l 26 de abril de 1986 un grave accidente nuclear dejó marcada para siempre la ciudad de Chernóbil, en Ucrania. La mayor catástrofe nuclear de la historia. Sin duda, este hecho conmocionó al mundo entero. Todavía hoy se recompone de las heridas que dejó aquella explosión que generó una nube radioactiva que cubrió gran parte de Europa, acabó con la vida de 8.000 personas y otras 120.000 padecieron graves enfermedades provocadas por la radiación. Es por eso por lo que este suceso se conoce también como el peor desastre medioambiental jamás vivido. Hoy en día un radio de 160.000km2 sigue contaminado y una guerra actual sigue marcando a esta pequeña localidad en la que miles de niños buscan cada verano y Navidad un hogar en Euskadi y Navarra en busca de una bocanada de aire fresco. Ahora, más que nunca necesitan que les tendamos una mano para sanar sus cicatrices.

Lo que sucedió en aquel abril del 86 es todavía una incógnita. La central eléctrica nuclear Vladímir Llich Lenin de Chernóbil (este era su nombre real) y perteneciente a la Unión Soviética, funcionaba como de costumbre, pero lo cierto es que algo falló. Una simulación de corte de energía en uno de los reactores, más concretamente en el número 4, desencadenó el mayor accidente nuclear que jamás haya sucedido en todo lo que llevamos de historia. Al parecer, los trabajadores incumplieron los protocolos de seguridad e hicieron que la potencia del centro se acelerase. La situación no se pudo controlar y se inició el desastre. Un incendio y una explosión provocaron la expulsión de altos niveles de gases radiactivos a la atmósfera acabando con la vida de trabajadores y provocando serios problemas de salud entre la ciudadanía ucraniana, sobre todo entre la población más vulnerable: los niños. Estos padecen todavía las graves consecuencias de aquel desastre.

Entre los efectos provocados por aquella catástrofe y debido a las altas dosis de radiación hizo que miles de menores desarrollasen cáncer de tiroides además de otros problemas respiratorios. Es por eso por lo que se recomienda que salgan de su país para al menos unos meses para sanarse. Sus familias se encargan de contarles lo que sucedió. Es un hecho histórico que les dejará marcados de por vida. Salir de su país, según los expertos, les ayuda a limpiar de isótopos su organismo, y está comprobado de que vienen con retraso en su desarrollo, además de con problemas bucodentales, oculares y carencias alimenticias. Igualmente, muchos de los niños que aterrizan en Euskadi y Navarra provienen de orfanatos o familias desestructuradas por lo que cambiar de aires les ayuda a disminuir también el estrés psicológico.

Todavía hoy continúan las labores de limpieza de la zona y se prevé que se alarguen hasta 2065. Se calcula que unas 600.000 personas se movilizaron para lidiar con las consecuencias del accidente, realizando labores de desinfección para descontaminar el entorno, y evitar que se produjeran más daños. Muchos de ellos lo hicieron sin saber el riesgo que corrían otros murieron siendo héroes. La solidaridad primó, ante todo al igual que está sucediendo con la guerra actual en la que Chernóbil continúa sin recuperarse de sus viejas heridas.

La tragedia vuelve a azotar a Chernóbil. El 24 de febrero de 2022 comenzaba una guerra con su país vecino, Rusia, cuando éste comenzó a bombardear e invadir Ucrania. Desde entonces, la tragedia no ha cesado. La batalla deja ya miles de muertos y heridos. Familias rotas y niños que se esconden sin entender lo que está ocurriendo. De nuevo están viviendo una nueva desgracia. Pero el mundo entero se ha movilizado para que familias enteras abandonen el país. Las labores de las asociaciones, entre ellas Chernóbil Elkartea de Euskadi, están siendo clave para movilizar a toda la sociedad y acabar con el conflicto. El futuro se augura incierto, pero con la esperanza de que todo acabe y Chernóbil comience una etapa descontaminada y sin guerra.

La asociación Chernóbil Elkartea lleva desde 1996 uniendo lazos entre Euskadi y Ucrania con el fin de dar a los menores la oportunidad a los menores de sanarse durante los veranos y las navidades con familias

La asociación Chernóbil Elkartea lleva más de 25 años tendiendo puentes entre Euskadi y la pequeña ciudad ucraniana. Se constituyó en 1996 de la mano de seis mujeres que, unidas por la solidaridad, la concienciación medioambiental y sanitaria de la zona, decidieron emprender un bonito camino para hacerle la vida más fácil a los menores que estaban sufriendo las consecuencias del desastre de Chernóbil. Así, en 1997 organizaron el primer programa de acogimiento de niños y niñas con la colaboración de familias de Euskadi y otros muchos voluntarios. Ahora con la guerra, la labor de la asociación está siendo primordial para ayudar a las personas afectadas. Su cometido no es otro que ayudar a esos menores que cada año disfrutan los veranos y las navidades en Euskadi y Navarra, y aprovechan para coger una bocanada de aire fresco.

Y es que la asociación hace una importante labor de concienciación y sensibilización para ayudar al pueblo de Chernóbil. Además de los programas de acogimientos temporales con menores con el fin de fortalecer su organismo debilitado al residir en una zona aún contaminada, pone en marcha también proyectos de cooperación al desarrollo en la zona de Chernóbil con voluntarios que aportan su granito de arena. En la misma línea, todos los integrantes de la comunidad organizan eventos y actividades para mostrar la realidad que padecen los niños de la zona afectada por el gran desastre nuclear que todavía hoy sufre las consecuencias de la pasada guerra y la actual.

Euskadi y Navarra se han convertido ya en su segunda casa y durante estos casi 26 años han visto aterrizar a miles de niños. La asociación además viaja anualmente a la zona para preocuparse por su situación y seleccionar nuevos menores, y hacer que cada verano y Navidad se convierta en una visita obligatoria en la que echar raíces en un entorno sano con el cariño de una familia que les acogen como a un miembro más. Sin ir más lejos, el último verano viajaron a Euskadi 190 menores y actualmente hay más de 300 familias vascas que se mantienen en contacto con la asociación.

Ahora solo les queda ver cómo evoluciona este conflicto bélico para poder ayudar a los menores de Ucrania y darles cobijo en Euskadi y Navarra. A la espera de que se dé respuesta a esta imperiosa necesidad, de momento recaudan fondos para ofrecerles ayuda en cuanto las condiciones lo permitan.

Ya han abandonado Ucrania unos 800.000 niños a causa de la guerra y se espera que este número crezca a medida que el conficto se recrudezca, según alerta Save The Children. El éxodo masivo generado desde que Rusia atacase el país el pasado 24 de febrero, ha hecho que muchos menores hayan sido evacuados sin sus padres que se ven obligados a ponerles a salvo mientras ellos se quedan para defender su tierra.

Por ello un número creciente de menores llega a otros países “solos y sin apoyo familiar”, lo que está generando “una crisis de protección de menores”, según ha subrayado dicha organización no gubernamental. Según los informes realizados desde la frontera, algunos niños, muchos de ellos menores de 14 años, “llegan solos tras haber sido enviados por familiares que no pudieron salir de Ucrania” pero que querían que “sus hijos estuvieran a salvo” de la guerra. Otros han sido separados de sus parientes “durante el caos de huir de sus hogares” y todos muestran signos de angustia y trauma psicológico, indican.

“Los padres recurren a medidas desesperadas y desgarradoras para proteger a sus hijos”, como enviarlos con vecinos y amigos al extranjero mientras ellos se quedan con personas mayores o para proteger sus hogares”, declara Irina Saghoyan, directora para Europa del Este de la organización. Saghoyan advierte de que la separación puede comportar “un profundo estrés psicológico debido a la incertidumbre, el miedo por la situación de los parientes y la ansiedad por la ruptura”. Al mismo tiempo, se incrementa “el riesgo de violencia, explotación, trata de menores y abuso”, avisa. “Debe hacerse un gran esfuerzo para evitar la separación de los niños de sus cuidadores y garantizar la reunificación familiar inmediata cuando esto suceda”, afirma Saghoyan.

Cuando se suman ya más de dos millones de refugiados por la invasión rusa, la ONG pide a las autoridades fronterizas y organismos humanitarios que “adopten medidas para mantener a los niños con sus principales cuidadores”, “brinden apoyo psicológico” e introduzcan “programas para prevenir la separación”. Estos servicios deben incluir “espacios adaptados a los niños, información adecuada para ellos, localización y reunificación con sus familias y apoyo a la salud materna”, señalan. Esta ONG, presente en Ucrania desde la guerra de Crimea de 2014, trabajan con otras agencias para “establecer procedimientos de localización y reunificación de los niños con sus familias en Polonia y países vecinos, así como mecanismos de protección y de denuncia.

“Saben que tienen las puertas de nuestra casa abiertas cuando quieran venir”

“Nuestros ahijados, Roman y Bogdan tenían preocupación de que la guerra pudiese estallar”