Es el festival de jazz más antiguo del Estado y uno de los más veteranos de Europa. La primera edición se celebró en 1966 en el mes de septiembre. Fue la única vez; desde entonces, siempre ha sido en julio. El próximo año el Festival de Jazz cumplirá su edición número 57 con una programación que ya ha anunciado los primeros grandes nombres: Herbie Hancock, Yann Tiersen, Gregory Porter, Diana Krall, Kurt Elling y Calexico, entre otros, serán los cabezas de cartel en 022.
El festival se creó gracias al empuje de Imanol Olaizola. El entonces responsable de la comisión de música del Centro de Atracción y Turismo (CAT) del ayuntamiento se quedó prendado de la respuesta del público en el concierto de Count Basie y su Big Band en la Salle Pleyel de París. Era 1964. Le trasladó la idea de montar un festival de jazz al presidente de la CAT, Ramón Peironcely, y el proyecto se incluyó en las actividades de 1965. No cuajó. Hubo que esperar un año más.
Dique franquista, ventana al exterior. En los años de la dictadura, el Festival de Jazz consolidó su internacionalización y se convirtió en una ventana al exterior entre la censura de la época y el nulo entusiasmo del franquismo por un evento musical de estas características que se alejaba de los conservadores estándares hispanos. También sirvió para que artistas de Europa del Este -polacos, húngaros o checos-, enclaustrados en los países comunistas, pudieran dar a conocer sus canciones en este lado del mundo.
Un nombre propio: Miguel Martín. Ejerce de director desde 1978, la edición número 13. Hubo dos años en los que se ausentó, en 1989 y 1991, y Santi Ugarte lo sustituyó al frente de la dirección. Asimismo, es uno de los hombres fuertes de Donostia Kultura, la entidad pública empresarial del ayuntamiento que dota a la ciudad de servicios culturales. Ocupa el cargo de director técnico del área de música.
La plaza de la Trinidad, el corazón. El arquitecto Luis Peña Ganchegui proyectó y levantó esta plaza encajonada entre una ladera del monte Urgull y la Parte Vieja en 1963, con motivo del centenario del derribo de las murallas de la ciudad. Por ‘la Trini’, como se conoce popularmente, han pasado algunas de las principales figuras del jazz, blues, soul y rock and roll de la historia: Muddy Waters, John Lee Hooker, Solomon Burke, Elvis Costello...
Sus vistas. Desde la terraza de la Cofradía Vasca de Gastronomía, la Gastronómica, se divisa perfectamente la plaza de la Trinidad. Es el palco (no oficial) más preciado del festival. Esta sociedad gastronómica alberga en su interior uno de los secretos mejor guardados de la ciudad: una biblioteca especializada en gastronomía en el ático, una muestra de fusiles del siglo XIX y una amplia colección de botellas de vino en el sótano.
El paradigmático caso de Ella Fitzerald. En sus primeros años, el Festival de Jazz de San Sebastián no contaba con un gran presupuesto. Era un evento modesto que cuadraba sus cuentas como buenamente podía. Sus organizadores pensaron en contratar a una de las grandes damas de la música popular, pero su caché, de 900.000 pesetas, triplicaba el presupuesto total. Hubo que esperar hasta 1975 para contar con la presencia de la formidable cantante.
Los felices años 2000. Con la incorporación de las terrazas del Kursaal y, sobre todo, de la playa de la Zurriola como escenarios populares, el Jazzaldia pegó un estirón. Sus puertas se abrieron de par en par a toda la ciudad, y se multiplicaron las actuaciones, muchas de ellas gratuitas. El rock, el soul, el funk o el pop empezaron a reinar en un evento musical más ecléctico que nunca. Se democratizó el certamen. Gracias a su amplio abanico estilístico han brillado figuras del rock alternativo como Galaxy 500, mitos a la altura de Ray Davies, de The Kinks, Echo and The Bunymmen, The Divine Comedy, Skatalites, Brian Ferry, The Wire, Belle and Sebastian... La lista es casi interminable.
Enorme poder de convocatoria. Los números de asistentes al Escenario Verde, el de la playa de la Zurriola, no dejan lugar a dudas. Según la organización, Jamie Cullum reunió a 50.000 espectadores (2013), Gloria Gaynor a 45.000 (2016), BB King a 40.000 (2011), Patti Smith a 20.000 (2010) o los 18.000 de Bobby McFerrin con el Orfeón Donostiarra (2008). En la época anterior, el récord lo ostentaba Chick Corea con los 14.000 espectadores que reunió en el Velódromo en 1981.
Cosas de la pandemia. 2020 fue el fatídico año del coronavirus y, en una decisión sin precedentes, la organización decidió que los conciertos de la terraza del Kursaal, dedicados a grupos locales, se celebrasen sin percusiones ni baterías y con formaciones no superiores a tres personas. Con estas sorprendentes medidas el festival pretendía frenar las ansias de baile del público y que no hubiera contagios.