Gabriel García Márquez, alias Gabo, nació en 1927 en el municipio colombiano de Aracataca, donde vivió hasta los 8 años. En 1950, acompañó a su madre de vuelta al pueblo para vender la casa de sus abuelos. Aquella decisión en apariencia insignificante, un regreso exprés para resolver un trámite burocrático, le marcó. Lo expresó en sus memorias ‘Vivir para contarla’: “Ni mi madre ni yo hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de solo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo”, dijo el periodista, escritor y padre del realismo mágico. “Sé que fue la decisión más importante de cuantas tuve que tomar en mi carrera de escritor. Es decir: en toda mi vida”.

Las casas humildes de Macondo con techo de palma que salen en ‘100 años de soledad’ tienen su origen en el lugar donde García Márquez pasó su infancia. El pueblo imaginario y epicentro de su novela más conocida guarda muchas similitudes con Aracataca, donde vio la famosa palabra por primera vez. “El tren hizo una parada en una estación sin pueblo, y poco después pasó frente a la única finca bananera del camino que tenía el nombre escrito en el portal: ‘Macondo’’, cuenta rememorando aquella escapada familiar. Un incendio arrasó su domicilio y sus progenitores se vieron obligados a reconstruirlo con mejores materiales, lugar que hoy ocupa la casa-museo Centro Gabo.

A la escritura de su obra maestra le dedicó un año de su vida. El éxito le pilló por sorpresa. Se asustó. Tras agotarse la primera edición en cuestión de días se refugió en Barcelona, entre 1968 y 1974, donde trató de esquivar la fama. El poeta chileno Pablo Neruda se quedó impresionado con aquella historia protagonizada por varias generaciones de la familia Buendía, desde la fundación del municipio hasta el fin de la estirpe. “Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del ‘Quijote’”, resolvió eufórico. ‘100 años de soledad’ empujó al boom definitivo de la literatura latinoamericana y a que el realismo mágico, donde lo extraño se convierte en algo normal y cotidiano, llegase al público general. Una de las grandes historias del siglo XX.

Escrita en 1961 durante su estancia en París, donde ejercía de corresponsal y pasó por apuros económicos, la novela corta del premio nobel colombiano, el segunda libro de su trayectoria, fue la de su confirmación y la que Gabriel García Márquez considera su mejor obra. Ternura, amor, fe en el ser humano, una paciencia infinita.... Un hombre sin nombre y apellidos al que conoceremos como El coronel espera en su pueblo una carta que nunca llegará durante un total de 15 años. Con el propósito de recibir un aviso por el que le concederán la pensión, todos los viernes aguarda la llegada del correo en una lancha que distribuye la correspondencia entre los vecinos.

La dignidad de este hombre justo y la de su mujer, que padece asma, es uno de los asuntos centrales de esta breve narración de menos de 100 páginas. ‘El coronel no tiene quien le escriba’ adelanta algunas de las características que han hecho grande a García Márquez, sobre todo en su dominio del lenguaje: las descripciones cargadas de poesía, su capacidad de dibujar ambientes evocadores y un retrato prodigioso de los personajes. Se trata además de un hermoso homenaje familiar. Su abuelo, Nicolás Márquez Mejía, luchó durante la llamada guerra de los mil días del lado del ejercito liberal y se pasó el resto de su vida esperando una pensión que le habían prometido y nunca llegó a recibir. Aunque falleció cuando el escritor tenía 8 años, García Márquez le daba un valor incalculable a su relación. “El abuelo es tal vez la persona con quien mejor me he entendido y con quien mejor comunicación he tenido”.

En el caso del coronel de la novela, éste había prestado sus servicios a las órdenes de Aureliano Buendía, que a la postre se convertiría en uno de los principales personajes de la obra cumbre del autor colombiano, ‘100 años de soledad’. Al final del relato, la situación es dramática en casa del militar y su esposa. Ya no tienen margen, el tiempo se agota. A la pregunta de qué van a comer, el Coronel responde a su mujer: “Mierda”.

Coincide que el libro con el que Gabo homenajea a su familiar más querido se escribió en un momento de pobreza. El periódico para el que trabajaba cerró y las tres primeras versiones de la novela fueron rechazadas antes de su publicación. Hoy es un clásico de la literatura del siglo XX, adaptado con éxito al cine y el teatro. En 2021 Imanol Arias se puso en la piel del anciano coronel en una versión teatral dirigida por Carlos Saura que contó con una calurosa acogida.