Esta semana conocemos a Edurne Gutiérrez Zorrilla, nuestra nueva ganadora, su marido, Aitor, y su aita, Celestino, en cuya casa, en el barrio bilbaíno de Basurto, hacemos la entrevista. “Sus hijos, Raquel, Alexis y yo, nuestras parejas y sus nietos, Nahia y Egoitz, quedamos con él todos los domingos, que es cuando no trabajamos, para tomarnos un cafecito y hacer el autodefinido juntos por hacerle un poco de compañía ahora que ya no está Nieves, nuestra ama”. Y es que los pasatiempos son una de las aficiones que comparten juntos. “En realidad los hace mi hija Edurne y a mí me pasa algunas difíciles”, asegura Celestino entre risas.
Edurne es natural de Barakaldo, como su aita, pero ella vive en La Peña con su marido, Aitor Sologestoa, con quien tiene un hijo, Egoitz, de 20 años. Además, su perra Gora les acompaña en su día a día desde hace ocho años. Aunque tiene alergia a los perros y a los gatos, decidieron llevársela a casa ya que se trata de una raza hipoalérgica, que son aquellas aptas para personas que, como ella, tienen esta incompatibilidad con el pelo de estos animales.
Siempre ha trabajado como administrativa, pero en la pandemia perdió su empleo y decidió reinventarse profesionalmente y orientarse hacia el sector comercial. En estos momentos se encuentra trabajando de cara al público, como dependienta, en una tienda. En su tiempo libre, Edurne se apunta a todo. “Soy muy animada, me gusta sumarme a casi cualquier plan y me gusta mucho hacer ‘running’”, detalla.
Celestino Gutiérrez Quintana, a sus 78 años, está ya jubilado y trabajó como comercial en una empresa de aparatos de laboratorio y unos años en el sector de la construcción. Nació en La Cábila, en Barakaldo, junto al antiguo campo de fútbol, y muy cerca de la fábrica del Grupo Unquinesa donde trabajaba su aita. Y en 1997, con su mujer, Nieves, se mudó a Bilbao, al barrio de Basurto, desde donde disfruta de un buen paseo cuesta abajo hasta el centro. “De vuelta, como me toca todo cuesta arriba, cojo el autobús”, advierte. No obstante, se mantiene en buena forma. A pesar de los achaques propios de la edad, hasta los 65 años ha jugado a fútbol sala.
Por su parte, Aitor Sologestoa Bilbao, natural de Bilbao, tiene 54 años y ha trabajado como Técnico en Electrónica, pero actualmente es pensionista. Después de un accidente laboral y dos infartos, lleva un ritmo de vida más pausado, y aunque ya no puede seguir subiendo montes a ritmo acelerado, todos los días anda 11 kilómetros, unos 16.000 pasos aproximadamente. “No le gusta nada conducir, pero en cambio le encanta cocinar y se encarga de que el menú en casa esté listo todos los días”, asegura Edurne.
Los tres van a demostrarnos que disfrutan de charlar en torno a un café y compartir escenas y anécdotas familiares que aunque han contado decenas de veces, las reviven con la misma ilusión con las que las vivieron por primera vez.
Bueno Edurne, pues estamos aquí en casa de tu aita, Celestino, acompañados de tu marido, Aitor, y de vuestra perra, Gora.
Edurne: Sí. Nuestro hijo, Egoitz, no ha querido salir porque es un poco tímido, pero aquí estamos nosotros para disfrutar de una charla agradable.
¿Qué tal habéis pasado las Navidades?
Edurne: Pues muy bien, aunque ya no es como antes…
Celestino: Desde que falta Nieves, mi mujer…. no me gustan ya y no tengo ganas de Navidades. Antes nos juntábamos todos aquí en casa, pero ahora me reparto en casa de los tres hijos.
Edurne: Nosotros pasamos la Nochebuena en casa de mi suegra, aita estuvo en casa de mi hermana y en Navidad vino a mi casa. En Nochevieja estuvimos cada uno en nuestra casa, porque como se hace tarde, mi aita y mi suegra no quieren moverse, y Año Nuevo todos, menos mi hermana, que le tocaba donde su suegro, vinieron a nuestra casa.
¿Han caído muchos turrones, polvorones, roscones…?
Edurne: ¡Uy, sí!. Han caído 3 panetones y 6 roscones porque empezamos antes de las fiestas oficiales, claro (sonríe). En cuanto los vemos... Fíjate que justo estaba con gastroenteritis cuando vi los primeros roscones y le pedí a Aitor que cogiera uno. Y él me dijo: “pero si no puedes comerlo…”. Y le dije: “no importa, cógemelo para cuando pueda” (risas).
¿Con o sin nata?
Edurne: Sin nata porque yo me pongo mermelada y mantequilla. Me lo abro y lo unto…
¿Como si fuera una tostada?
Aitor: ¡Total! (Risas).
Por lo que veo, os habéis sumado al ‘boom’ de los panetones también…
“En la pandemia me quedé sin trabajo y me reinventé trabajando en el sector del comercio”
Edurne: Sí, el primero que probamos fue por mi cuñada, que vive en Madrid, y hace unos años nos trajo uno. A Egoitz le encantó y desde entonces nos trae uno todos los años.
Celestino: Antes no se veía por las pastelerías y los supermercados y ahora en cambio está en todos los sitios.
Edurne: Y mi jefa estas Navidades también nos regaló un panetone.
Aitor: Y se lo comió prácticamente entero Egoitz.
Celestino: Es que es muy goloso (risas).
¿Y cuáles son vuestros platos típicos de estas fiestas?
Aitor: Pues hemos comido caracoles a la vizcaína, que hacía mucho que no comíamos, porque antes los hacía mi ama, Mari Luz, que ahora tiene 82 años y dan mucho trabajo como para que se ponga a hacerlos, y también bacalao al pil-pil, que era un plato típico de Nieves, mi cuñada.
Edurne: Es que mi suegra y mi ama se llevaban muy bien y siempre se organizaban súper bien.
Aitor: Ah y ponemos croquetas también porque a nuestra sobrina Nahia le gustan mucho las que hago yo.
Edurne: Y entrecot para nuestro hijo, Egoitz, que tiene un saque…
Aitor: Sí, no para de comer, pero está muy delgado. Ya le dijeron en la federación de fútbol que tenía que engordar un poco.
¿Juega al fútbol?
Aitor: Lo ha dejado este año.
Celestino: Es que llega un momento en el que lo dejas…
Aitor: Bueno, pero sigue con el gusanillo, como los amigos siguen jugando y tiene el campo de fútbol al lado de casa…
Celestino: Pues que vuelva, que hacer deporte está muy bien.
¿Os gusta el deporte a vosotros también?
Edurne: Sí. De hecho, mi aita ha jugado a fútbol sala hasta los 65 años.
¿Ah, sí?
Celestino: Sí, jugábamos en el polideportivo de Trapagaran y anteriormente en Basauri, pero se me rompió la cadera por la edad y dejé de jugar porque ya no podía.
¿Y eras el más veterano del equipo?
Celestino: Casi, porque Pedro me llevaba un año o dos. El resto, eso sí, eran mucho más jóvenes.
Edurne: Aitor también jugaba.
¿Y quién tenía más fondo de los dos?
Edurne: Mi aita porque Aitor jugaba de portero y sólo iba alguna vez que necesitaban a alguien por una baja (sonríe).
Celestino: Cuando yo tenía 40, los de 20 corrían más que yo. Y cuando yo tenía 60, los de 40 seguían corriendo más que yo, así que bueno…
Pero cuando tenías 20 correrías tú más que el resto, ¿no?
Celestino: No, porque los que jugaban entonces, cuando yo tenía 20, ¡eran la hostia! (risas)
¿Llegaste a jugar a nivel profesional?
Celestino: No. Jugué en Juveniles en el Barakaldo y en Regionales en el Burceña y en el Retuerto, pero después lo dejé.
Aitor: En el Retuerto viviste momentos épicos… (risas).
Celestino: Sí. La final de uno de los campeonatos, que jugamos en La Arboleda, no se me olvida en la vida porque el único gol que nos metieron en todo el campeonato, que terminamos ganando, nos lo metieron allí de penalti. Y es que habíamos subido andando porque se nos marchó el funicular y llegamos, justos, para empezar el partido, pero reventados ya… (risas)
Edurne: Pues haciendo ejercicio ya…
Aitor: ¡Calentando!
Celestino: Y otra fue en 1965, el año en el que empezó el Bilbao Athletic, que salió en segunda regional, con Piru Gaínza como entrenador. Aún me duele la paliza que nos dieron (risas) en la ciudad deportiva de San Ignacio, porque aún no existía Lezama.
¿Y eso?
Celestino: ¡Nos metieron 16 goles!
¿Y vosotros?
Celestino: ¡Cero! Ni el gol de la dignidad metimos. Yo, que jugaba de delantero centro, calculo que tiré una que pasó pegando al poste, pero una… (risas).
¿Quiénes jugaban en ese momento?
Celestino: Pues los dos hermanos Rojo, Zubiaga, Zugazaga… Mientras nosotros, en el Retuerto, íbamos a entrenar un par de días a la semana y nos teníamos que duchar con agua fría porque ya no había caliente, ellos, claro, eran profesionales y entrenaban todos los días.
Edurne: Hasta que se vino a Bilbao, en el año 97, mi aita ha sido socio del Barakaldo.
Celestino: Sí. Iba a ver los partidos a Lasesarre con mi vecino, Iñaki, que jugaba en la Unión Deportiva San Vicente, también de Barakaldo.
¿Y a vosotros? ¿Os gusta el deporte también?
Aitor: A raíz de mi accidente laboral y de los dos infartos que he tenido he dejado de hacer muchas cosas, pero andar sí que ando un montón. Antes me venía desde La Peña hasta el Euskalduna y me subía por Basurto y luego a casa por Eskurtze. Me hacía 20.000 o 22.000 pasos.
Celestino: O sea nada…
Aitor: Pero me bajaba mucho la tensión y me sentaba y me quedaba dormido. Ahora todos los días hago 11 kilómetros, unos 6.000 pasos.
Edurne: Desgasta todas las zapatillas (risas). Si le compro unas zapatillas nuevas no le duran nada… en seis meses ya las tiene todas rotas.
Aitor: Sí, por delante, por debajo… Ahora llevo un reloj inteligente que me va chivando lo que hago. Ayer 17.000 pasos casi (sonríe).
Edurne: Sí, me vino a buscar al trabajo e hizo un montón. Mil pasos más que yo, mira.
Celestino: ¿O sea que tú también anduviste tanto?
Edurne: Sí, aita. A mí además me gusta mucho hacer ‘running’ y me he propuesto retomarlo este año.
¿Y os gusta andar por el monte?
Aitor: Sí. Hemos llegado a subir al Gorbea, pero ahora tenemos que elegir trayectos más llanos.
Edurne: Antes de fin de año estuvimos en el nacimiento del Nervión, que es una ruta muy asequible y muy bonita para hacer.
Aitor: Lo que pasa es que últimamente no me noto igual…
Edurne: Ahora corre Gora más que tú (sonríe).
Aitor: Quisimos subir al Pagasarri hace poco y no llegamos ni a la mitad.
Edurne: Sí llegamos…
Aitor: Bueno, a la ermita que hay, justo. Me tuve que parar ahí porque no podía más.
Bueno, pues hay que saber parar también cuando el cuerpo lo pide.
Celestino: Eso está muy claro. Llega un momento en el que no se puede y no hay que forzar.
¿Y qué otras aficiones tenéis?
Edurne: Yo antes cosía.
Aitor: Y a Celestino le gustaba tocar la bandurria.
Edurne: Es que una Navidad Olentzero le trajo una. Fue idea de mi ama.
Celestino: Sí, pero no sé ni dónde está ya… Igual está en el camarote, no lo sé. Aprendí a tocarla en la rondalla del colegio, que me tiré interno unos cuantos años en los Salesianos.
¿Ahí empezó tu afición por la música?
Celestino: Sí. Empecé en Zuazo y en Arévalo teníamos una rondalla de 30 y tantos niños.
¿Cantar qué tal se te da?
“Aprendí a tocar la bandurria en la rondalla, cuando estaba interno en los Salesianos, pero ya apenas toco”
Celestino: ¡Mal! (risas). Cantar ni las cuarenta…
Edurne: Yo, que fui a las Salesianas, tocaba la flauta por obligación. No ensayaba ni en casa (sonríe).
Aitor: Y nuestro hijo, Egoitz, empezó con la guitarra hasta que lo dejó porque decía que era muy difícil (sonríe).
¿Qué música os gusta escuchar?
Aitor: Pues un poco de todo. Ahora nos hemos quedado con las ganas de ver el concierto de despedida de ‘Hertzainak’.
Edurne: Sí, el de Fito pudimos verlo por la tele y estuvo muy bien.
¿Y no has recuperado la bandurria estas Navidades para entonar villancicos, Celestino?
Celestino: No. Vete a saber, que igual todavía hay alguna cuerda de esas de reposición por ahí…
Edurne: Antes era soso, pero mi ama le animaba (risas).
Celestino: Siempre he sido parado para ese tipo de cosas y faltando mi mujer…
Edurne: Mi ama era la que organizaba todo.
Aitor: Sí, era la más salsera.
Celestino: Ella animaba a todo el mundo.
Edurne: Todavía recuerdo una excursión que organizó a Senda Viva en la que no encontrábamos el hotel que había reservado y no paramos de reír hasta que lo encontramos (sonríe). También nos gustaba mucho ir a comer fuera.
Celestino: Bueno, yo habitualmente como en casa, excepto algunos días.
Edurne: Nosotros, en aniversarios y cumpleaños, siempre vamos de restaurante. Y también en fiestas de Bilbao, que fue cuando nos conocimos Aitor y yo.
Aitor: Sí, hace ya 34 años….
Edurne: Nos conocimos de fiesta en el 88, en las txosnas del Arenal. Íbamos cada uno de los dos con nuestras cuadrillas y recuerdo que ellos nos dijeron: ¿váis a venir mañana? Y les respondimos que sí. Quedamos en Azkarreta y al día siguiente ahí estaban.
Y cuándo os casasteis?
Aitor: En el 2000, en la Ermita de San Miguel, en Ereño. Nos gusta mucho esa zona y decidimos casarnos allí. Este año vamos a hacer 24 años de casados.
Edurne: Recuerdo que tras el banquete, que lo hicimos en el Arita Berri, bajé conduciendo el coche vestida de novia desde Ereño para ir al hotel que habíamos cogido en Gernika (risas).
¿Y eso?
Aitor: Es que a mí no me gusta conducir. Yo me saqué el carnet por si acaso lo necesitaba para el trabajo. Estuve llevando el coche cinco meses y en cuanto coincidí con uno del barrio que iba allí también me fui con él. Al final íbamos siempre tres o cuatro en su coche. Y lo que nos daban de kilometraje y de gasolina se lo dábamos a él. No quería salir de trabajar y dar vueltas y vueltas buscando un hueco para aparcar.
Edurne: Sí. Aitor siempre va a la puerta del copiloto y yo conduzco. Eso sí, como le relaja cocinar me dije ésta es la mía, yo conduzco y toda la cocina para él (sonríe).
¿Te relaja?
“Siempre me acerco a la puerta del copiloto porque nunca me ha gustado conducir” “Nuestro hijo se está sacando ahora el carnet de conducir y quiere estudiar Educación Social”
Aitor: Sí.
Celestino: Per es que además le gusta preparar la comida.
Edurne: Y cocina bien. Él se encarga de la comida y la cena siempre.
Aitor: Claro, porque me gusta hacerlo. Al final ella está trabajando fuera de casa y quiero que cuando llegue tenga todo preparado encima de la mesa.
Edurne: Hay veces que me espera para comer y todo.
Aitor: Es que no me gusta comer solo.
Celestino: Ya te digo yo que no se come igual solo que acompañado…
Edurne: Ya, pero a mí me da cosa que me espere hasta tan tarde…
Y cambiando de tema, ¿os gusta leer?
Aitor: A Edurne muchísimo. Es una devoradora de libros tremenda. Aquí quemamos los libros electrónicos (risas).
Edurne: Me gustan los libros en papel, pero para ir en el tren me llevo el electrónico, porque además puedo agrandar la letra y no me hacen falta las gafas (risas). Pero en casa me gusta en papel.
¿Eres coqueta entonces?
Celestino: ¡Mucho! Y tiene a quién parecerse… ¡Es igual que su madre! (sonríe)
¿Y qué nos propones comenzar a leer?
“Me relaja cocinar y todos los días me encargo de que mi mujer tenga la comida hecha encima de la mesa”
Edurne: Yo estoy leyendo ahora ‘Las tinieblas y el alba’, de Ken Follett, la precuela de ‘Los pilares de la tierra’. Y me gustó mucho ‘El último catón’, de Matilde Asensi. También me gusta mucho la trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. Cuando acabe lo que estoy leyendo ahora me leeré el nuevo que ha sacado de Bilbao, ‘Esperando al diluvio’. Y también me gusta mucho la novela negra. Una que os recomiendo leer es ‘La mirada de los ángeles’, de Camilla Läckberg, una autora muy buena.
Celestino: A mí me gusta ver los partidos del Athletic, sobre todo, y también al Bilbao Basket. También veo fútbol en Movistar+. De series he visto la de ‘Narcos’, que me recomendó mi nieto Egoitz.
¿Os gusta viajar?
Edurne: A nosotros sí que nos gusta. De hecho nos íbamos a ir este verano a una casa rural en la zona de Kanpezu, en Álava, durante la semana que tenía vacaciones, pero me puse mala, me ingresaron y todo y no nos pudimos ir.
Aitor: Sí. Habíamos elegido un sitio donde pudiera venir Gora con nosotros, claro, porque ella es una más.
¿Y si os diesen la posibilidad de viajar a cualquier parte del mundo con todos los gastos pagados, qué destino elegiríais?
Celestino: Pues nos costaría mucho ponernos de acuerdo los tres me parece.
Aitor: A mí me gustaría ir a Roma…
Edurne: ¿Otra vez?
Celestino: ¡Es que es un pesado con Roma! (risas)
Aitor: O a Fuerteventura, que también hemos estado y nos lo pasamos muy bien.
Edurne: Yo quiero ir a París, que no he ido.
Celestino: Yo a ningún sitio. ¡Ni aunque me dieran dinero! (risas)
¿No te gusta viajar?
Celestino: Sí, pero es que como he viajado más que el baúl de la Concha Piquer pues ya estoy un poco cansado…
¿Y un viaje que recuerdes especialmente?
Celestino: Pues en realidad viajaba por trabajo, me iba desde Huesca hasta Galicia en coche, pero en 1990, que fui a Los Ángeles, también con el laboratorio en el que trabajaba, fue un viaje distinto.
¿No estarían grabando ‘Los Vigilantes de la Playa’ entonces?
Todos: (Risas).
Celestino: Pues fíjate que el laboratorio nos llevó a los Estudios Universales, en Hollywood.
Aitor: Y allí vieron la maqueta de la película ‘Tiburón’ y todo.
¡Qué pasada!
Celestino: Y estuvimos en Disneylandia también.
¿Y visitaste sus playas?
Celestino: Por la playa pasé en coche y ya está.
Aitor: ¡Uy, la playa! No le gusta nada, ni tocar la arena… (risas).
Edurne: Sí, mi aita es de los que dicen que lo mejor del sol es la sombra (sonríe).
Celestino: Si voy tengo que estar bajo un árbol con un crucigrama.
¿Y qué fue lo que más te impresionó?
“Mi ama y mi suegra siempre se llevaron muy bien y se organizaban perfectamente en el menú de Navidades” “Conduje con el vestido de novia el día de mi boda para llegar al hotel”
Celestino: Pues en realidad no me impresionó tanto. Las distancias tal vez. Me fui uno de los días en taxi desde donde tenía el hotel, en Newport, hasta San Diego, para ir a misa, y recorrería 80 y pico kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Estuve en la misa y no tenía nada que ver con las de aquí. Cantaban todo el tiempo, pero eso sí, no es como en las películas, porque los que estaban al lado mío cantaban fatal… (risas).
Edurne: Y me acuerdo de que nos trajo unos vaqueros de allí. Eso sí, no sé a quién le valdrían, porque a mí desde luego no (sonríe).
Celestino: Claro, es que allí las tallas son distintas y yo, que no era muy experto en el tema de medidas, no di ni una (risas), pero os llevé ‘souvenirs’ de Hollywood y esas cosas.
Edurne: Nos trajiste un reloj de plata para cada uno y otro más especial para ama. Todavía conservo el mío (sonríe).
Celestino Gutiérrez
78 años. Natural de La Cábila, en Barakaldo, vive en el barrio bilbaíno de Basurto desde 1997. Ha trabajado como comercial en una empresa de aparatos de laboratorio. Viudo desde hace cinco años, recuerda con mucho cariño a su esposa Nieves, con quien tuvo tres hijos: Edurne, Raquel y Alexis. Además tiene dos nietos, Egoitz y Nahia.
Edurne Gutiérrez
Vecina de La Peña, es natural de Barakaldo. Con formación y experiencia como Administrativa, trabaja como dependienta desde hace tres años. Conoció a su marido, Aitor, en las jaias de Bilbao y se casaron en el año 2000 en la Ermita de San Miguel, en Ereño. Tiene alergia a los perros y los gatos pero tiene una perra de aguas que se llama Gora.
Aitor Sologestoa
54 años, de Bilbao. Ha trabajado como Técnico Electrónico pero actualmente es pensionista. Para estar en forma, anda 11 kilómetros cada día, por lo que desgasta rápidamente todas las zapatillas. Es vecino de La Peña, donde vive con su mujer, Edurne, y su hijo Egoitz, de 20 años, que quiere estudiar Educación Social.