Según su estilo arquitectónico, debía correr el siglo XVII cuando se mandó construir esta casa ex-profeso para el menester al que fue dedicada. Así, en torno a la confitería, giraba toda la vida familiar. En la planta baja, se instalaba la tienda, con un espacio dedicado a la atención del público; y la trastienda, que era donde se realizaba la actividad familiar, desde la que en muchas ocasiones, al oír el sonido de la campanilla de la puerta y al grito de ‘¡ba nijoa!’ (ya voy), se posponían los quehaceres domésticos para atender los que requería el comercio. Estaba instalado el obrador de chocolatería, donde a la vista del público a través de un ventanal, se podía ver la tahona de chocolate, arrastrada por una caballería.
En la primera planta, se instalaba la cocina, el comedor y el servicio. Los dormitorios estaban instalados en el segundo piso; siendo el tercero dedicado al obrador de confitería. Había un horno de leña, un hornillo o fogón, una mesa para pastelería, una mesa de piedra para la realización del caramelo, una paila para confites, un tostador de café, elementos de cerería, la guitarra del bolado y diversos peroles de cobre. No había máquina alguna, hasta el año 1933, que José Mari Gorrotxategi Otaegi, adquirió una batidora-amasadora eléctrica.
El obrador estaba en el piso alto, para que el humo que salía de la boca del horno saliese por las ventanas, sin perjuicio para los pisos inferiores y eran los fajeros quienes subían los sacos de harina hasta la tercera planta. En el desván, se guardaban los depósitos de carbón vegetal, que se traía en Galeras. Llegaban en grandes sacos, cerrados con unas parrillas circulares, realizados con flejes de castaño; también estaban las tinajas de barro, para la conservación de los huevos en cal, y los tarros de frutas confitadas. En el gallur estaba el gallinero, normalmente había seis piezas entre gallinas y pollos.