel a sus principios.
Rocky Balboa, considerado su ‘alter ego’, nació bajo una intachable premisa moral. Aunque 45 años después pueda parecer una película arquetípica y con poca sustancia, dio un empujón al género de películas de boxeo, lanzando a Stallone al estrellato y recaudando más de 100 millones de dólares en Estados Unidos. La saga contó con cinco secuelas (‘Rocky II’, ‘Rocky III’, ‘Rocky IV’, ‘Rocky V’, ‘Rocky Balboa’) y dos ‘spin-off (Creed y Creed II) a lo largo de más de 40 años.
Toda una generación ha crecido viendo sus películas en la televisión, especialmente el veterano de guerra John Rambo, el héroe que empezó a encarnar en 1982 (‘Acorralado’) y al que le siguieron dos taquilleras secuelas en 1985 y 1988 que fueron criticadas por su excesiva dureza y contenido violento. En 2019, dio vida por última vez a uno de sus personajes más emblemáticos en ‘Rambo: Last Blood’, dirigida por Adrian Grunberg, y donde vuelve a las andadas con un excesivo baño de sangre.
Los duros años 90
Durante un tiempo, trató de alejarse de una imagen caricaturesca con una serie de comedias sin demasiada chispa como ‘Oscar ¡quita las manos!’ (1991) o ‘¡Alto! O mi madre dispara’ (1992). El cambio de registró no le salió bien a un actor que iba a convertirse en el nuevo Marlon Brando y que, a la hora de la verdad, demostraba escasas capacidades interpretativas. Regresó a los clásicos papeles de hombre de acción (‘Máximo Riesgo’, ‘Demolition Man’, ‘Pánico en el Túnel’), aunque no obtuvo los resultados esperados. ¿El antiguo marine de Vietnam con el torso desnudo estaba acabado?
Reinvención
Los últimos 15 años se ha reciclado de manera inteligente. El superhéroe con fama de sensible y pinta de perdedor ha tirado de nostalgia ochentera, recuperando los míticos Rocky Balboa, en 2006, y John Rambo, en 2008 y, de esta manera, levantando una carrera de mamporrero que le ha vuelto a colocar en la quiniela de los Oscar gracias a sus papeles en ‘Creed’ (2015) y ‘’Samaritan’ (2022). De momento, se le resiste la ansiada la estatuilla. La vitrina de púrpura que mandó construir en los tiempos de ‘Rocky’ para hacerle un hueco a la figura de bronce tendrá que esperar. Pero el intérprete no ha arrojado la toalla. Acumula estrenos en la cartelera con el hambre voraz de un incansable y joven actor, ya bajo su propia productora Balboa productions.
Lleva décadas tratando de llevar a la gran pantalla el biopic del escritor Edgar Allan Poe. En 2019, sorprendió con una publicación en su cuenta de Instagram en el que afirmaba que los caminos, por muy largos que sean, “merecen la pena”. “Es un viaje que no se acaba nunca, y me odiaría si, por lo menos, no continúo lo mejor que pueda para conseguir que llegue a buen puerto. Ser capaz de salir ahí fuera y decir: ‘Lo conseguí. Puede que me haya llevado 45 o 50 años, pero ya está hecho”, escribió en la red social.
Chuck Wepner: el auténtico Rocky Balboa
Escribió el papel de su vida en tres días. La historia de un modesto boxeador que aspira a un título mundial y al que la vida no para de darle disgustos es también la eterna búsqueda del sueño americano que tanto gusta en Hollywood y por el que fue reconocido con tres Premios Oscar, entre ellos el de mejor película. Pero el guion de ‘Rocky’ tiene una base muy real. No salió de la nada. Sylvester Stallone vio en un cine de Los Ángeles al enfrentamiento entre Muhammad Ali y Chuck Wepner, un boxeador del montón al que apodaban ‘El sangrador de Bayonne’, el 24 de marzo de 1975 en el Richfield Coliseum de Ohio ante 14.847 espectadores.
Wepner, de 36 años, estaba en el ocaso de su carrera. Era un púgil mediocre, un héroe local de combates menores y heridas profundas. Aquel hombre blanco con propensión a derramar sangre en el cuadrilátero se enfrentaba al campeón del mundo. La idea partió de Don King, el polémico promotor estadounidense que, un año antes, había organizado el combate más famoso de la historia entre Muhammad Ali y George Foreman en Kinshasa, Zaire. La pelea del siglo cayó del lado de Ali.
La figura del representante que manipula como marionetas a los boxeadores está presente en la saga. La pelea es un calco de las escenas que hemos visto tantas veces en las cintas de boxeo -muy especialmente, entre Rocky Balboa y Apollo Creed- y en el que un desconocido aspirante aguanta, asalto tras asalto, con una resistencia heroica, la aplastante superioridad de su poderoso rival. Para asombro de todos los espectadores, un excelso, hiperactivo y extramotivado Wepner logró mandar a la lona a Muhammad Ali en el noveno asalto. El campeón se repuso y, no sin esfuerzo, logró noquear a su oponente en el último ‘round’, a falta de 19 segundos para la campana final. Solo tres hombres más han conseguido derribar a Ali: Sonny Banks, Henry Cooper y Joe Frazier.
“Quería escribir algo sobre cómo me sentía, pero mi historia no era muy comercial. Fui a ver esa pelea y algo hizo click. Dije: ‘Ese soy yo, así me siento’”, reconoció Stallone en 1988. Wepner quería otra cosa. Llevó a Stallone a los tribunales en 2003 por aprovecharse de su imagen y no recibir una compensación a cambio. La demanda económica ascendió a 15 millones de dólares. “Soy un verdadero imbécil, este tipo usó mi nombre durante 20 años para promocionar la franquicia de Rocky. Estoy harto”, justificó el exboxeador. En 2006 ambas partes llegaron a un acuerdo y sellaron la paz, aunque la cantidad final nunca ha trascendido.