oy hace 22 años que Ramón Martí vino a Euskadi desde el Valle de Arán para trabajar en varias de las más grandes excavaciones de nuestra historia reciente. Los túneles de Artxanda, la Variante de Pasaia y el metro de Sestao son solo algunas de las infraestructuras en las que Martí puso su granito de arena como electricista. Por cuestiones del destino, este catalán de mente inquieta encontró el amor a escasos metros del piso compartido en el barrio bilbaíno de Deusto en el que vivía, puerta con puerta. Así conoció a su vecina Itziar Marcos. Instalados en Erandio desde hace años, Itziar y Ramón forman una pareja bien avenida que disfruta de su jubilación y su tiempo libre.

Amantes de Los Beatles y de la literatura de Valle-Inclán, nos abren las puertas de su casa en Erandio como ganadores de nuestro concurso semana en Revista IN, y por ello les hacemos entrega de su premio, una batidora-amasadora, que reciben agradecidos y sorprendidos al mismo tiempo. “Tenemos la cocina hasta arriba, pero habrá que probarla y sacarle partido en la cocina”, asegura Itziar. “Lo importante no es el premio, sino la afición que hemos cogido a hacer los pasatiempos, que son muy entretenidos”, nos cuenta Ramón.

Los hilos de sus dos historias, unen sus orígenes vasco -catalanes bajo la mirada de un mismo retrato colgado en su cocina, que salvaguarda la historia de la pareja, el de la Virgen María Auxiliadora, patrona de los Salesianos, que junto a ellos, nos da la bienvenida al llegar a su casa. Un aluvión de aperitivos, refrescos y fotografías de verano en las que muestran con orgullo a sus ahijados, dos niños ya convertidos en hombres procedentes de Chernóbil, inundan de repente la mesa, donde Martí empieza a tejer la historia de su llegada a Euskadi y, de cómo más adelante, conocería a Itziar y construirían su futuro en común.

Ramón e Itziar, encantados de saludaros. ¿Cuántos años lleváis viviendo en Erandio?

-Ramón Martí: Pues yo a Euskadi vine hace 22 años, en el 99, pero primero viví en Deusto, que es donde conocí a Itziar, que, cosas de la vida, era mi vecina. Estuvimos viviendo Itziar y yo tres años allí y después quisimos comprar un piso y acabamos viviendo aquí, en Erandio, pero un año después, porque aún no estaba acabado y tuvimos que irnos a vivir un año a Balmaseda con la abuela -que en paz descanse-, que en ese momento tenía 95 años.

Si no nos equivocamos, has estrenado la jubilación hace poco, Ramón.

-Ramón: Pues ya llevo tres años, ya que yo me jubilé con 61. Estoy prejubilado porque claro, ya en túneles, con estas edades, no te suelen coger. A pesar de mi edad, aún me han llamado para hacer dos trabajos, por lo menos, pero los he rechazado porque ya estaba jubilado.

¿A qué te dedicabas?

-Ramón: Yo era electricista, pero no he trabajado siempre haciendo túneles. Yo en realidad estudié Magisterio. Primero trabajé en Girona, allí estuve 12 años hasta que la empresa se fue a pique. Por aquel entonces trabajaba con líneas eléctricas de alta y baja tensión, con transformadores y contadores, así que lo que más he hecho en la vida ha sido montar contadores de luz en las casas. Trabajé en varios pueblos cercanos al Valle de Arán, donde yo vivía, cerca de la estación de esquí de Baqueira-Beret, y si iba de casa en casa, podía montar más de veinte contadores diarios, tirar el trenzado... y todo lo demás.

Entonces, debido a tu trabajo, ¡has visitado más hogares que los periodistas de este suplemento!

-Ramón: Aguanté un año, pero bueno, esto de las casas tampoco me gustaba mucho y ya me fui a trabajar en el tema de los túneles. De ahí me fui a Alhama de Aragón. Allí estuve un año y, después, acabé aquí.

¿Es duro trabajar en túneles?

-Ramón: Igual de duro que otras cosas. El primer túnel que hicimos fue de alta velocidad, que es el tramo Madrid-Barcelona en un pueblo que se llama La Alhama de Aragón. De allí venimos a Euskadi y los primeros túneles que hicimos aquí fueron los de Artxanda en 1999.

Casi nada, estamos hablando de una infraestructura que ha pasado a la historia.

-Ramón: Sí porque ahí había un túnel, ya construido en la República Española, que iba del Txorierri a Deusto. Había un cachito ya empezado, pero nos lo llevamos por delante porque se decidió empezar a construir uno nuevo porque era de madera y estaba viejo, aunque yo creo que aún aguantaba varios chaparrones más.

¿Y después de Artxanda a dónde fuiste?

-Ramón: Después hicimos muchos más túneles, por ejemplo, el del metro de Sestao. Estuve un año en Gipuzkoa con la variante de Pasaia. Más tarde dos túneles grandes, de más de tres kilómetros y medio cada uno, en dirección Eibar-Vitoria.

Y entre túnel y túnel conociste a Itziar... Lo vuestro ha sido ya un amor, como quien dice, maduro, más estable.

-Ramón: Sí. Creo que sería con unos 40 o 41 años cuando la conocí.

¿Y dónde os conocisteis, aquí en Erandio?

-Ramón: No, en Deusto. Yo vivía con dos compañeros en un piso de alquiler en el portal de al lado del portal de Itziar.

¿Fuiste la chica de al lado?

-Itziar Marcos: Sí. Él estaba en el número 2 y yo en el 4. Vino de Cataluña y no se le ocurrió más que ir a vivir a la puerta de al lado... (risas).

Casualidades de la vida, ¿no?

-Itziar: Predestinado estaba aquello.

Y luego hay gente que, al revés, que no viven pegados e igual terminan encontrando a alguien que vive en el otro extremo del planeta.

-Itziar: Pues sí. Fíjate una vasca con un catalán, ¡qué mezcla! (Conoce la belleza de la naturaleza en la que se crió nuestro protagonista, Ramón Martí, en El Valle de Arán, en las páginas 14 y 15).

Es como la segunda parte de ‘Ocho apellidos vascos’, ‘Ocho apellidos catalanes’...

-Itziar: Nos copiaron un poco, sí (risas).

Cuando discutís, ¿como hacéis? ¿Uno lo hace en catalán y otro en euskera?

-Itziar: No tengo esa suerte...

¿No discutís?

-Itziar: No, eso sí (risas). Lo que no hablo es euskera. Es lo único que envidio de otra gente que sí que sabe hablarlo.

¿Te gustaría aprenderlo?

-Itziar: Lo intenté en su día. Yo trabajaba en Bilbao y tenía la oficina en la misma zona que estaba el euskaltegi. Había pagado la matrícula, pero la irakasle me dijo que no podía prestar atención a una persona en especial que necesitase más apoyo porque tenía que dar el curso en un tiempo determinado y a todo el grupo y claro, pues no podía seguir el mismo ritmo y tuve que dejarlo.

Bueno, pero igual puedes retomarlo. Si no te lo tomas tampoco como algo obligatorio, sino que es porque te gusta...

-Ramón: Eso es. Ahora te lo tomas de otra manera, con más calma.

-Itziar: Yo lo poco que sé de eusera, y no es saber, son palabras y frases sueltas, que he aprendido de oído porque las he escuchado. Y ojo, no me importaría hablarlo como los indios, mientras lo hablase.

-Ramón: Yo, al ser catalán, hablo poca cosa de euskera. Además, cuando me animé a apuntarme a un curso de euskera, fue justo antes de empezar la pandemia. Hicimos el curso más corto de la historia, tres días. Lo tuvimos que dejar, pero lo tengo claro, volveré a empezar si sale grupo en septiembre.

¿Te pareció una lengua complicada?

-Ramón: Sí. Por eso hay que ir todos los días, no una hora un día a la semana porque a la semana siguiente ya no te acuerdas de nada. Y esto, los críos, lo pillan muy rápido porque tienen una facilidad del copón con los idiomas. Sí, de hecho, nosotros acogíamos en verano a unos chicos de Ucrania y empezaron a hablar en español rápidamente. Nos entendíamos con ellos muy bien y nadie les había enseñado castellano.

¿Habéis acogido a dos niños de Chernóbil?

-Ramón: Si, aunque ahora son dos adultos que viven en Kiev. Su madre vive en esa ciudad y ellos también. Ya son mayores de edad.

-Itziar: Nunca hemos querido perder la relación con ellos.

¿Cuántos años tienen ahora ellos?

-Ramón: El mayor, Roman, tiene 27 años, para 28, y el pequeño, Bogdan, un año y pico menos.

¿Y habéis pasado muchos veranos con ellos?

-Ramón: Sí. Cinco veranos con el mayory cuatro con el pequeño. El mayor volvió hace dos años, en septiembre, a visitarnos, y el año pasado tuvo un poco de mala suerte. Él es jurista, vino para hacer un contrato con una empresa pero no nos avisó porque nos quería dar una sorpresa. Se plantó debajo de casa y empezó a tocar el timbre. Y claro, no pudimos contestar porque estábamos en Cataluña. En cuanto nos llamó por teléfono y nos contó que estaba aquí nos vinimos al día siguiente y pudimos vernos un ratito.

¿Y cómo surgió esa vocación de ayudar a estos niños? ¿Por qué esa conexión con Chernóbil?

-Ramón: Pues no lo sé, la verdad. Todo fue porque Itziar conocía a una mujer que había traído a un niño de Chernóbil.

-Itziar: Viviendo en Deusto, una vecina que conocemos trajo un niño de Chernóbil. Entonces, yo le pregunté que cómo podía ayudar yo también y me puso en contacto con Chernobil Elkartea, en Deusto. Y así empezó.

Mucha alegría cuando vienen, pero también pena cuando se van, ¿no?

Ramón: Pues sí. De hecho, seguimos teniendo contacto con ellos por videollamada y vienen de visita de vez en cuando.

Al final se crea una relación muy bonita ¿no?

Itziar: Sí. Voy a sacar nuestros álbumes de fotos. (Itziar va a buscarlo y lo saca de un cajón del salón para comenzar a enseñarnos las fotografías de esos veranos tan especiales junto a Roman y Bogdan que recuerda con nostalgia).

¿Y notabáis cómo a medida que pasaba el verano se ponían físicamente más fuertes?

Ramón: Sí. Era curioso. Cuando tomaban un mosto, por ejemplo, el limón se lo comían también, pero con piel y todo. Es que el limón tiene mucha vitamina y lo aprovechaban al máximo.

Itziar: También recuerdo cuando me cogían la ropa del armario en Deusto y se disfrazaban con mi ropa. Nos lo pasábamos muy bien. Tenerles en casa era una alegría...

(Estuvimos hablando con Ramón Martí e Itziar Marcos poco antes de la guerra de Rusia contra Ucrania y esto es lo que nos decían entonces) ¿Seguís manteniendo el contacto con ellos?

Ramón Martí: Viven los dos en Kiev y mantenemos el contacto a pesar de la distancia. Antes por teléfono y ahora por videollamada.

¿Y habéis pensado en ir allí alguna vez a verlos?

Ramón: Bueno, también habría que buscar el momento. Ahora mismo, por ejemplo, es una época fatal para ir. Hay compañías que no te aseguran ya el viaje...

¿Tienen miedo de que Rusia pueda desatar un conflicto?

Ramón: Al pequeño, Bogdar, lo veo más convencido de que va a haber guerra. El mayor, Roman, en cambio, no lo ve tan claro...

Pues ojalá que no, porque vivir con esa duda tiene que ser muy angustioso...

Ramón: Sí. De hecho, llevan 7 u 8 años que por la parte de donde está Bielorrusia andan con problemas. Son países que no andan muy estables.

¿Y vosotros creéis que habrá guerra al final?

Itziar: Yo tiemblo por eso. De hecho, hablando con Roman el domingo pasado, me contaba que al día siguiente iba a ir a sacar los ahorros por si acaso, porque ya estaban pensando que este miércoles iban a entrar los rusos y, de hecho, yo le dije que como en ese caso cerrarían el transporte aéreo, que se marchasen por carretera y viniesen derechitos hacia aquí, que saben que tanto Roman como él aquí tienen una casa. Nosotros les recibiremos con los brazos abiertos.

¿Qué cosas os gusta hacer en vuestro tiempo libre?

Ramón: Pues no sé. Nosotros no somos mucho de andar, pero ahora porque estamos ya jubilados tenemos más tiempo, pero lo nuestro, salir un rato, dar una vuelta. Luego estás aquí en casa. Tampoco te creas que nos dé esto mucho.

Vamos, que no sois mucho de deporte, ¿no?

Ramón: Si nos vamos un día a Deusto, al siguiente para otro sitio o para el pueblo de Itziar, que a veces vamos para pasar el día. Aunque en el pueblo alguna vez hemos hecho alguna ruta sencilla....

¿Puedes recomendarnos alguna ruta?

Ramón: Os voy a decir una que me gustó. La hicimos con 16 años, con el cura del pueblo (risas). Es la ruta más turística para subir al pico Aneto. La ruta de las escarpadas es más compleja, pero ésta es sencilla. Íbamos a Benasque, a los baños de Benasque. Dejábamos el coche allí, pero ahora igual se puede subir un poquito más. Y luego había un sitio que era un refugio. Allí nos dejaron hacer noche, pero pagando también puedes dormir bajo techo. Y de ahí subíamos a los picos al día siguiente y bajamos de una vez. Al final del Aneto, como cosa curiosa, está el Paso de Mahoma. Por ahí se pasa bien si no se tiene vértigo, porque si lo tienes no puedes pasar porque aunque tienes sitio para pasar, por cada lado miras y hay ciento y pico metros hasta abajo. Cuando pasas al otro lado, ahí está la cruz del Aneto y hay una libreta para echar la firma y demostrar que has llegado hasta allí.

¿Os gusta el cine o la música?

Ramón: Si, pero no hemos ido mucho aquí, a mí en Cataluña a veces me gustaba ir, pero las películas ahora las veo en la tele. No veo más.

Itziar: Y la pandemia no ha ayudado nada a los cines.

Ramón: Yo la verdad que antes iba más al cine.

Pregunta: ¿qué películas te gustaba ver entonces?

Ramón: Una que me gustó mucho fue ‘La lista de Schindler’. Y la primera y la segunda de ‘El Padrino’ me gustan mucho. Me queda ver la tercera. Cuando la echan en la tele es a las tantas de la noche y al final no la veo porque me quedo dormido.

¿Y cuál es la que más te gusta?

Ramón: Dicen que la segunda es la mejor y, aunque no he visto la tercera, puedo decir que entre la primera y la segunda, la segunda me gusta más, sí.

Si hablamos de música, ¿qué discos forman parte de vuestra colección?

Ramón: Joaquín Sabina. Siempre vale la pena escucharle.

tziar: Es difícil elegir, pero me gusta mucho Oskorri y otras cosas de aquí, de Euskadi, pero soy de la vieja escuela. Soy muy de los Beatles.No sabría deciros qué canciones concretas porque tienen una cantidad de repertorio enorme y son todas muy buenas.

¿Os gusta leer?

Ramón: Pues leer cada vez leemos menos también. Antes sí leía bastante. Después, cuando empecé a trabajar, lo dejé bastante, porque ya no tenía tiempo.

¿Alguno libro que nos recomiendes?

Ramón: Me he leído muchos más, pero ahora mismo no me acuerdo. Os diría ‘Luces de Bohemia’, de Valle Inclán. Me gusta mucho. También me gusta leer biografías.

¿Y en tu caso, Itziar?

Itziar: Hicimos una limpieza de libros hace poco, pero aún quedará alguno.

Ramón: Sí y hay uno que me dio pena no encontrarlo, como una misa en latín, que era de mi abuela. Mi abuela hablaba catalán casi exclusivamente, porque el castellano le costaba y hablaba lo justo, pero en cambio la misa se la sabía en latín. Hay que joderse (risas).

¿Soléis ir a misa?

Ramón: Sí. Vamos a la iglesia de los Salesianos en Deusto.

Itziar: Yo soy de una asociación que se llama María Auxiliadora y soy salesiana cooperadora.

Ramón: Yo lo llevo bastante mal. Fijaos que desde que me fui de Girona no he vuelto a cocinar...

¿Y todos los años que viviste con tus compañeros de piso? ¿Ahí quién cocinaba de los tres?

Ramón: ¿De los tres? Yo hice durante mucho tiempo la cena, la mayor parte de las veces, pero en plan muy sencillo, no os creáis. Nosotros preferíamos ir al bar directamente. En casa, nada. Y en Girona lo mismo, para comer al bar y para cenar en casa.

¿Cocinas tú entonces, Itziar?

Itziar: La cocina sí me gusta, sí.

¿Dónde has aprendido a cocinar? ¿De tu madre?

Itziar: Sí. Cocinaba muy bien.

Ramón, recomiéndanos dos platos que le salgan riquísimos a Itziar.

Ramón Martí: Pues es que en realidad todos los platos le salen bien. Tampoco es que haya uno determinado...

Itziar: El bacalao al pil-pil, pore ejemplo, aunque ya no lo hago mucho porque lleva mucho tiempo y el unte engorda mucho...

Ramón: Le sale muy rico de todas formas el bacalao. Al pil-pil tiene que ser algún día con tiempo.

Itziar: Y el rabo de ternera en salsa también es un plato muy sabroso.

“Somos un matrimonio muy normal. No sé qué váis a poder contar que pueda resultar interesante”

Procedente del bilbaíno barrio de Deusto, Itziar Marcos lleva veintiún años casada con Ramón Martí, a quien el destino hizo que se conociesen cuando vivían puerta con puerta. Se define como una persona muy religiosa y es cooperante salesiana. Asiste a misa de la iglesia de los Salesianos en Deusto. Este matrimonio no ha tenido hijos, pero tiene dos ahijados: Roman y Bogdan, procedentes de Ucrania. A través de Chernobil Elkartea contactaron con su familia para acogerles durante el periodo estival.

“Relleno el autodefinido del concurso todas

las semanas para mantener ágil

la mente”

Nació en El Pont de Suert, una pequeña localidad montañosa en El Valle de Arán. Estudió Magisterio, pero nunca ha ejercido como profesor. Trabajó muchos años instalando contadores eléctricos de domicilio en domicilio, hasta que llegó a Bizkaia en 1999 para encargarse de la instalación eléctrica en los túneles de Artxanda. Ya instalado en Euskadi conoció a Itziar Marcos cuando ambos habían entrado en la década de los cuarenta, así que lo suyo fue un idilioen la madurez. Le gusta mucho leer y Sabina.