he Who, John Fogerty, Iggy & The Stooges, Wilco, Alice Cooper, New York Dolls, Scorpions, ZZ Top, Flamin' Groovies, Tool, Queens of the Stone Age, Ray Davies, Bad Religion, Sex Pistols, Deep Purple, Joan Jett, The Black Crowes, The Hellacopters y Fun Lovin' Criminals, entre otros muchos pesos pesados, se han subido alguna vez el escenario de Mendizabala. Contra viento y marea, Azkena Rock ha sobrevivido. Y cumple 20 años. Ajeno a las modas, dispuesto a seguir promoviendo un credo que puso patas arriba la segunda mitad del siglo XX, el festival organizado por la promotora Last Tour International es el evento rockero por excelencia.

Como puso al descubierto Juanma Bajo Ulloa en su documental 'Rockandrollers', en el Azkena son tan importantes las estrellas del rock como una fiel legión de incondicionales que, venidos de todas partes y de toda clase y condición, engrandecen el certamen. El rock como forma de vida. La música como lenguaje universal en el que se entienden y comunican miles de melómanos. Lo cantan los donostiarras Lie Detectors en 'La felicidad', unos de sus himnos garaje-punk: "Cervezas amigos y rock and roll / esa es la felicidad que busco yo".

Uno de los entrevistados por Bajo Ulloa, resumía en la edición de 2015 el sentir mayoritario de los asiduos al Azkena. "No soy de Vitoria, sino de Senegal. Llevo aquí 16 años y me gusta esto porque da vida y se pueden ver grupos grandes. El año pasado (el concierto de) Scorpions me emocionó muchísimo. De niño, mi hermano tenía una camiseta del grupo y no sabía lo que era; pensaba que se trataba de un animal, pero estaba equivocado, ¡era una bestia! En el Azkena no hay colores, solo rock and roll", remata.

Al no ser un certamen mastodóntico, el tono íntimo y comunitario se han mantenido intactos todos estos años. El perfil es bastante más variopinto de lo que puede parecer desde fuera y tanto los grupos como el público abarcan maneras muy distintas de entender el rock. Pero todos ellos, desde los que se emocionan con una melodía pop, a los fans del country, el soul, el punk, el hardcore y hasta los que tienen el corazón cercano al heavy, conviven en armonía y se ven las caras todos los años. Es una cita obligada. Alrededor de un espíritu familiar, innegociable y común el público hace piña. Reina el buen rollo. El Azkena es uno de los últimos reductos en los que se pueden juntar y disfrutar de la música de siempre.

El lema del festival es 'burning since 2002'. De ahí la llama que sobresale en su logo flambeado y que a estas alturas es mucho más que una representación gráfica: Vitoria-Gasteiz prende la mecha rockera todos los años. La organización, que también está detrás del BBK Live, BIME y Donostia Festibala, es consciente de que tiene entre manos una preciada y delicada joya. El comunicado en el que anunciaban un cartel por todo lo alto para el 20 aniversario, que tendrá lugar los días 16, 17 y 18 de junio, sirvió también para echar la mirada atrás y hacer balance. Desde Last Tour aprovecharon la efeméride para reivindicarse y sacar pecho de los "hitos" obtenidos por un "festival que no solo ha logrado permanecer, sino que se ha consolidado en un panorama donde tantos caen por el camino".

En la salvaje jungla de certámenes de verano los cachés se disparan. La competencia es feroz. Pocos aguantan de pie en la tormenta. Milagrosamente, con ediciones más o menos redondas, con rumores constantes sobre su desaparición, con sus quebraderos de cabeza para cuadrar presupuestos, el Azkena está vivo y coleando. No ha terminado diluyéndose como tantos otros compañeros de viaje. Se temió de nuevo que no se levantara de la lona tras la irrupción del Mad Cool, con quien en 2016 compartió cabeza de cartel (The Who) y dio la campanada de la temporada al anunciar el concierto en exclusiva de Neil Young.

"Llevamos dos décadas haciendo historia en el rock'n'roll y siendo un lugar en el que las bandas se sienten como en casa, donde las que ya han tocado se mueren por repetir y las que aún no han estado ven sus escenarios como una meta a conseguir, conscientes de que no es un festival cualquiera". La fotografía con todos los grupos que han tocado desde 2002 da para un álbum entero. No solo por las grandes estrellas que han desfilado, sino por la clase media y un reguero de artistas de culto que han completado los carteles.

El underground se junta con los tótems, ambos suman y se retroalimentan. En Last Tour presumen de ello: "Si pusiéramos juntos todos los nombres de las bandas que han pasado por los escenarios de Mendizabala y La Virgen Blanca tendríamos una imagen muy clara de la grandeza de la cita y de la propia historia del rock de los últimos 50 años".

Aunque echó a andar en la sala Azkena (allí estuvieron Supersuckers, Sex Museum y Mudhoney, entre otros), la leyenda eléctrica de Vitoria-Gasteiz empezó a cimentarse en su segunda edición. Establecido definitivamente en el parque Mendizabala, el salto cuantitativo del festival fue muy considerable: se pasó de los 1.000 asistentes de la edición inaugural a los 20.000 aficionados al rock que vibraron con Iggy Pop y su banda matriz, The Stooges, entre otros grandes reclamos. Aún se recuerda el chute de energía de los precursores del punk con un Iggy desatado y en plena forma haciendo de las suyas en temas como 'I wanna be your dog' (interpretado dos veces), 'No fun' o 'Funhouse'. Historia viva del rock salvaje y descarnado.

El recordado agitador cultural Kike Turmix, una de las figuras más destacadas del underground madrileño de los 80 y 90, no podía disimular su entusiasmo al ver en acción a la Iguana y sus compinches de Detroit. "Eran más de 30 años esperando a ese momento, y ocurrió, para mí fue mágico, increíble [...]. Fue el concierto de mi vida, lo digo con el corazón, yo estuve allí. Yo vi a Iggy & The Stooges, ningún pero, ningún reproche a nada ni a nadie. Ya tengo una razón más para morir tranquilo". En esa misma edición actuó otra de las bandas más influyentes de la historia subterránea del rock, The Cramps, un lustro antes de que falleciese su carismático líder Lux Interior.

El impredecible tiempo gasteiztarra aguó la víspera de la presentación de 2004. La tormenta provocó una serie de destrozos importantes en los equipos técnicos y el polideportivo de Mendizorrotza apareció inundado. Al equipo organizador no le quedó otro remedio que improvisar una carpa. Wilco triunfó al año siguiente. El grupo de Jeff Tweedy presentó casi por completo 'A Ghost is born', una de sus obras maestras. 2005 fue la edición de la confirmación: se había dado con la tecla al montar un festival cómodo, accesible y con un programa variado y de primer nivel.

Existe cierto consenso en señalar la edición de 2006 como la mejor de su historia. La lista de actuaciones impresiona solo mencionando a sus cabezas de cartel: New York Dolls, Iggy & The Stooges y Pearl Jam. Gracias al tirón del grupo capitaneado por Eddie Vedder se llegó a alcanzar la cifra de 40.000 asistentes en tres días. El Azkena había tocado techo.

¿Más momentos estelares? Ver juntos a Mark Olson y Gary Louris sobre un escenario, o lo que es lo mismo a The Jayhawks (2008); el poderío de Queens of Stone Age en el décimo aniversario (2011); la excelencia de The Black Crowes (2013); una Debbie Harry, de Blondie, con nervio y gancho a sus casi 70 años (2014); el triplete formado por The Hellacopters/Michael Kiwanuka/John Fogherty en 2017; y las extraordinarias actuaciones de dos figuras legendarias como Van Morrisson y Joan Jett (2018) están incrustadas en la memoria, entre otros muchos conciertos. l